viernes, 27 de junio de 2025

Warfare: tiempo de guerra


La acción se desarrolla en Irak y en el año 2006 cuando las tropas estadounidenses invaden Irak, porque George W. Bush y otros aliados estaban convencidos de que su mandatario de Irak, Hussein, disponía de armas  de destrucción masiva y era un riesgo para la humanidad. Posteriormente, cuando el dictador del país ya estaba liquidado y un caos de guerra civil se vislumbraba en ese lugar, se comprobó que de armas de destrucción, nada de nada. A los soldados los dejaron ahí tirados como colillas. La historia se detiene en esos marines norteamericanos ( SEAL, fuerzas especiales), destacamento destinado   en



Ramadi, Irak que se encuentran rodeados por un torbellino de tiros que no saben de dónde les llega. Hablamos de  "Warfare: tiempo de guerra" del director Alex Garland y Ray Mendoza que escenifica ese momento real de la batalla. Contrasta el inicio de jolgorio de los soldados agrupados y mirando el monitor a unas chicas bailando ligeras de ropa con una adrenalina a tope y las próximas imágenes de los mismos soldados que transitan por las calles miserables y desérticas con la posibilidad de recibir una bala en la frente. La alegría, bullicio y temperatura ardiente se solapan con el silencio helado del miedo a la muerte. La primera media hora parece que va a ser una coña, un paseo por las ruinas y que no va a pasar nada en esa calle tranquila, pero nada de eso ocurre y  una bomba cambiará totalmente las risas de los marines en dramas. Ahora intentan salir de ahí a toda hostia antes de que los liquiden. 



En fin, esos guerreros que están ahí para enfrenarse a un ejército poderoso e invencible, se verán metidos en una rutinaria de aburrimiento, porque el enemigo es un invento de las altas esferas políticas. Sin embargo, la trama cambia de golpe y el silencio se hace ruidoso con los disparos de ametralladora y la muerte que acecha.

Título original Warfare

Año                2025

Duración        95 minutos

País               Estados Unidos

Dirección       Álex Garland, Ray Mendoza

Guion            Idem

Fotografía     David J. Thompson

Reparto         Will Poulter, D'Pharoah Woon A Tai

                      Cosmo Jarvis, Finn Bennett,

                      Taylor John Smith,

                       Michael Gandolfini.

                       Adain Bradley, Noah Centineo,

                       Evan Holtzman, Henry Zaga,

                       Joseph Quinn, Charles Melton.




Los soldados, preparados con todo tipo de armas y trajes, se patean las calles miserables de Ramidi en busca de esas armas de destrucción masiva que no aparecen por ningún lado, solo miseria ante sus pasos. Y van tan perdidos como sus superiores, puesto que asaltan una casa donde habitan civiles que duermen tan ricamente. Toman ese domicilio tranquilo en la noche mientras duermen. Y destrozan el hogar de una familia con niños pequeños, machacan un tabique lindero con una maza. Actúan a saco sin contemplación. Nos damos cuenta de que las armas de destrucción las llevan ellos mismos que son los invasores y atemorizan a la población pacífica. Estos están ahí en busca de ese enemigo que no acaba de aparecer. Esos militares armados hasta las cejas y ante sus ojos solamente civiles circulando por la calle en sus actividades diarias pasan las notificaciones a sus superiores. Por lo tanto, el francotirador está apuntando a un blanco como posible enemigo cuando solo es un tío que pasea por la calle. Es una espera agobiante ante la falta de enemigo y de ataque alguno. Y si no hay objetivo, ni guerra, pues se lo buscarán y pobre el que reciba el castigo. Y los civiles que viven en paz con su gente, en cualquier momento les volarán la cabeza, porque si las tropas se encuentra en ese lugar es para actuar y al que le toque, pues que se joda y ya está. Sin embargo, esa intromisión en una casa y en un país, pronto recibirán respuesta y será una ratonera donde lloverán proyectiles y bombas. El ataque aparece sin compasión y no saben de dónde les llueven los tiros. Asoman las vísceras de los marines en las heridas mortales. Y el soldado que desde el suelo ve destrozado a su compañero, pero se da cuenta de que él también está mal herido sin piernas y sin capacidad de moverse. El director se recrea en la carnicería de los heridos graves y los compañeros que intentan poner remedio a lo que no lo tiene. Así, el dolor  y el terror se apodera de esos soldados que están acorralados y, por mucho que reclaman, no acuden las ayudas. La batalla es interminable entre los gritos de dolor y una pierna del herido que se ha quedado abandonada en medio de la calle con las paredes llenas de agujeros, sangre y el suelo de casquillos de balas. Finalmente, en el fondo son muy machotes con el arma en la mano y en tiempos de paz, pero cuando se inicia el baile de las municiones rondando por sus cabezas, las chulerías y las alegrías se esfuman y aparece los temores de que cualquiera que está vivo por ahí la puede palmar en cualquier momento. Por desgracia es una realidad que vuelve a aparecer en nuestros días en Iran o en otro país qué más da con tal de imponer la supremacía en el mundo.

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