Año 2016
Duración 130 minutos
Dirección Andrei Konchalovsky
Guión Andrei Konchalovsky
Música Sergey Shustitskly
Fotografía Aleksandr Simonov
Reparto Yulika Vysotskaya, Chistian Clauss,
Philippe Duquesne, Peter Kurth,
Jakov Diehl, Viktor Sukhorukov,
Vera Voronkova, Jean Denis Romer.
"Paraíso" de Andrei Konchalovsky propone un nuevo enfoque del holocausto nazi. Por medio de tres protagonistas:
un oficial de las SS,
un francés colaborador del movimiento alemán y una
rusa aristocrática de la resistencia. Todos ellos se confiesan delante del juicio final para contar lo que sucedió en aquel pasado aterrador del genocidio. Recuerda a aquella excelente cinta de Spielberg "La lista de Schindler" donde el blanco y negro disminuía el drama de los muertos. En este caso también usa el mismo formato. Estamos en la Segunda Guerra Mundial en plena atrocidad e incomprensión humana. Esas historias cuentan lo que sucedió en esas instalaciones de matar judíos. Los tres relatos tienen una cierta conexión. Se cruzan entre sí. Detrás de la confesión de un personaje se retorna al pasado para contar la historia de éstos. La guerra ha dejado eso: costuras de vida imposibles de coser, de volver a unir, por culpa de los fanatismos, porque ya nunca se puede recuperar ni siquiera el cuerpo de los que murieron. Solo queda el recuerdo, la memoria de un pasado mejor, irrecuperable; frente a una realidad desastrosa.
un oficial de las SS,
un francés colaborador del movimiento alemán y una
rusa aristocrática de la resistencia. Todos ellos se confiesan delante del juicio final para contar lo que sucedió en aquel pasado aterrador del genocidio. Recuerda a aquella excelente cinta de Spielberg "La lista de Schindler" donde el blanco y negro disminuía el drama de los muertos. En este caso también usa el mismo formato. Estamos en la Segunda Guerra Mundial en plena atrocidad e incomprensión humana. Esas historias cuentan lo que sucedió en esas instalaciones de matar judíos. Los tres relatos tienen una cierta conexión. Se cruzan entre sí. Detrás de la confesión de un personaje se retorna al pasado para contar la historia de éstos. La guerra ha dejado eso: costuras de vida imposibles de coser, de volver a unir, por culpa de los fanatismos, porque ya nunca se puede recuperar ni siquiera el cuerpo de los que murieron. Solo queda el recuerdo, la memoria de un pasado mejor, irrecuperable; frente a una realidad desastrosa.
Las técnicas de tortura son muy
sutiles. El acusado es arrastrado y con un reguero de sangre en el suelo, lanza gritos de piedad como
una pieza de caza que se niega a morir, porque es lo que le va a pasar si no
confiesa antes de que caiga la noche.
El jefe torturador lleva traje y se mueve dentro de una familia
acomodada sin prejuicio alguno de su profesión. Realiza su trabajo con precisión, sin
alterarse, con la satisfacción de haber realizado el trabajo bien hecho. Llegado a este punto de
violencia, la mujer prisionera no ve otra forme de escapar de las garras de la
muerte sino es ofreciendo su cuerpo a cambio. Las confesiones de los reclusos
son desoladoras: de tragarse el orgullo y la humillación de los perdedores. Los confesores que se encuentran frente a un ser superior, que nunca lo vemos, divino o no, cuentan sus experiencias como si fuera el juicio final, se pasan el testigo de voz para contar su punto de vista. Aquello
que pasaba en los barracones con los judíos. Allí sobresalen las imágenes
crudas de una prisionera judía muerta de frío en el congelado campo de
concentración y las compañeras arrancándoles las botas y el resto de traje,
pues ahora en la fosa común ya no lo necesitará. ¿Qué diferencias hay entre un
niño en un campo de concentración nazi y un niño inmigrante subido en una patera
en medio del océano? Da la sensación que es lo mismo que en cierta manera no
hemos cambiado nada por mucho que haya por medio más de medio siglo. No nos
asusta nada de lo que no nos afecte directamente a nosotros. Esa es la crueldad de la miseria humana. Ésta no se encuentra en esos
niños sino en la humanidad que mira estos hechos con los ojos de canicas de cristal que no ve nada y los
observa sin solucionarlo. Volviendo a la cinta, las confesiones siguen cada vez más aterradoras:"el
suelo y la tierra palpitaba”. Enterraban en vida a los judíos que se resistían a ver la
tierra como cubría sus ojos. Hablan de exterminar a diez mil judíos por día, un tren entero dentro del horno, porque
los barracones se han quedado pequeños, todo ello con risas y bebiendo como si hablaran de un asado de carne de bestia. El protagonista repasa unas fotografías verídicas de carretas cargadas de
cadáveres para colmar la angustia. Éste piensa que el lugar donde se nace
condiciona la personalidad:” en lugar de ser alemán hubiera nacido en Rusia hoy
sería comunista.”En definitiva, un mundo donde prevalece el fanatismo loco, donde la vida vale
menos que la muerte porque muchos de los condenados desean acabar ya con el sufrimiento ante su situación decrépita. Ahí están los
errores de la Humanidad para mostrarnos lo ruines que podemos ser con el
prójimo.¿Hemos aprendido algo?
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