Año 2016
Duración 128 minutos
País Rumanía
Director Cristian Mungiu
Guión Cristian Mungiu
Fotografía Tudor Vladimir Panduru
Reparto Adrián Titieni, Vlad Ivanov,
María-Victoria Dragus, Ioachim
Ciobanu, Gheorghe Ifrim, Emanuel
Parvu, Valeriu Andriuta, Claudia
Susanu, Adrián Vancica, Liliana
Mocanu, Lia Bugnar, Tudor
Smoleanu, Andrei Morariu,
Rares Andrici, Constantin Cojocaru.
Cristian Mungiu sigue la
línea que marcó en su película “Cuatro
meses, tres semanas y dos días” ( cinta excelente que te dejaba echo polvo) donde la angustia es tan agobiante de ver a los protagonistas que sufren a cada minuto que pasa. Allí el trapicheo de la ilegalidad del aborto
abocaba a unas chicas jóvenes a verse metidas en un fango repugnante. Aquel
médico, o lo que fuera, desconsiderado, encarnado por el actor Vlad Ivanov
que ahora está metido a policía que facilitará los chanchullos que le pide el protagonista ( Adrián Titieni ).
La cinta, "Los exámenes" ( mejor director en el festival de Cannes 2016) cuenta la obsesión que tiene un padre con los exámenes finales de su hija pues la nota le dará derecho a estudiar en Inglaterra. El padre no puede tolerar que se quede anclada con un chico de por allí con poco futuro, como les pasó a ellos, sus padres, y pretende lo mejor para ella: que marche fuera cueste lo que cueste.
Sin embargo, sucede un hecho puntual que cambiará la dirección de los acontecimientos y se verá obligado a mover unas teclas sociales ( su profesión de médico le deja capacidad de movimiento) para conseguir ese deseo.
que ahora está metido a policía que facilitará los chanchullos que le pide el protagonista ( Adrián Titieni ).
La cinta, "Los exámenes" ( mejor director en el festival de Cannes 2016) cuenta la obsesión que tiene un padre con los exámenes finales de su hija pues la nota le dará derecho a estudiar en Inglaterra. El padre no puede tolerar que se quede anclada con un chico de por allí con poco futuro, como les pasó a ellos, sus padres, y pretende lo mejor para ella: que marche fuera cueste lo que cueste.
Sin embargo, sucede un hecho puntual que cambiará la dirección de los acontecimientos y se verá obligado a mover unas teclas sociales ( su profesión de médico le deja capacidad de movimiento) para conseguir ese deseo.
La película está metida en un
bucle dramático que ningún protagonista escapa del mal rollo. El director ha
articulado una red invisible por la cual todos deben pasar por el tubo de las desgracias, desde padres insatisfechos con la vida donde surgen infidelidades y rutina contagiosa, hasta hijos que no saben qué camino tomar en ésta. Por lo tanto, no hay
ni una pizca de satisfacción ni se atisba un resquicio de luz en todo el metraje en esos personajes que deambulan por la pantalla. Desde el inicio se augura un porvenir negro. Un desconocido lanza una piedra contra el cristal de su casa como señal de lo
que se va a ver durante toda la cinta: dureza, dolor, cristales rotos; todo lo que ocurre hasta el final será un camino espinoso. Tanto la piedra dura como los cristales rotos serán como una simbología
de un futuro incierto, de las relaciones rotas, dañadas desde hace mucho tiempo, pero es ahora cuando
afloran a la superficie. El hilo conductor se encuentra en el examen final que
va a realizar la hija del protagonista, pero por culpa de un intento de violación que
sufre el día antes del examen se encuentra indispuesta para realizarlo. Ante esa
situación, el progenitor moverá todos los cables que hay a su alcance, tanto profesores como policías si fuera preciso para que
la chica consiga sacar adelante la nota deseada para acceder a la plaza en el
extranjero. Su posición de doctor le abre el camino a la corrupción y los favores se suceden a cambio de facilitar
operaciones. Todo ello no quedará aquí, pues éste mantiene una relación amorosa con una antigua paciente que quedará al descubierto, pese a que su esposa ya lo sabía y esto da pie a que empeore todavía más su relación. En definitiva,
una angustiosa película de principio a fin que era lo que pretendía el director.
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