viernes, 16 de noviembre de 2018

Mi obra maestra




Título original Mi obra maestra

Año                 2018

Duración         100 minutos

País                Argentina

Dirección        Gastón Duprat

Guión              Andrés Duprat

Música            Alejandro Kauderer, Emilio Kauderer

Fotografía      Rodrigo Pulpeiro

Reparto          Guillermo Francella, Luis Brandoni,

                        Raúl Arévalo, Andrea Friguero,

                       María Soldi, Alejandro Paker,

                       Pablo Ribba, Roberto Peloni,

                       Mucio Manchini, Julio Marticorena,

                      Santiago Korovsky, Melina Matthews


Iniciamos la vista con la observación de un cuadro y a continuación de la voz  en off del inconfundible 

Guillermo Francella y se te vienen a la cabeza obras tan espléndidas como "El secreto de sus ojos" de Juan José Campanella o "El clan" de Pablo Trapero donde realizaba un papel de padre de familia secuestrador que torturaba a sus víctimas hasta matarlas si fuera necesario con una tranquilidad y una forma que se te ponían los pelos de punta. Así es este actor que se pasa de la comedia al drama en un santiamén. Ahora confiesa a la cámara de buenas a primeras que es un asesino, tan tranquilo.También lo acompañan con muy buen trabajo 

Luis Brandoni y


Raúl Arévalo. " Mi Obra Maestra" de Andrés Duprat ( atrae con solo ver su director y lo que lleva hecho por detrás, esa filmografía de seres especiales que destacan por sus enredos como en aquella magnífica cinta "El hombre de al lado" o la espléndida "El ciudadano ilustre") te coloca en alerta nada más comenzar en ver a esos tipos donde se esconde detrás la mala hostia del personal. El fondo  argumental casi siempre recae en el factor humano, en esa sensación de crispación que nos acompaña en muchos momentos de nuestra existencia y que no la abandonamos nunca. En las peripecias retorcidas de las que se sirve el humano para sacar tajada de un momento dado. 





La historia está contada por el propio protagonista, la cual se va cinco años atrás para explicarla desde el principio. Cuenta la amistad entre un galerista de arte y un amigo suyo que pinta y expone en su establecimiento. El problema empieza cuando el empresario le encarga un trabajo a su amigo pintor de fama reconocida para una multinacional. Pero el tipo está decadente, en horas bajas. El artista no tiene otra excusa que aceptarlo porque se encuentra en la ruina más absoluta. Los trapicheos de la venta de cuadros les llevan a unas situaciones pintorescas. Sin embargo, el pintor que detesta crear una obra basura para una clase social que detesta, pues siempre encuentra el momento de vengarse con su propia obra, pero él nunca se presenta y deja muy mal parado a su amigo. Con todo este comportamiento, el viejo pintor se la suda quedarse en la  calle por no crear esas obras de subsistencia. Si tiene hambre y falta de pasta, pues se monta la vida. No pedirá. Todo lo contrario irá a un restaurante de lujo para ponerse hasta los topes y luego si es preciso que le den un aparada en el culo. Si no tiene pasta, alguien la va a dar por mí, por lo tanto, si no puede pagar la cuenta del restaurante lo dice sin más sin alterarse ni correr, nada, incluso reclama otra copita de este licor que está muy bueno. Da igual que llegue el dueño, porque si se ponen chulos, levantará la voz y va a poner a parir a toda la clientela pija que se encuentra tan relajada en el local de lujo, por tanto le dan la copita o la lía. Así es este pasota de la vida que la lía en cuanto puede. Sin embargo, todo son estrategias para alcanzar la fama póstuma sin necesidad de palmarla. En fin, la película se ve de un tirón, sin bostezar. Vale, he pasado un buen rato. Eso mismo es lo que le pides a las películas: entretenimiento y alguna sonrisa.

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