Tenoch Huerta, Leonardo Ortizgris, Sebastian Aguirre, Ilse Salas, Sophie Alexander-Katz
La película rodada en blanco y
negro resalta los matices derruidos de las cosas, por ejemplo del metal oxidado de unos
columpios. Muestra primeros planos
donde se marquen las formas, las siluetas de las caras, sus contornos. Éstos recorren la cotidianidad de las realidades que nos rodean: realizar una calada al pitilla, remover el café en su taza. El tiempo es lo que menos cuenta para los personajes, porque de todas formas por mucho que hagas va a pasar por encima de nosotros. Por eso, los
protagonistas no se preocupan demasiado por sus vidas y las viven sin prisas tal y como llegan. Parece que les dé todo igual y se pueden entretener en las actividades más banales. Ese no hacer nada
de los planos cortos nos lleva a recordar “Extraños en el paraíso” ( 1984) de
Jim Jarmuch. No hay la más mínima
preocupación por los hechos más transcendentales, si no es pasar de puntillas
por la vida. La supervivencia con el mínimo esfuerzo es su única obsesión.