lunes, 18 de noviembre de 2024

De repente, solos



Todo no va a ser calentarte la cabeza o pasar miedo ante los asesinatos de un tarado. A veces, se puede pasar un rato entretenido con una aventura de supervivencia en una isla solitaria. Eso mismo nos cuenta Thomas Bidegain ( consolidado guionista francés en películas como "De óxido y hueso" y "Dheepan" de Jaques Audiard, "Perder la razón" de Joaquin Lafosse, también se ha lanzado a la dirección, aparte de ésta, en "Mi hija, mi hermana"). 



Aquí "De repente solos" cuenta las vicisitudes de una pareja, interpretado por Gilles Lellouche y Melanie Thierry,  que se adentran en los confines de Chile y aparecen en una isla deshabitada.




 La mala suerte, porque han desembarcado en una lancha, les trae una terrible tormenta y los deja aislados en la zona. El barco, en principio bien anclado, ha desaparecido con el temporal. Ahí empieza la aventura de vivir sin nada o lo que da el mar y la naturaleza. Aquí no vendrá nadie y ellos deberán enfrentarse a las precariedades de la soledad. Encuentran una especia de refugio deshabitado que ocuparán provisionalmente Por momentos se viene a la cabeza "Náufrago" de Robert Zemeckis, incluso "La sociedad de la nieve" de Bayona, pero siempre salvando las diferencias. 




En fin, una cinta de sobremesa que pasa sin pena ni gloria viendo a esos dos tipos que cada vez se sienten más abandonados y perdidos a su propia suerte.

Título original Soudain Seuls

Año                 2023

Duración         110 minutos

País                 Francia

Dirección         Thomas Bidegain

Guion               Thomas Bidegain

Música              Raphael Haroche

Fotografía         Nicolas Loir

Reparto             Gilles Lellouche

                          Melanie Thoerry.




La pareja que se las promete felices con su barquito consigue encontrar una isla donde visitan. Les pilla una fuerte tormenta, intentan ir al barco, pero se hace imposible, ya volverán cuando pare. La sorpresa viene al día siguiente cuando ven que ha desaparecido el barco. Ahora vienen las culpas, por qué no lo has anclado bien, qué vamos a hacer en una puta isla desierta, nuestras cosas están allí. Llorar no es suficiente consuelo. La bronca entre los dos está servida. La felicidad idílica del inicio se ha escapado como un soplo. Solo queda aguantar hasta que los rescaten. El barco, dice él, tiene una alarma y su hermano se pondrá en contacto con las autoridades, cuestión de tiempo. No se pueden venir abajo. Llegan las dudas, los trabajos o tesis por entregar, aquello que dejaron que les preocupa, pero en su situación poco influirá, puesto que al paso que van no sabrán el tiempo que les queda aguantar allí. La pareja, en esas condiciones adversas, escupirán aquellos secretos bien guardados en el pasado: nuevos proyectos, diferentes trabajos, los cuernos que le coloca él, las mentiras de ella. Detalles que uno no había consultado al otro y que sientan como el culo cuando las vomitan. Ahora, eso no les ayuda, pero es el momento de las confesiones oscuras, como si la cercanía de cruzar la línea del otro barrio fuera necesario marchar limpio de pecado. Sin embargo, ante la soledad, no tienen más remedio que hacer las paces y retomar el amor que un día hubo entre los dos. Las dificultades pueden crecer: accidentes imprevistos, el resultados de un amor intenso. Complicaciones que no ayudarán a salir del lugar, porque la intención es atravesar la montaña nevada y dar con el otro lado con la intención de encontrar una base de toma de temperaturas. En definitiva, justo en el momento en que necesitan estar más unidos, es cuando se tiran los trastos a la cabeza y se cuentan las infidelidades anteriores y  se aburren de estar con el otro. Aquí, sin nadie más que ellos, son dos y mal avenidos. Se vislumbra, con todo, un final feliz.

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