viernes, 30 de agosto de 2024

Yo capitán

 


"Yo capitán" de Matteo Garrona, mejor director en el festival de Venecia 2023, ( director de "Dogman" donde el juego sucio de la delincuencia arrollaba a los protagonistas) cuenta la odisea de dos migrantes en ese camino a la Tierra de abundancia y prosperidad que es Europa. No es un tema nuevo, ni deja de ser actual y como no se ponen medidas para que cese la sangría humana, pues ya está bien al asunto. Aquí, Garrona se recrea más en la vida que llevan en Dakar, Senegal. La cámara sigue al adolescente, interpretado por Seydou Sarr, ( premio al mejor actor emergente en Venecia 2023) 



que pasea por entra las casas llenas de niños que juegan y ríen. Están hacinados en un pequeño espacio, pero los niños se divierten. Todo transcurre a otro ritmo, las cabras pasean por la calle y las gallinas revolotean al paso de las gentes. Ellos realizan trabajos y van reuniendo dinero que esconden debajo de la tierra al margen de sus familias. 



De entre los escombros y la miseria aparecen bailes y coloridos nocturnos de sus habitantes. Cultura popular que consiste en reunirse todo el barrio con tambores y clamar ante las bailarinas que no cesan de moverse. El director se mete de lleno en la raíz del migrante que quiere salir de África para ayudar a su familia. Sus familiares saben que el camino está lleno de cadáveres que lo intentan, por eso su madre se niega a que lo haga. Sus contactos insisten en decirles que desista, pues en Europa hace mucho frío y está llena de gentes durmiendo en la calle. 


Sin embargo, ellos no hacen caso y asistiremos a la denigración humana.  En fin, serán miserables porque no disponen de dinero ni de medios para solucionar su pobreza, pero su suelo de tierra tienen infinitamente más humanidad que  los habitantes de los países europeos porque ante todo prima la cultura del intercambio de energía mediante el juego,  el baile y la empatía. Eso por descontado.

Título original Io capitán

Año                2023

Duración        121 minutos

Dirección        Mateo Garrona

Guion             Matteo Garrona, Massimo Ceccherini,

                       Andrea Tagliaferri

Música           Andrea Farri

Fotografía      Paolo Carnera

Reparto          Seydou Sarr, Issaka Sawadogo,

                      Moustapha Fall, Bamar Kane,

                      Hichem Yacoubi, Oumar Diaw,

                      Didier Njikam, Mariam Kaba

                      Ndeye Khady Sy.





El adolescente, vestido con una camiseta del Barça que apenas se ve el escudo y su primo del Madrid, confiesa a su madre que se va a trabajar a Europa que la casa se les cae encima de ella y sus hermanas. Quiere ayudarlos enviando dinero. Su madre le dice que ni hablar porque los que se fueron murieron en el desierto o en el mar. Él, para que no lo torture, dice que era broma, pero sigue con su idea. Así, si la madre y los vivos no les dan el permiso para marchar, por qué no pedirlo a sus muertos a sus antepasados que es lo que les pide el brujo de la zona. Escapan su amigo y él y a las primeras de cambio ya les han timado cien dólares por un pasaporte que les hace un tipo con pocas pintas de policía sino de timador: primera aduana de saqueo: ya sois ciudadanos de Mali y adelante sin rechistar. Cualquiera que les sale al paso con una ametralladora en la mano tiene la potestad de quitarles el dinero ahorrado en varios meses descargando camiones de cemento. No hay regateo. Aunque aquí no acaba el robo, a cada frontera que pasan les sacan la poca pasta que les queda. El inicio de la calamidad llega en el desierto del Sahara. En esas dunas gigantes se muestra la fotografía más alucinantes y espeluznante, pues a medio camino los vomitan en la arena sin compasión. Aparece el terror por lo inhumano de la situación: madres que cargan a sus hijos pequeños a sus espaldas y, en unos kilómetros, los ojos ven a aquellos que antes lo intentaron sin conseguirlo: cadáveres que yacen semienterrados en la arena. Pero esto solo es el aperitivo porque las mafias cada vez serán más violentas y si no les queda dinero para entregar han de facilitar el número de teléfono de sus familias, en caso contrario serán torturados hasta la muerte. Quedan más vejaciones en ese camino de la muerte hasta llegar a Sicilia. En definitiva, en pleno siglo XXI los humanos son tratados peor que a las bestias y da la sensación que estamos todavía en la época de la esclavitud.




 




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