"Vivir el momento" de John Crowley se construye a partir de saltos temporales que te rompen el esquema de la historia, pero al mismo tempo te fuerzan a que reconstruyas esos vacíos. La historia se centra en la relación amorosa de una pareja, interpretado por Andrew Garfield
( aquel actor héroe en la cinta "Hasta el último héroe" de Mel Gibson, memorable por su tozudez en rescatar a los soldados medio destrozados en la batalla, y lo veo con los cuerpos medio destrozados a sus hombros, uno tras otro sin descanso y aquí nada de eso sucede.) y por Florence Pugh
( actriz de "El prodigio" donde se negaba a aceptar que una niña se tomara por santa y no comiera durante muchos días y quería demostrar que aquello no era cierto), y su recorrido por la vida durante diez años juntos. Los hechos que suceden son corrientes: el amor que fluye violento, el embarazo, los temas laborales de ella que es chef de un restaurante y los de el que trabaja en una empresa multinacional y todo ella aderezado con una enfermedad repentina. Hace falta un tiempo para ordenar el caos inicial y centrarte en completar ese puzle que se ha propuesto el director con diferentes fases de sus vidas.
En fin, hay cierta química en esa pareja y eso le da una cierta credibilidad, pero falta la capacidad de sorpresa de contar algo diferente. Ya es un tema muy visto y recurrente.
Título original We Live in Time
Año 2024
Duración 107 minutos
País Reino Unido
Dirección John Crowley
Guion Nick Payne
Música Bryce Dessner
Fotografía Stuart Bentley
Reparto Andrew Garfield, Adam James,
Florence Pugh, Marama Corlett,
Gianni Calchetti, Garce Molony,
Aoife Hinds, Nikhil Parmar,
Heather Craney, Kevin Brewer,
Kara Lynch, Robert Eames
La fragmentación temporal de la historia despista y a veces no se sabe muy bien dónde se encuentra el personaje. Así, las primeras secuencias son las de una pareja muy preocupada por el nacimiento de su hijo que está al caer. Pronto se desplazará hacia otros momentos de sus vidas, el que se conocieron, justo en el momento en que él iba a firmar su separación matrimonia y es atropellado por esa chica que es su nuevo amor, con quien quiere formar una familia. Luego aparece la hija que ya tienen tres años, pero pronto volverá atrás para continuar las secuencias temporales que dejó sin completar. El director parece que pretenda completar la historia, pero apenas añade nada que merezca la pena. Los cambios temporales son abruptos y se pillan por el propio diálogo: hablan sobre la posibilidad de tener un niño o bien si se ha dormido y cómo va el tratamiento médico de su enfermedad. Así, la alegría del fuego amoroso inicial convive con el parto abrupto y posteriormente con el drama de las dolencias imprevistas de la enfermedad. Por lo tanto, ese cáncer trastocará la carrera profesional de la chica y debilitará su vitalidad. Es decir, sus triunfos tanto de pareja con una niña y su trayectoria de chef quedan a expensas de su enfermedad. Muestra esos momentos de una vida, mejores y peores, que suceden en ese arduo camino de felicidad con fatalidad y así une "una de cal y otra de arena" . Con la enfermedad en las entrañas, ella sigue en su profesión más metida todavía y él le recrimina porque quiere que se cuide. Pero ella sigue en sus trece que quiere dejar un legado a su hija que sea recordada como una gran chef y cuando gane el concurso le recordarán por eso, no por ser una triste madre. Aquí chocan porque él quiere que se proteja y no se lleve la paliza y el estrés de la cocina cuando está en tratamiento. Por lo tanto, se discute ese dualismo entre dejar un legado a los suyos de gran chef ganadora de un concurso internacional o bien dedicarse íntegramente sus últimos días a la familia. En fin, la intención premeditada de hacer la película a retazos de secuencias supone, en ocasiones, alejarse de la trama. Supongo que el director espera que con ello no sea una historia lineal y conecte con un espectador más atento y curioso en otro tipo de formato menos convencional.
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