Título original Techo y comida
Año 2015
Duración 90 minutos
País España
Director Juan Miguel del Castillo
Guión Juan Miguel del Castillo
Música Miguel Carabante, Daniel Quiñones
Fotografía Manuel Montero, Rodrigo Rezende
Reparto Natalia de Molina, Mariana Cordero, Jaime López,
Mercedes Hoyos, Gaspar Campuzano, Montse,
Torrent, Natalia Roig, Manuel Tallafé.
“Techo y comida” de Juan Miguel del Castillo coloca el título idóneo a la película donde muestra los dos condicionantes básicos para vivir. Por lo tanto, sin casa ni alimentos es imposible que una familia progrese. A todo esto, ya puedes pedir la ayuda sentada a las asistencias sociales porque tardarán, si es que llegan, un año en responder sobre tu caso.
Estamos ante un drama social de
desprotección : una mujer que está al cargo de un niño en unas condiciones de pobreza pura y
dura. Ella muestra serenidad y aploma ante las situaciones que se le echan encima, porque no está bien ser
pobre ante el resto de los mortales y ante ellos se ha de disimular, ¡qué carajo! Por eso, intenta esconder sus miserias delante del personal, en la medida de sus posibilidades, esa existencia de
precariedad profunda. Los problemas de las madres que van con su hijo son de lo más preocupantes: “mira que si llueve me voy a
despeinar y tendré que volver a la peluquería” Ante esta estupidez rotunda y frente a su condición desesperada se suceden imágenes de
impotencia que van desde los deseos de su hijo frente a una cristalera de una pastelería
donde se trasparentas la bollería de chocolate y las golosinas varias, para pasar por las penurias del corte del agua, la luz y hasta llegar a la patada en el culo para que te largues de la casa que no puedes pagar: la calle es grande y libre. El niño, testigo inocente, pasa las manos por encima del cristal que oculta las golosinas imposibles de conseguir. Las manos desaparecen de la pantalla con el deseo incumplido. La cinta reparte leches para todos, así el
personal de la calle grita y se manifiesta con comentarios ofensivos y directos
hacia esa clase política corrupta, que se les tilda de mangantes y rateros de
la sociedad: no hay dinero para el populacho, pero sí para retirar en sus
cuentas particulares, pegarse las gran vacaciones o comilonas a costa del
pueblo. Despilfarros aquí y allá, mamoneos sin cesar.