viernes, 12 de mayo de 2023

La última película



 Título original Last Film Show

Año                 2021

Duración         102 minutos

País                 India

Dirección         Pan Nalin

Guión              Pan Nalin

Música            Cyril Morin

Fotografía       Swapnil S. Sonawane

Reparto           Richa Meena, Rahul Koli,

                        Dipan Raval, Bravin Rabari,

                         Vijay Mer, Kishan Parmer,

                          Tia Sebastian, Vikas Bata,

                         Bhraves Shrimali, Shoban Makwa.

"La última película" de Pan Nalin ( Espiga de Oro en el festival de Valladolid  de 2021) inicia su andadura con las distracciones o juegos de un niño que pasea por el campo. Allí, en la vía del tren, se inicia un mundo de sensaciones ambientales que despiertan los sentidos. Luego aparece su padre y continuamos con otros sentidos, el colorido de los vestidos y carteles de la ciudad. Todo está subido de tono; colores ruidos, bullicio que despiertan nuestros sentidos. 

No encontramos escenarios falsos, pues todo encaja en un estilo de sociedad y en unos lugares corrientes de un pueblo remoto, estado de Saurastra, de la Indio. Allí vive Samay, un niño de nueve años con su familia que va al cine, de paredes peladas, bancos de madera, donde conocerá al proyeccionista y mantendrán una relación muy perecida a la de 

Salvatore y Alfredo ( aquí sus nombres son Fazal y Samay) de "Cinema Paradiso" de Giuseppe Tornatore. Como en muchas  historias, aparece la biografía del propio autor reflejada en la pantalla, ese chico impresionado por la magia de las imágenes será él que de adulto que se dedique a la dirección. Ese será el tema y la ilusión del niño, de contar sus propias fantasías que se reflejen en la pantalla. Quiere poner filtro diferente a su vida, cambiar el rumbo de su vida, aunque él todavía no lo sepa. La historia repasa esos momentos pasados del cine y su proyección en las salas rancias de la época: los gritos, las ilusiones, los cortes de las cintas. 

Homenaje al cine desde el prisma de un niño que ama y desea las aventuras y las ficciones del celuloide. Recuerda, en parte, salvando las diferencias culturales, a la última de Spielberg "Los Fabelman". En definitiva, la biografía del director asoma por todos lados: las ganas de contar historias, el interés por realzar los planos de su fantasía, captar la luz, los colores mirando por una botella verde, los detallas con las sombras y los mimos; junto con el contacto del mundo del cine con la nueva amistad que le facilita visionar y entrar en contacto con las cintas de las películas. Todo ello, está contado con sensibilidad y ternura.



Ese niño ha decidido su profesión: creará películas. Eso mismo le comenta a su padre después de quedar impresionado y encantado de la magia de la proyección: una luz poderosa capaz de contar historias. En esa vuelta en tren a su casa se lo cuenta a su padre que le contesta que está loco. Eso no es profesión decente ni que se pueda granar la vida con ello, pero el chico le contesta que peor es vender té diario en el andén del tren como hace él. En ese pueblo periférico se muestra la cultura de la zona. Ese hijo del vendedor no está muy bien visto por el resto de la comunidad, pues vaga perdido siempre por los campos y con unas pintas extrañas. No aconsejan a los demás niños para que vayan con él. Cuando puede, escapa al cine y queda impresionado por las mentiras de ficción que ve en la pantalla. Estamos ante un niño diferente al resto, apasionado por las aventuras y la ficción de la pantalla que le hace salir de la rutina diaria de vender té a los pasajeros del tren y de escuchar las lecciones de la escuela. Maravillado por las chispas de luz que lanza el proyector que cambia la vida y las cosas de su entorno: los reyes, las princesas. Pero esa irrealidad no la puede vivir porque cuesta un dinero que no tiene y lo tiran del cine de  patitas a la calle. En ese ambiente de cine, todo es sencillo, cariñoso y cordial. El niño se hace amigo del señor que proyecta la película y tiene acceso gratis desde la cabina de proyección a cambio de entregarle el desayuno apetitoso que la prepara cada día su madre. Ese tren que pasa por delante de su cara es el que quiere subir para ir a otra parte y dejar la tetera del té en el suelo con la que se gana la vida su propio padre. Él quiere progresar, vivir otra vida en otro lugar. Sin embargo, hay que esperar, pero la creación del cine pasa por sus venas y con unos recortes de cinta de película, una bombilla, los sonidos realizados con las manos o piedras y la luz del sol conseguirá plasmas  una imagen borrosa en una sábana. Así, crearán un mundo de historias personal y alternativo al de la sala cutre del pueblo. En fin, una infancia de naturalidad con una madre que prepara comida con mucho mimo, un padre gruñón que lo único que le interesa es que su hijo se dé prisa con el té porque el tren pasa rápido y debe vender mucho, pero prima la afición por el cine desde una óptica de un niño con la intención de crear mundos diferentes y paralelos a la realidad.

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