que pasea por entra las casas llenas de niños que juegan y ríen. Están hacinados en un pequeño espacio, pero los niños se divierten. Todo transcurre a otro ritmo, las cabras pasean por la calle y las gallinas revolotean al paso de las gentes. Ellos realizan trabajos y van reuniendo dinero que esconden debajo de la tierra al margen de sus familias.
De entre los escombros y la miseria aparecen bailes y coloridos nocturnos de sus habitantes. Cultura popular que consiste en reunirse todo el barrio con tambores y clamar ante las bailarinas que no cesan de moverse. El director se mete de lleno en la raíz del migrante que quiere salir de África para ayudar a su familia. Sus familiares saben que el camino está lleno de cadáveres que lo intentan, por eso su madre se niega a que lo haga. Sus contactos insisten en decirles que desista, pues en Europa hace mucho frío y está llena de gentes durmiendo en la calle.
Título original Io capitán
Año 2023
Duración 121 minutos
Dirección Mateo Garrona
Guion Matteo Garrona, Massimo Ceccherini,
Andrea Tagliaferri
Música Andrea Farri
Fotografía Paolo Carnera
Reparto Seydou Sarr, Issaka Sawadogo,
Moustapha Fall, Bamar Kane,
Hichem Yacoubi, Oumar Diaw,
Didier Njikam, Mariam Kaba
Ndeye Khady Sy.
El adolescente, vestido con una camiseta del Barça que apenas se ve el escudo y su primo del Madrid, confiesa a su madre que se va a trabajar a Europa que la casa se les cae encima de ella y sus hermanas. Quiere ayudarlos enviando dinero. Su madre le dice que ni hablar porque los que se fueron murieron en el desierto o en el mar. Él, para que no lo torture, dice que era broma, pero sigue con su idea. Así, si la madre y los vivos no les dan el permiso para marchar, por qué no pedirlo a sus muertos a sus antepasados que es lo que les pide el brujo de la zona. Escapan su amigo y él y a las primeras de cambio ya les han timado cien dólares por un pasaporte que les hace un tipo con pocas pintas de policía sino de timador: primera aduana de saqueo: ya sois ciudadanos de Mali y adelante sin rechistar. Cualquiera que les sale al paso con una ametralladora en la mano tiene la potestad de quitarles el dinero ahorrado en varios meses descargando camiones de cemento. No hay regateo. Aunque aquí no acaba el robo, a cada frontera que pasan les sacan la poca pasta que les queda. El inicio de la calamidad llega en el desierto del Sahara. En esas dunas gigantes se muestra la fotografía más alucinantes y espeluznante, pues a medio camino los vomitan en la arena sin compasión. Aparece el terror por lo inhumano de la situación: madres que cargan a sus hijos pequeños a sus espaldas y, en unos kilómetros, los ojos ven a aquellos que antes lo intentaron sin conseguirlo: cadáveres que yacen semienterrados en la arena. Pero esto solo es el aperitivo porque las mafias cada vez serán más violentas y si no les queda dinero para entregar han de facilitar el número de teléfono de sus familias, en caso contrario serán torturados hasta la muerte. Quedan más vejaciones en ese camino de la muerte hasta llegar a Sicilia. En definitiva, en pleno siglo XXI los humanos son tratados peor que a las bestias y da la sensación que estamos todavía en la época de la esclavitud.
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