Año 2017
Duración 103 minutos
País España
Dirección Agustín Díaz Yañez
Guión Agustín Díaz Yáñez, Arturo Pérez Reverte
Música Javier Limón
Fotografía Paco Femenía
Reparto Raúl Arévalo, José Coronado,
Bárbara Lennie, Óscar Jaenada,
Luis Callejo, Juan José Ballesta,
Antonio Dechent, Juan Diego,
Anna Castillo, Juan Manuel Poga.
Agustín Díaz Yañez inició su
andadura en el mundo del cine con una excelente cinta de mafias, cuyo título "Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto" ,( 1995), un tanto largo, ya indica en clave de droga y
miseria humana donde una excelente Victoria Abril destaca en su papel de
perdedora, de mujer hundida en la vida, la cual nada pierde enfrentándose a esta plebe. Y un Federico Luppi ,recientemente fallecido, destaca con
un papel de mafioso religioso. Luego siguió por el mismo camino en "Sin noticias de Dios".
Ahora, el director, vuelve a la carga con una cinta que recuerda a "Alatriste"donde los españoles estaban en la guerra de Flandes. De la mano del guión de Pérez Reverte se introduce en ese mundo selvático donde hombres sin ningún tipo de piedad se pasan por el filo de la espada a todo aquel que se le ocurra respirar del bando equivocado. La historia se desplaza hacia Las Indias allí donde iban los españoles para alcanzar El Dorado. En medio, el sometimiento de los indias y la lucha en plena selva. Ya lo intentó en su día Carlos Saura con "El Dorado" sin mucho éxito y Werner Herzog con "Aguirre, la cólera de Dios" en una actuación de locura de Klaus kinski, aquel colono que pretendía pasar la colina con el barco a hombros. La búsqueda de esa ciudad donde un rey se baña en oro es objeto de persecución y muertes. Aquí aparecen un amplio abanico de actores: el capitán interpretado por
Óscar Jaenada, encargado de pasar por la espada a todo el traidor que se le cruce.
( Raúl Arévalo está en su punto de mira desde las primeras imágenes que quiere ensartarlo) a todo aquel que ose enfrentarse;
Coronado, como sargento fiel y salido de mil batallas; Juan Diego en su papel de estrafalario misionero y fuera de sí,
Bárbara Lennie y Anna Castillo el punto de discordia entre el grupo. Todo un grupo de expedicionarios en busca de las riquezas.
Ahora, el director, vuelve a la carga con una cinta que recuerda a "Alatriste"donde los españoles estaban en la guerra de Flandes. De la mano del guión de Pérez Reverte se introduce en ese mundo selvático donde hombres sin ningún tipo de piedad se pasan por el filo de la espada a todo aquel que se le ocurra respirar del bando equivocado. La historia se desplaza hacia Las Indias allí donde iban los españoles para alcanzar El Dorado. En medio, el sometimiento de los indias y la lucha en plena selva. Ya lo intentó en su día Carlos Saura con "El Dorado" sin mucho éxito y Werner Herzog con "Aguirre, la cólera de Dios" en una actuación de locura de Klaus kinski, aquel colono que pretendía pasar la colina con el barco a hombros. La búsqueda de esa ciudad donde un rey se baña en oro es objeto de persecución y muertes. Aquí aparecen un amplio abanico de actores: el capitán interpretado por
Óscar Jaenada, encargado de pasar por la espada a todo el traidor que se le cruce.
( Raúl Arévalo está en su punto de mira desde las primeras imágenes que quiere ensartarlo) a todo aquel que ose enfrentarse;
Coronado, como sargento fiel y salido de mil batallas; Juan Diego en su papel de estrafalario misionero y fuera de sí,
Bárbara Lennie y Anna Castillo el punto de discordia entre el grupo. Todo un grupo de expedicionarios en busca de las riquezas.
La cinta trata de una de las tantas
expediciones de los conquistadores en la selva de cualquier lugar de las
Indias. El destino nunca se sabe, más bien ruedan sin rumbo alguno, detrás de
esa fantástica ciudad que los colmará de oro y bienes. Antes de encontrar nada
ya se hacen particiones del tesoro y del reparto proporcional. En la expedición
no podía faltar el religioso que no pierde punto en decir que es el enviado de
Dios que quiere cristianizar y salvar a los salvajes. El escribano del rey que
anota y deja constancia de todo lo que sucede. La cinta continúa con los
asesinatos de aquellos que contradicen las órdenes de los superiores. La avaricia por la riqueza
imaginaria llega a otros expedicionarios que quieren liquidar a los primeros. La
cinta gira y gira en esa escalada de violencia conforme sienten que están casi
encima del oro deseado. La avaricia ataca sus vidas y se inserta dentro de ellos como una
fiebre persistente. Finalmente, queda ese deseo de posesión, de conquista de
haber llegado a unas tierras que les pertenecen a ellos, porque sienten que la civilización que
les rodea es suya. Esa pasión ciega de poseer el mundo a sus manos y bajo sus pies sin importarles otra cosa que alcanzarlo a toda costa.
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