"El amor de Andrea" de Manuel Martín Cuenca ( su temática siempre intenta ahondar en las neuras de los personajes hasta llegar a la máxima profundidad de sus consecuencias. Así, por ejemplo, en "La hija", la obsesión por conseguir un hijo a toda costa es el desarrollo del tema, aunque se haya de forzar a la madre hasta límites insospechados ; en "El autor" la fijación está en ese tipo que quiere ser escritor a toda costa y triunfar, porque si su mujer que es imbécil, lo consigue, él no será menos, aunque no tenga capacidad para ello; "Caníbal", comer carne humana como algo normal del esquizofrénico personaje después de descuartizar el cadáver. Con ello destapa las manías que hay en el interior del ser humano. ) nos introduce de lleno en el ambiente cultural en que se va a mover; una procesión de Semana Santa en Cádiz y su ritual del paso por las calles mientras introduce los créditos. Aquí, el personaje adolescente,
interpretado por Lupe Mateo Barrero, actriz novel, que muestra espontaneidad del recién llegado a la profesión y un marcado acento andaluz, tiene grabado en su cabeza una fijación que no la deja vivir: por qué les abandonó su padre. Por eso, lo persigue en la procesión, ya que es costalero y por donde se mueve. La sensación inicial es de paz, quietud y tranquilidad, pero el fuego va por dentro. Sin embargo, el conflicto llega pronto cuando ve que la falta de su padre supone que ella no pueda liberarse de la esclavitud de cuidar a sus hermanos pequeños que lo hace con delicadeza, pero no le dejan vivir su momento de adolescente.
Así, toman el catamarán de la bahía de Cádiz para visitarlo y pedir explicaciones. Persigue y acosa al guía de la familia que acabará defraudándola. En fin, la joven se debate en su interior por saber la realidad de esa relación rota entre sus padres. Quiere que alguno de los dos le diga la verdad de esta situación que no le quieren contar ni uno ni el otro. Así no se puede concentrar en ser ella misma. Quiere explicaciones.
Título original El amor de Andrea
Año 2023
Duración 101 minutos
País España
Dirección Manuel Martín Cuenca
Guion Manuel Martín Cuenca, Lola Mayo.
Música Vetusta Morla
Fotografía Eva Díaz
Reparto Lupe Mateo Barredo, Fiderl Sierra,
Cayetano Rodríguez, Irka Lugo,
Jesús Ortiz, Inés Amueva,
José maría Velludo Otero.
Los primeros compases de la trama vemos a una adolescente que se encarga de los hermanos pequeños. Ella debería asistir al instituto, pero se pasa todo el día al cargo de sus cuidados: espera en la playa hasta que salgan del colegio y cuida de ellos hasta el final de la noche. Es una madre potencial con quince años que quizá no le toque esas tareas. Pese a todo hay alegría en la familia fragmentada. Por momentos piensas si es todo tan dulce y no llega el drama, pronto entrará el aburrimiento. Sin embargo, aparecen las fotos del padre ausente y la madre que llega a altas horas de la noche. El conflicto se inicia en el instituto cuando el profesor explica la importancia del padre de familia en el Imperio Romano: "el pater familia, cabeza de familia que es el que tiene a su mando el resto de los componentes y protege a los que están por debajo". Esa ausencia de timón en su casa que hace que ella misma se ocupe de sus hermanos pequeños y no pueda desarrollarse ella misma como persona la desespera. Esa clase se le queda impresa en el cerebro como ascua que quema. El profesor manda una redacción a los alumnos sobre el tema, pero ya eso ha quedado desfasado con la inteligencia artificial que lo realizará a las mil maravillas. Así, el desarrolla de la trama ya está servida, por qué carajo su padre no se hace cargo de sus hijos. Allá que se va, con sus hermanos, donde vive su padre a pedir explicaciones. Pronto descubriremos que, con un niño en brazos del padre, su vida ha dado un vuelco y ha cambiado de familia. La situación se complica más porque su padre ya no pasa dinero a su madre y esto agrava la situación. A Andrea le importa un comino el dinero, lo que quiere es ver a su padre. Pretende a toda costa despejar las dudas que no le resuelve su madre y por eso vuelve ella sola, a sus hermanos se lo prohíbe su madre. Así pues, va a que se lo cuente su padre de una jodida vez, aunque no le hace ni puto caso con el mal terrible que le hace despreciándola. La adolescente insiste en frecuentar la casa de su padre para encontrar las pistas que nadie le quiere dar: primero un niño pequeño, luego una mujer que se asoma al mismo balcón donde lo hace y vive su padre. Ella, por mucho que se empeñe, el conflicto nunca lo solucionará porque hay una ruptura total entre su madre y su madre. Sin embargo, quiere contactar con su padre sea como sea, por medio de la abogada, traerá el mal rollo a casa donde su madre le da la espalda. Ahora la indiferencia la tienen de los dos lados. Quiere poner puentes en el conflicto y todavía empeorará más las cosas. Por fin, la madre confiesa que desde el principio nunca quiso a su padre, pero no se entiende que sin quererlo concibiera a tres hijos. Pese a quedar con él para comer, después de un juicio, mientras habla, se lleva una decepción tras otra. La frialdad de su padre como respuesta: "Andrea, yo no sé si puedo quererte como tu quieres". Eso no era el referente que esperaba de su padre. Se entiende, pues, que es una especie de bruto que mejor le hubiera ido en la vida sin hijos. En definitiva, demasiadas cosas oscuras para una adolescente que tiene que responsabilizarse de dos hermanos pequeños y aprender a vivir casi en soledad y sin ayudas.
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