"El hijo de Saúl" de Lászio Nemes
recorre las entrañas de un campo de concentración nazi. Cuenta, por medio del ojo de Saúl, las
tripas interiores de ese Holocausto. La maquinaria de destrucción masiva nazi
no puede con todo el personal que quiere asesinar, así que se agencian a unos
tipos ( judíos también, aunque con una duración de vida unos meses más larga que los
que tienen ahora en sus manos) para ayudarles en la logística del exterminio judío, porque
de lo contrario les faltará tiempo para cargarse a tanto personal. La mano de obra judía realiza el trabajo sucio que se encarga de la logística interna de la
muerte, de hacer desaparecer los últimos restos de los objetos y los muertos ajusticiados. La película ha recibido premios por un tubo, entre ellos a
la mejor película extranjera en los Óscar y gran premio del jurado en Cannes (
2015). De todos modos tanto en el primer premio con "Mustang" como en el segundo
con “Carol” o “La juventud” de
Paolo Sorrentino le podían haber arrebatado el premio, pero ,en cualquier
caso, estos temas (que por su contenido bestia) descubren las heridas del pasado y
con ellas una sensibilidad especial en los jurados. Por eso, parten con un punto a su favor que hace decantarse la balanza de los premios de su lado, sin dejar olvidarnos de su gran aporte en ahondar las miserias humanas.
La acción se desarrolla en casi toda su integridad dentro del campo de concentración. Saúl, como el resto de sus
compañeros, es un privilegiado porque alargará su vida unos meses a cambio de
ayudar a la desaparición de los cadáveres, tarea poco agradable para los nazis. Hay tantos prisioneros para liquidar y borrar del mapa que a éstos les
resulta imposible realizarla. Por eso se la encomiendan a un grupo de judíos que retrasan su muerte, mientras ellos vigilan el control de destrucción humana. La cámara se sitúa justo en el cuello del protagonista para que el
espectador sea un mirón especial que lo vea desde primera fila. Sigue
atentamente los pasos del protagonista y sus trabajos que realiza.
La trama gira en torno a un muerto
especial: su hijo. Éste no puede recibir la misma sepultura que los demás en un
hoyo común o esparcidas sus cenizas con el resto de ajusticiados. Por tanto, su
única obsesión está en darle un entierro digno, aunque para ello debe arriesgar
su propia vida en el intento. La cámara sigue la espalda del protagonista marcado
con una equis gigante y en su recorrido las vejaciones que debe sufrir ante los
nazis, pero nada le importará más que enterrar a su hijo en condiciones humanas si es posible con un rabino que rece la ceremonia. Perder
su pellejo no le importa si consigue su objetivo. Las escenas se suceden y el
espectador sigue en esa primera fila de la espalda del protagonista. En
definitiva, Saúl acaba por mantener en su cerebro la obsesión del entierro
hasta límites inesperados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página