Por lo menos eso es lo que piensan esos chicos que están apunto de terminar el colegio y se les ve agobiados por su futuro y pronto se les va a pedir cuentas de qué van a ser capaces de hacer profesionalmente o hasta dónde van a llegar.
Ellos tienen que recorrer toda una vida con sus triunfos y fracasos. Se plantean la estupidez de la vida y en esas están cuando un chico, alumno de esa clase, se las pira y se suba a un árbol protestando de su condición de humano y lo absurdo de la existencia. Desde abajo, las chicas intentan convencerlo con estrategias sexuales de que se perderá placeres de la carne. ( Recuerda a "Simón del desierto", salvando las diferencias, aquella cinta de Luis Buñuel que mostraba al estilita que vivía en una columna. El asceta subido en su tarima y en medio del desierto, siempre tenía la tentación en la arena, unos metros más abajo, el demonio se vestía de tía provocadora y otros humanos le provocaban para que dejase la meditación).
Aquí, inventan un juego donde se van deshaciendo de los enseres queridos, luego, entre ellos, se irán pidiendo propuestas cada vez más violentas. Así, las propuestas que pide un compañero a otro son descarnadas y sin sentido que los obliga a un comportamiento un tanto sádico. El grupo de adolescentes se va radicalizando como sucedía en la cinta "La ola" de Dennis Gansel donde todo se inicia como un juego y acaba con violencia radical y descontrolada. En fin, es la muestra de una sociedad avanzada que retrocede respecto a los sentimientos humanos.
Título original Intet
Año 2022
Duración 87 minutos
País Dinamarca
Dirección Trini Piil Christensen
Guion Trini Piil Chistensen
Novela Escritora Janne Teller
Música Johan Caroe
Fotografía Bo Bilstrup
Reparto Vivelill Sogaard Holm, Mia Lerdam,
Harald Kaiser, Peter Gantzler,
Shahbaz Sarwar, Ellen Fensbo,
Maya Louise, Sigurd Philip,
Andrea Halskov, Claus Riis,
Paw Henriksen.
La rebeldía de un adolescente contra el mundo está aplicada en el momento en que se sube a un árbol y no quiere bajar nunca. Eso causa cierto desconcierto en el personal que le rodea. No quiere descender, porque considera innecesario seguir viviendo así, con un destino igual al de sus padres y sin sentido por el hecho de vivir. Los otros compañeros de clase se reúnen en torno al árbol para mostrar su desacuerdo con los pensamientos existenciales del chico colgado de las ramas. En la base del árbol protestan contra el filósofo y le lanzan piedras en señal de desacuerdo. Ese comportamiento extraño hace que el resto de compañeros se planteen la existencia como algo efímero y aparecen las historias de los parientes muertos. Los días siguen y desde lo alto arenga a los mortales de la base para que desistan de su empeño por ser famosos futbolistas o diseñadores en sus futuros trabajos. Les hace cuentas del tiempo total que se pasarán cocinando, durmiendo, trabajando, cuidando a sus hijos y el poco que dispondrán para ellos. Ni siquiera las tentaciones sexuales por parte de una chica funcionan, porque responde que todo será banal al final y acabará como siempre. Sigue en sus trece de que la vida no tiene sentido. Mientras que el tipo sigue colgado, el resto de alumnos empiezan a tener comportamientos extraños. Se sacan de la manga un juego macabro: consiste en entregar al grupo aquello que más estiman. Luego cada componente pedirá un deseo a uno de sus compañeros y éste a otro. El tono de los deseos crece en violencia. Se desmadra de tal manera que pierden el control sobre sí mismos: desenterrar al hermano pequeño; quitar la bandera de Dinamarca que cuelga en el mástil del colegio; descolgar el cristo de la cruz que cuelga en la iglesia; poseer la virginidad de una de las adolescente; cargarse a un pobre perro que deambula por allí. Así van subiendo los trofeos hasta reunirlos todos ellos en una especie de altar que llaman el montón. El tono sádico subirá tanto que les afectará directamente en su propia integridad. El colmo del despropósito llega cuando consideran esos trofeos colgados como una especie de obra de arte con un valor incalculable. En definitiva, quizá contemplemos en los adolescentes el reflejo de una sociedad sin valores sensibles. En busca de una identidad perdida o se puede pensar en esas sociedades avanzadas sin guerras ni hambre, pero con el vértigo del vacío existencial a sus pies.
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