El tema de la casa encantada, embrujada o lo que sea parece demasiado trillado y manoseado por los directores de cine. Valga como
ejemplo: “Terror en Amitibylle” ( 1979) de Rosenberg, “Los otros” (2001) de
Amenabar. La historia cuenta la maldición de una casa habitada, muchos años antes, por individuos relacionados con extrañas ocupaciones. Un matrimonio que ha
perdido a su hijo en un accidente de tráfico pretende alejarse de las malas sensaciones y olvidar cuanto antes el dolor producido por la pérdida del ser querido.
Para ello, elige esta casa en un paraje
nevado hasta las trancas, que a su manera recuerda la ambientación de "Fargo" (1996)
de los hermanos Coen con las carreteras largas y a sus lados completamente
blanco, aunque la trama no tiene nada que ver con ésta. Aquí, los lugareños ven la ocupación de los intrusos como
un presagio de malos augurios y les avisan de que no es la mejor opción la de vivir
en aquel lugar. El director, para mantener en tensión al espectador, empieza
con una sucesión de ruidos extraños que mantienen mosqueada a la protagonista, la cual está muy sensibilizada con la muerte de su hijo porque cree que él todavía se encuentra con ellos.
Así, se suceden escenas en la cama donde la madre se mantiene desvelada porque
piensa que no se encuentran solos. Aparecen en escena los padres de un amigo del difunto y más tarde el hijo de éstos con su
pareja. Los jóvenes llegan
más tarde y se encuentran un aviso escrito en la puerta de la casa, en el cual les dice que si se quieren
esperar en la casa pueden ponerse cómodos, ya que ellos volverán pronto. Así lo hacen y, después de unas copas,
empiezan las movidas y los ruidos. La música confortable se ha trasformado en siniestra. El
director coloca la cámara en movimiento del lado del monstruo que invita al joven a que
avance hacia el sótano donde se encuentra el mal. Es el inicio del ajuste de cuentas de los antiguos habitantes por vulnerar una zona maldita. La sangre y la masacre está
al caer. Los niñatos duran una
miseria en las garras de la bestia, cuando el espectador que le gusta este tipo
de películas espera ver más juego con lo que será “carnaza” en pocas escenas. Por otro lado, los matrimonios
se separan y mientras ellas compran, los hombres intentan realizar una sesión
de espiritismo. Uno de los protagonista queda poseído por los antiguos habitantes de la
casa. Ese careto en primer plano recuerda en exceso a Jack Nicholson en "El
Resplandor" (1980) de Kubrick. A partir de aquí la casa es una tortura para sus habitantes. Intentan cerrar las ventanas y puertas,( por un momento recuerda la situación agónica que sufre el protagonista Dustin Hoffman en "Perros de paja" de Pechinpah) porque desde fuera quieren entrar los vecinos también poseídos por extraños poderes. Atrapados por la maldición no conseguirán escapar a una muerte segura, porque el peligro llega de todas las partes. A partir de entonces las imágenes de terror y el deseo por sobrevivir irá acompañado de sangre y muerte.viernes, 13 de noviembre de 2015
We Are Still Here
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