Año 2015
Duración 122 minutos
País Estados Unidos
Director Kyle Patrick Álvarez
Guión Tim Talbott
Música Andrew Hewitt
Fotografía Jas Shelton
Reparto Billy Crudup, Ezra Miller, Michael Angarano,
Tye Sheridan, Johnny Simmons, Olivia Thirlby,
Thomas Mann, Jesse Carere, Callan McAuliffe,
Keir Gilchrist, Moises Arias, Ki Hong Lee,
James Wolk.
“Experimento en la prisión
Stanford” de Kyle Patrick Álvarez ( “remake” de la película alemana(1) “El
experimento” de Oliver Hischbiegel) cuenta el caso verídico del psicólogo
Philip Zimbardo que pretendía observar el comportamiento de unos individuos
presionados por unas condiciones especiales. Quería con esto ver el desarrollo
y los cambios que se producían en los individuos en esa situación extrema. La investigación consistía en
reclutar a personal normal, corriente de la calle, y ofrecerles una renumeración
económica a cambio de realizar unas tareas. En principio no era más que un
trabajo temporal: te pago un dinero a cambio de realizar esto. Así pues, esos tipos deben realizar unos papeles que se les asignará: unos serán los
prisioneros y los otros, los celadores que los vigilarán en una prisión simulada y
controlada por los psicólogos a través de unas cámaras. La idea no es otra que
ver el comportamiento y las reacciones de esas personas ante un mundo desconocido para ellos. Los cambios que se producen, a causa del rol asignado, será estudiado por los especialistas. En cierta manera recuerda las situación
que se produce en la película (2) “ El señor de las moscas” de Hary Hock, donde un
grupo de jóvenes se encuentra en una isla solitaria y pronto se ve la
disposición de los dominantes que quieren imponer sus ideas a los dominados. En estos casos asoma la dictadura y
violencia con tal de imponer un poder establecido y una jerarquía de dominio
absoluto.
La acción empieza con desprenderse
de cualquier vestigio de personalidad y para ello se imponen unas barreras de
distanciamiento que delimiten las
fronteras de los dos grupos diferenciados, así, por ejemplo, el uniforme es la
marca distintiva: los presos con una bata, un número impreso como distinción
única y los carceleros con un uniforme, gafas y porra. Esta situación nos
remite a una sociedad reconocible de todos los tiempos donde siempre ha habido dominadores
y sometidos: el maltrato de género, sufrido en su mayoría por las mujeres, los
abusos laborales y de explotación en un mundo de consumo, las diferencias de razas y clases sociales, las dictaduras más
tiranas de los países que mantienen a su pueblo sometido al yugo de unas leyes
marginales y vejatorias. Eso es lo que da que pensar mientras avanza la
película y la violencia va en aumento. Los personajes les ha tocado realizar un
rol dependiendo de una moneda tirada al aire, si es cara tu careto hará de matón con porra y si sale cruz de puteado prisionero. Al principio, la coña entre los participantes está servida,
pero no se tardará en tomar cada uno su puesto que le corresponde como una
aventura del destino antes que un
juego macabro. Con sus ropas fuera y con estas otras puestas parece que se han
quedado sin personalidad y han adaptado otra muy diferente a la suya. Así, dependiendo
del contexto y de la situación, el doctor entiende que las personas normales pueden
cambiar de forma de ser,ya que se pueden transformar en monstruos que aplican las leyes del sistema hasta extremos malignos insospechados para aplacar al oprimido preso. A estos últimos se les ha privado de su libertad, en cambio, los otros se sienten poderosos porque tienen
la capacidad de dominar y esto les hace fuertes. Mientras se incorporan
factores de confusión para hacerlo más creíble como por ejemplo los familiares
que visitan a los presos o un cura que les da una charla. En definitiva, el experimento
llega a un punto donde parece que el creador está fuera de control que los
personajes se han metido tanto en su papel que se puede desmadrar la situación. Ante el
desborde del experimento no se puede hacer otra cosa que parar puesto que ya se
ha visto aquello que se quería observar: el hombre se puede manipular cuanto se
quiere y moldear en un sentido abstracto de la maldad.
(1)
(2)
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