domingo, 10 de abril de 2016

Una pastelería en Tokio




Título original   An

Año                    2015

Duración           113 minutos

País                   Japón

Director             Naomi Kawase

Guión               Naomi Kawase ( novela Durian Sukegawa)

Música             David Hadjadj

Fotografía       Shigeki Akiyama

Reparto           Masatoshi Nagase, Kirin Kiki, Miyoko Asada,

                        Etsuko Ichihara, Miki Mizuno, Kyara Uchida.





"Una pastelería en Tokio" de  Naomi Kawase es una película pausada donde muestra la relación de una anciana enferma con un cocinero de tortitas dorayakis de anko. Los amantes de la acción o de una trama desenfrenada y activa será mejor que no acudan a la proyección o por lo menos que lleguen bien dormidos para ver una sesión de sensibilidades entre los personajes y la naturaleza. Estamos ante el poso que deja la vida entre los personajes que recorren una pequeña pastelería en Tokio. La sensibilidad de su relación puede sentar excesivamente empalagoso para ciertos espectadores. Sin embargo, la directora siempre busca la complicidad del espectador con las sensaciones que experimentan los personajes con aquello que están realizando. Por eso, la cinta pasa pausada por la retina del espectador sin sobresaltos.








La trama, si es que se le puede llamas así al sosiego de la acción, gira en torno a una pastelería ( donde más de cinco personas juntas no entran) donde acuden a comer las tortitas de dorayakis. Por allí pasea una anciana con la intención de quedarse de cocinera. Ésta es aceptada de mala gana para trabajar en el puesto, la cual muestra una sensibilidad extrema hacia las tareas bien realizadas y con mimo. Así pues, emprende la tarea de preparar la pasta de anko ( una especie de judía negra), mientras que las imágenes en primeros planos muestran ese tacto sublime en la preparación ( separar las malas, remover el agua con delicadeza, todo un arte en la preparación) . La anciana se vuelca de lleno de tal manera que les habla a las judías y el trato que les da viene a ser como si de un ser vivo se tratara. El tiempo no cuenta para ella, porque manda la cocción de las legumbres. La exquisitez de la salsa hace que los clientes se agolpen en la ventanilla. Aquellos espectadores que no hayan conectado con la sensibilidad de la vieja que saluda a las hojas hace ya tiempo que habrán abandonado la sala, y lo habrán hecho maldiciendo a la vieja que susurraba a las judías. En cambio, los que siguen con la visión de las imágenes de la naturaleza pueden hacer un alto en el camino de otras películas con mayor acción, de aventuras, thriller, comedias odiosas, dramas  para saborear, en este caso, la delicadeza de los sentidos. Por lo tanto, se establece una conexión entre cocinero, anciana y colegiala joven con una atracción especial. La delicadeza por  la vida, la naturaleza de los personajes sensibles  y a las acciones corrientes son los que van llenando la retina del espectador. Todas las películas mantienen su espacio para cada espectador y ésta lo encuentra en la pausa a la vida en contra del desenfrenado tropel de la ciudad. Las acciones están medidas con la justa atención, cada paso, cada sonrisa o cada gesto se puede disfrutar de ello o en cada imagen de la naturaleza. Se busca la generosidad del espectador para conectarse con ese tipo de sensibilidad. Finalmente, la anciana conectará con ese estado natural de la vida, la cual desemboca en contacto con la naturaleza como fase final de su existencia. Es, en cierta manera, un canto a las personas sencillas que no se preocupan por darle vueltas a la vida, por hace daño al prójimo, sino por vivir la vida en paz consigo misma y darlo todo por los demás. Así lo indica su testamento: “hemos nacido en este mundo para verlo y escucharlo. No importa ser nadie en la vida. Cada uno de nosotros le da sentido a la vida de los demás”      


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