Hay películas que te da pereza verlas. Ni siquiera a darles unos minutos de cortesía como sucede con ésta o en otras muchas que posteriormente abandonas. Pese a tener una crítica buena, tanto de los especialistas como de los que no lo son, pero te sigue dando pereza. O la carátula de la cinta: un tipo con una guitarra a la espalda y camino por delante para buscarse la vida. Parece que no diga suficiente para engancharte. Sin embargo, en un tiempo de pocas novedades a mi alcance y tratarse de una biografía, gana fuerza para investigar, a ver qué sucede. De entrada, el integrante es un componente de un conjunto musical que con el cigarro en medio de las cuerdas de la guitarra intenta taladrar el respetable público mientras realiza un concierto. Habla con plena convicción de los amores de don Quijote, ya me ha enganchado, y su sentimiento acérrimo hacia su Dulcinea que ni siquiera conocía y que hubiera dado su vida por ella. El inicio arranca en un concierto de finales del siglo pasado, años noventa.
Ese guitarrista, interpretado por Pepe Lorente, solista del grupo, la emprende con los espectadores porque está a parir con el mundo por culpa, en parte, de las drogas y con alguien la tiene que tomar. La película autobiográfica es "La estrella azul" del director Javier Macipe. Finalmente, cuenta las andanzas de un roquero llamada Mauricio Aznar Muller, que daría a luz la canción "Apuesta por el rock and roll" con su banda Mas Birras que posteriormente saltaría a la popularidad de la mano de Héroes del silencio.
Así pues, cuando detrás de todo hay una carrera musical efímera por su corta vida, pero intensa por como se vive, merece la pena. Sin duda alguna, la cinta que levanta sensibilidades donde no las haya.
Título original La estrella azul
Año 2023
Duración 129 minutos
País España
Dirección Javier Macipe
Guion Javier Macipe
Fotografía Álvaro Medina
Reparto Pepe Lorente, Cuti Carabajal,
Bruna Cusi, Marc Rodríguez,
Mariela Carabajal, Pablo Álvarez,
Noelia Verenice Díaz,
Alberto Castrillo Ferrer,
Catalina Sopelana, Josh Climent,
Manuel Chacón.
El tipo tiene fama y tirada y la banda sube como un tiro, pero el cantante y líder de Más Birras le importa una mierda el público. Se siente poco menos que un mico encima del escenario y los deja plantados en medio del concierto. Se la suda todo, no va a volver al circo. Pasa una crisis existencial, pese a su juventud, la fama, la gente, el bullicio, le sobrepasa. No quiere vivir así, está a tope de droga y alcohol. Necesita dar un bandazo a su vida. Eso mismo: acabar con el personaje y largarse hacia el otro extremo del mundo donde camine en libertad a otro ritmo. Allí donde componga al compás del silencio de las buenas compañías. Es el momento de abandonarlo todo y pirarse hacia Argentina. Quiere seguir los pasos musicales del cantautor y escritor de música tradicional Atahualpa Yupanqui. Se tira a la calle y por culpa de realizar una buena acción, a las primeras de cambio, ya ha perdido el equipaje y se encuentra anclado en un lugar. Su intención es la de conocer a Carlos Carabajal, el padre de las chacareras, danza que se ejecuta con guitarra y violín. Así, la intención final, aparte de tocar la música tradicional, que primero ha de abandonar la guitarra para sentir el sonido del tambor, será que el músico argentino toque su melodía en las fiestas populares del Pilar. Después de ese intercambio cultural, vuelve a Zaragoza con su grupo, pero la fatalidad le acompaña: su chica ya está cansada de él, el hermano alcohólico perdido que se quita la vida y, como colofón, su ilusión de que Carabajal actúe en la plaza de la catedral en las fiestas se difumina, pues un triste funcionario le da largas. Así las cosas, lo más fácil es que el cantante se despeñe por un barranco. Sus días pronto acabarán, pero no es necesario mostrar un final patético, sino quedarte con una margen de felicidad y revivir la pasión y hermandad con el pueblo argentino, pasados los años, en el lugar donde Mauricio fue feliz. En fin, la cinta está cargada de sensibilidad de un hombre que huía de la fama y el bullicio y quería encontrarse con otra forma de crear música y, sobre todo, relacionarse con otras culturas. Mientras, de un lado, se mantiene en el filo de las pasiones desenfrenadas y la vitalidad, en el otro, la calamidad de las desgracias y sus comidas de tarro hacían mella en su débil sensibilidad. La balanza se decantó por la segunda opción que hizo quitarse su vida y precipitarse en la nada, pero dejando su legado.
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