Título original Darling
Año 2015
Duración 76 minutos
Director Mickey Keating
Guión Mickey Keating
Música Giona Ostinelli
Fotografía Mac Fisken
Reparto Sean Young, Larry Fessenden, Lauren Ashley,
Helen Rogers, Brian Morvant, John Speredakos.
“Darling” de Mickey Keating
explora la vía de la elipsis: con el menor número de datos el espectador ya
buscará completar los tramos vacíos. Este tipo de películas en blanco y negro
puede tener dos lecturas: una, por un lado, muchos espectadores van a pensar
que el director se ha quedado con él, vamos que se ha subido a una parra, por
decir algo, con la cámara en la mano y que allí ha permanecido día y noche
rodando hasta que se ha cansado para bajar más tarde a colocar los títulos de créditos
de la película, además de pretencioso en mostrar unas imágenes morbosas y una
trama idiota que no viene a cuento; dos, por otro lado, que la importancia de
saber la procedencia del personaje o su historia no importa en el desarrollo de la trama; ahí está (1) “El último tango
en París” de Bertolucci donde los personajes se desconocen y el móvil que les empuja es un
desenfreno sexual de uno hacia el
otro, con la única intención de follar a saco. En este caso, la obsesión psíquica,
patológica o de locura de remate, por parte de la protagonista, está en
cargarse a un tío por el motivo que sea, por lo menos desconocemos el sentido real que le mueva a realizarlo. La
motivación existe ya sea porque está tarada de remate o por una obsesión de
infancia, de vengarse hacia él o sencillamente por placer si partimos de que está loca. No lo
sabemos y no nos importa saberlo para disfrutar si es que te gusta el morbo de las escenas escabrosas y retorcidas.
Si seguimos con la idea de que se
ha querido dar el pegote con unas imágenes espectaculares de la ciudad en blanco y negro a lo Woody
Allen como lo hacía en(2) “Manhattan”, que abuse del misterio de las puertas y los
pasillos a lo Kubrick en (3) “El resplandor” o planos externos del edificio más
antiguo de la ciudad simulando(4) “La semilla del diablo” de Polansky. Estos ejemplos son
palabras mayores. Por eso, querido espectador no esperes tantas sensaciones juntas. Hay
eso sí, secuencias de suspense del clásico estilo: con las puertas que golpean
en la tormenta y un personaje que deambula por la casa con sus neuras, ruidos
inesperados y sospechosos más bien producidos por ella misma y su obsesión
constante . Es una bajada a los infiernos del personaje, el
cual parece que tiene temas escabrosos pendientes que resolver y lo hará en la
casa de turno. Las elipsis constantes
o carencias de explicación se pueden tomar como una falta de respeto
hacia el espectador o un vacío explícito que ya se completará con la
imaginación de éste. Está repleta de simbologías como el crucifijo que
encuentra en la casa y ya no lo suelta hasta el final, el sonido constante del
reloj alertando el tiempo que pasa inexorablemente. Al
mismo tiempo, los sueños, pesadillas, tormentas y sonidos repentinos sobresaltan
constantemente ante el porte tieso de la protagonista y de ahí no pasa. Finalmente, es el tipo
de películas que a unos les parecerá una porquería, en cambio a otros una
auténtica genialidad. Bueno, ahí está la grandeza del cine: pasen y miren.
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