Título original No sé decir adiós
Año 2017
Duración 96 minutos
País España
Dirección Lino Escalera
Guión Lino Escalera, Pablo Remón
Música Pablo Trujillo
Fotografía Santiago Racaj
Reparto Nathalia Poza, Juan Diego, Loal Dueñas,
Miki Esparbé, César Bandera, Noa
Fontanals Fourgnaud, Marc Martinez, Oriol
Pla, Greta Frenández, Emilio Palacios,
Pere Brasó, Miguel Guardiola.
La cinta "No sé decir adiós" de Lino Escalera ( Premio especial del jurado en el festival de Málaga 2017 y otros tantos más) recoge un retazo de la vida por donde la inmensa mayoría pasamos. Ese último viaje que nos da la vida está contado y protagonizado de una forma fresca y creíble. Los personajes no chirrían en ningún momento desde el papel de un enfermo, Juan Diego, ( actor con un recorrido amplio dentro de la filmografía del cine español, siempre con esa pausa y contención necesaria en cintas como
"Casual Day" de Max Lemcke donde la hipocresía corrosiva de los viajes de empresa para fomentar las relaciones se ve inmerso en una serie de provocaciones, amenazas y otras situaciones;
"Vete de mí" de Víctor García León donde un hijo Juan Diego Botto, se incrusta en su vida de nuevo después de abandonar el nido familiar y eso ya no funciona;
"El viaje a ninguna parte" de Fernando Fernán Gómez, historia de comediantes farandulero que recorren los pueblos en busca de una representación y un trozo de pan en los años de la posguerra; pero sobre todas estas sobresale la excelente
"Los santos inocentes" de Mario Camus donde las escenas del señorito del cortijo frente a los súbditos, que siempre están en la obligación de obedecer, destacan en su pose de señorito cuando quiere que los vasallos escriban su firma, poco más que dos rayas, para mostrar los adelantos de la plebe o la justicia que viene de la mano del tonto Azarías, Francisco Rabal inmenso, cuelga al señorito y me dejo infinidad de títulos y actuaciones memorables de uno de los grandes de la pantalla). En esta ocasión protagoniza un papel de viejo gruñón que padece cáncer y está cerca del otro barrio; pasando por Nathalie Poza ( mejor actriz protagonista en los Goya 2018), hija pasada de vueltas que se toma la vida como si fuera la última farra por pasar en este mundo y llegando a Lola dueñas, hermana de la anterior, con cierto complejo de no haber realizado nada en la vida. Todos ellos se apoderan de la pantalla y ya no la sueltan. Aquí aparece esa relación padre e hija que, a veces ,recuerda aquella que tenían Fernando Guillén y Cecilia Roth en "Otros años vendrán" de Eduardo Cortés. No es un tema nuevo. Hay otra película excelente que trata el mismo tema con una exquisitez especial y se llama "Tres días con la familia" de Marc Coll con un Eduard Fernández excelente, como siempre, en este caso el difunto ya ha fallecido y los reencuentros familiares chocarán constantemente entre sí.En fin, una película poco recomendable por el mal rollo que da, pero por donde casi todos pasaremos un día u otro. Cinta que, desgraciadamente, se te queda en la retina durante varios días.
La historia gira en torno a la
enfermedad de un padre y las peripecias que pasan las dos hijas ante esta
situación crítica. Saldrán de las entrañas recuerdos y
sucesos que alterarán la relación. ¿Quién no se ha visto en esa situación
extrema donde entre familiares parecen auténticos desconocidos? Ese lugar de encuentro después de pasar años sin verse, en la funeraria o en los últimos suspiros de alguien querido. Esa situación incómoda de cuidar al
paciente porque está hospitalizado y alguien debe quedarse de guardia, por si
necesita algo o en última estancia no vaya a morirse solo. Esa relación en los
momentos de enfermedad no son nada confortables, el enfermo cascarrabias
saltará siempre con una bronca en todo momento. En esa situación, los minutos, los días se
hacen eternos. El enfrentamiento visceral llega cuando se les comunica que ya
no hay solución. ¿Por qué no probar otro tipo de tratamiento alternativo a la
quimioterapia? Ese recorrido a ninguna parte, porque la salvación es imposible
marca la relación que hasta entonces no se tuvo con su hija. Esa antesala de la
muerte es justo donde se hacen las últimas confesiones secretas, aquellas que no se
quieren llevar a la tumba pero que a lo mejor estaría mejor que nunca se contaran.Esa historia que nunca has contado y que no quieres llevarte a la tumba
como si la quisieras dejar en el mundo de los vivos porque no pertenece a los muertos y no te la quieres llevar y así vas más ligero al
otro lado, sin esa carga de conciencia.En fin, la cinta no se parece en nada a
la aventura, ni a la felicidad y menos a la acción, sino a una época de la vida que
todos hemos de pasar, quizá no sea nada agradable de ver por su densidad
dramática. Horas y horas muertas de hospital con el único fin de que aparezca
cuanto antes el fin de la vida para descansar todos de una vez.
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