miércoles, 8 de febrero de 2017

Después de nosotros





Título original L'economie du couple

Año               2016

Duración       100 minutos

País              Bélgica

Director         Joachim Lafosse

Guión            Joaquin Lafosse, Fanny Burdino,

                     Mazarine Pingeot

Fotografía     Jean-François Hensgens

Reparto         Berénice Bajo, Cédric Kahn,

                     Jade Soentjens, Margaux 

                     Soenjens, Marthe Keller

                     Catherine Salee, Tibo

                     Vandenborre, Philippe

                     Jeusette, Annick Johnson, 

                     Pascal Rogard, Ariane Rousseau.
  
"Después de nosotros" de  Joaquim Lafosse arranca sin más preámbulo con una bronca continuada de un matrimonio ( interpretado por 

Berenice Bejo y Cédric Kahn 

) con sus dos hijas como espectadoras. No sabemos nada de sus vidas anteriores porque el director quiere meterse de lleno a cortar materia de un tema tan complejo como es el divorcio y la separación de bienes materiales junto a la distribución de los bienes morales compartidos como es la educación de sus hijas. Y aquí es cuando llegan los problemas más importantes porque cuando no se va a una y los padres no hacen piña en muchos criterios lo más normal es que se utilice a los hijos como piedra arrojadiza para lastimarse entre ellos. Esto es justo lo que sucede a partir en que los puntos de vista varían sencillamente por llevarse la contraria uno al otro, solo por fastidiar. En ese contexto, los niños se suelen aprovechar de la situación como por ejemplo en el momento de tomar un helado después de una batalla de discusión por comerse la comida, uno quiere castigar sin postre, pero el otro consiente la golosina.

 Recuerda, con la excepción de que en aquella ocasión no había niños de por medio y que no es tan violenta por lo menos físicamente, a "La guerra de los Rose" de Danny DeVito donde Katheleen Turner y Michael Douglas se tiraban los trastos a la cabeza con una violencia tan extrema que llagaban hasta la muerte. En este caso es una lucha descarnada por apropiarse, por las dos partes, tanto la casa como la tutela de las hijas.








La película cuenta desde el inicio las pautas de un matrimonio en puertas de la separación. Una parcelación del territorio en la casa: horario para tener a los niños, separación de habitaciones incluso de espacios tan reducidos como la nevera con un carácter de privacidad extremo. Todo ello porque el marido no tiene trabajo ni retribuciones económicas que le permitan largarse de casa. No sabemos nada de su anterior relación ni como han llegado a una situación de crisis tan grave. Intuimos que la relación se ha ido crispando, desgastando con el paso del tiempo. El hecho de compartir casa se producen escenas de violencia cuando los amigos de ella se reúnen en casa y se juntan en la cena, con él delante, allí se producen diálogos crispados donde saltan chispas de mal rollo.  Con todo, atisbamos un rayo de luz donde vemos que en un momento del pasado estaban enamorados, pues hay un corto espacio para rememorar aquellos tiempos de enamoramiento. Sin embargo, la alegría dura minutos porque pasada la euforia en compañía de sus hijas vuelven a la carga. En medio, como no podía ser de otra forma, aparece la suegra para generar paz, pero lo que provoca es más odio. En definitiva, una película bronca que nos dejará un sabor de boca áspero con la impresión de que el ser humano contiene una maquinaria de precisión inconformista con su condición actual que nunca será feliz con lo que tiene porque la felicidad es efímera y más si se busca donde no está: hay que sumergirse dentro de uno mismo para encontrarla.   

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