"Cinco lobitos" de Aluda Ruíz de Azúa sigue la gruta humana de los sentimientos desde el inicio. Muestra con un realismo palpitante las situaciones de una madre ante su bebé recién nacido, con sus tristezas y sus alegrías. La naturalidad de las situaciones conecta con infinidad de domicilios familiares que han vivido la misma experiencia, y eso es el valor más importante de la película.Desde esa llegada atropellada de la familia con su hija,
Laia Costa, que mantiene en brazos a su hijo recién nacido. La madre,
Susi Sánchez, un tanto cascarrabias que ya la veíamos en un papel parecido en "La enfermedad del domingo" de Ramón Salazar, o el caso del padre resignado a pasar esos momentos de complicación.Los inicios traumáticos donde no se sabe qué hacer ante un ser tan frágil. Cuenta con sencillez esos momentos de alegría, las insatisfacciones matrimoniales de los abuelos con
Ramón Barea como punto débil de los personajes; pero en el camino dará un vuelco la trama y se encontrará con el drama de la muerte.
En definitiva, el bebé modifica esa relación social de la pareja joven, los comportamientos, cualquier situación compleja será un pequeño trauma insuperable. La vida en sí y todos los personajes caminan por el filo del precipicio salvando obstáculos como auténticos malabaristas.
"Alcarrás" de Clara Simón ( directora que sabe tocar la tecla acertada para, por medio de la naturalidad de los personajes o del paisaje, conseguir la atención del espectador y un ramillete de premios asegurados, en este caso, el Oso de oro del festival de Berlín 2022, pero no es el único con "Verano de 1993" ya se alzó con el premio Goya 2017 a la mejor dirección y seleccionada para ir a los Oscar, si la eligen.) cuenta la vida de unos campesinos en tierras de Lérida, en el mismo pueblo que da nombre a la película: Alcarrás. La directora, con buen criterio, echa mano de actores no profesionales, hombres del campo, para darle mayor veracidad a la historia. Esa verdad de las historias de cualquier rincón de un pueblo como pasaba en "La inocencia" de Lucía Alemany donde esos personajes sencillos buscan tozudamente una meta sin detenerse en considerar otros criterios, sino que se aferran a un sentimiento personal y no lo abandonarán.Se centra en los problemas cotidianos, que no son pocos y variados, de unos campesinos por el cultivo de la fruta de unos campos que ni siquiera son suyos. Para empezar, deben marchar de sus tierras porque los campos que siempre han cultivado se compraron de forma poco oficial, de palabra y por mucho que busquen un documento poco encontrarán y el pobre viejo, nada sabe de papeles sino de palabra con el anterior dueño.
Es decir, ellos, en tiempos de guerra ayudaron a los dueños, los Pinyol, a llevar adelante las cosechas y poco a poco se apoderaron de las tierras, pero ahora, pasado el tiempo, aparecen los verdaderos dueños con otros aires y con la intención de desalojarlos del lugar. Después, las dificultades añadidas que acarreará mantener los árboles frutales con la plaga de conejos acechando las frutas.Todo ello se pasa junto a los niños que viven en su propio mundo al margen de las dificultades que se les vienen encima. Quimet, el padre, protagonizado por
Jordi Pujol Dolcet, está metido de lleno en sus tareas de agricultor y por mucho que le digan que debe cambiar de trabajo, él lleva metido el campo en la sangre y no abandonará esas tierras tan fácilmente por mucho que su cuñado le diga que hay que dar un paso atrás.