jueves, 12 de noviembre de 2015

Gett, el divorcio de Viviane Amsalem



                             

Título original
Gett, the Trial of Viviane Amsalem
Año
Duración
115 min.
País
Israel
Director
Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz




Guión
Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz
Fotografía
Jeanne Lapoirie
Reparto
Ronit Elkabetz, Simon Abkarian, Menashe Noy, Gabi Amrani,Dalai Beger, Roberto Pollack, Shmil Ben Ari, Abraham Celektar, Rami Danon, Sasson Gabai, Eli Gornstein, Evelin Hagoel, Albert Lluz, Keren Mor, David Ohayon.


La película transcurre toda ella en una habitación donde se realiza un largo juicio. Allí se suceden las comparecencias sobre el mismo caso durante años, han cuidado el más mínimo detalla pues la pantalla del ordenador , al principio es de culo y al final ya es plana, con los mismos protagonistas sin que lleguen a un acuerdo. A mí, en particular me recordaba a 12 hombres sin piedad” (1957) de Lumet. Con temas diferentes, eso si, en doce hombres veíamos escenas de unas personas que tenían la responsabilidad de acusar a un presunto asesino y por más que no salían de la habitación, el espectador mantenía la atención sin pestañear mientras veía como se cocían los hechos y pruebas de éste. No es necesario exteriores si el director es capaz de llevarlos a la sala los medio de los personajes. De la misma manera en “El divorcio…” de los hermanos  Elkabetz se sucede en un juzgado cerrado. La acción y la vida cotidiana de los personajes está impregnada en los testigos que van a relatar las situaciones de una sociedad cerrada y machista.










El marido, pese a las súplicas constantes de su mujer por conseguir el divorcio, muestra una posición impasible de no dar su brazo a torcer. Frente a los acusados, se sitúa el tribunal, cada vez más desesperado cuando ve que pasa el tiempo y no se encuentra solución alguna. No acaban de entender la decisión de esa mujer que sin violencia aparente ni malos tratos quiera separarse de su marido. No comparten las razones de esa mujer que quiere separarse tan solo por capricho, ni siquiera son capaces de  atender su explicación. Si sienten distantes de su posición porque consideran que no hay motivos aparentes. Ella insiste en su razonamiento principal, acaso no es suficiente con treinta años de esclavitud, de vivir con alguien que no quiere. Por otra parte, el abogado defensor está muy contrariado y se lo toma con mucho fervor, nervioso en todo momento de que no se llegue a una solución de una vez por todas. Por momentos se intuye que hay rollo entre éste y la defendida. Pese a que en el juicio se toca el tema por encima, pero se deja en el aire. Pasan por la sala los personajes más variopintos: desde la  hermana que se solidariza con su causa, casi la única, hasta vecinos que colocan al marido como ejemplar y que muchas mujeres lo quisieran para ellas. En general, los personajes que atestiguan no ven la separación con buena cara. En la sala se respira un ambiente de sociedad completamente cerrada con respecto a la liberación de la mujer. Por delante del espectador pasa la vida de un matrimonio y las opiniones de aquellos que nada tienen nada que ver con él, pero que opinarán siempre a favor del hombre.  No se valora en absoluto la decisión de la esposa que ya no quiere saber nada de ese matrimonio que está acabado, la cual no quiere enterrar más tiempo de su vida. La situación de sumisión femenina hacia el marido se ve en una declaración de unos vecinos, en ese momento, la mujer que declara se siente tensa observada y coartada de aquello que va a decir. Mientras se suceden  las imágenes de dolor de la protagonista. En primer plano, su cara pálida y torturada de cansancio es una muestra de la impotencia. Los vestidos negros contrastan con la pared blanca. En definitiva, las evidencias de lealtad y su comportamiento como esposa no son suficientes para que el marido ceda en su decisión de dejarla en libertad. Pese a estar separados, ella nunca se puede decir que se le ha visto con hombre alguno, ni que haya dejado de lado sus tareas domésticas, pese a que ya no vive en la casa familiar. La represión de esa sociedad hacia la mujer aparece incluso en un comportamiento dentro de la sala, un momento en que ella se suelta el pelo con un gesto de de liberación y de placer mientras se lo acaricia.Este comportamiento pronto será recriminado por uno de los jueces. El juicio se convierte en una vuelta de tuerca durante varios años, en una pesadilla  por la negación y las faltas al juicio constante por parte del marido. Éste como argumento religioso comenta que sus destinos están escritos y no atiende a las súplicas de ella por mucho que diga que ya no es feliz. La cámara se mantiene fija durante unos momentos en los cristales de la sala de espera. Se ve el exterior donde fluye la vida con aparente normalidad, pero intuimos que la vida de más mujeres se encuentran en la misma situación.

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