lunes, 16 de diciembre de 2024

Nada que perder


 

"Nada que perder" de Delphine Delogert se detiene en ese tema ya manido del cuidado de los hijos cuando no se dispone del tiempo necesario para ello. Es el caso de Sylvie, interpretado por 


Virginie Efira ( "Benedetta", la monja malvada, de la cinta de Paul Verhoeven; "Los hijos de los otros" de Rebecca Zlotowski que también partía con una temática de hijos que no eran de ella y sentía una atracción especial) que trabaja de noche en un bar de copas y sus hijos adolescentes se las componen solos como pueden. Sin embargo, un accidente estúpido, mientras freían patatas, uno de ellos,  se le volcó la sartén encima Tuvo consecuencias desastrosas porque uno de los hermanos, el mayor, llevó al hospital a su hermano pequeño para curarlo de las quemaduras. Este hecho insignificante a primera vista desembocará en un conflicto, pues alguien ha denunciado abandono de un menor y la maquinaria social pronto se pondrá en marcha para retirárselo de su custodia. 



 Pese a su buen talante, el de la madre, los problemas se le amontonarán en sus narices. Así, por ejemplo, el hermano, borracho y tirado de casa por su mujer , al cual le pide ayuda no será de gran apoyo, pues sus vicios en el juego tampoco le dejan margen para colaborar con su hermana. Mientras la maquinaria de retenerle a su hijo seguirá su curso. Allí, a su casa, irá la chica de servicios sociales para investigar en las condiciones que viven los adolescentes. La decisión está tomada: retener a su hijo en un centro social. Así, pretenden arrancarlo de su familia que económicamente se aguanta por un hilo, pero son felices El niño, una vez retenido en un centro, que en principio su comportamiento era el normal de su edad, queda trasformado en pura violencia cuando es encerrado. En fin, esa madre les da amor, todo el que puede y más, pero le falta tiempo para entregarse como debiera. Por eso, entra a saco bienestar social para arrancarle su pequeño de su casa. Ella lucha por recuperar su retoño, pero es casi imposible su objetivo. Vemos como se desmonta una familia lentamente por culpa de una mala decisión que puede acabar todavía peor.

Título original Rien a Perdre

Año                2023

Duración        112 minutos

País                Francia

Dirección        Delphine Delegot

Guion              Delphine Delegot, Pierre Chosson.

Fotografía       Guillaume Schiffman

Reparto           Virginie Efira, Félix Lafebvre,

                        Mathhieu Demy, Arieh Worthalter,

                        India Hair, Sandrine Bodeness,

                        Antoine Plouzen, Louise Morin,

                        Arnaud Stephan, Kaou Langoet,

                        Chistophe Briand.





Sylvie tiene un trabajo estresante en un bar de copas donde la música, la bebida y la juerga corre por todos los rincones. Aquello es un caos de gente amontonada y medio borracha que atienden como pueden. Las camareras detrás de la barra se descomponen ante tanto follón. Por si no es suficiente, su hijo pequeño se acaba de quemar porque quería freír unas patatas y ha sido trasladado a un hospital. A primera vista parece que el problema es la guarrada de cocina que le han dejado sus hijos, pero nada de eso tiene importancia. Esa acción, la de la quemadura, sin apenas importancia para la salud del pequeño generará un mecanismo social por el bienestar del adolescente. Es decir, se ha creado un parte médico donde se dice que hay menores en condiciones de abandono y se activa el protocolo de ayuda. Lo que en otros casos puede beneficiar a las familias desprotegidas y hundidas en la miseria, en este caso no deja de ser una putada para la familia, pues se ceban con la madre para retenerle el hijo menor. Ella va agobiada en el trabajo donde soporta a un hermano borrachín que le da cobijo porque lo han tirado de su casa, por la mañana se lo encuentra durmiendo en su cama. Ella intenta dormir, pues trabaja en un bar de copas nocturno, pero pronto le dejan un bebé para que cuide durante el día. Su vida es un puto desastre, pero lo lleva como mejor puede. Así, pronto hará su aparición la señora de protección de menores que velará por el bien de su hijo que, según ella, está abandonado a su suerte y debe ingresar en un centro asistencial. Por lo tanto, se van a llevar al niño menor a una casa de acogida por mucho que el niño se niegue. La policía se encargará de que se haga justicia a una diligencia. El nerviosismo de la madre por la pérdida de su hijo, quince días fuera en una casa, es de auténtica locura. El niño encerrado extraña a los otros  niños del centro de acogida, está más alterado y parece darles la razón a ese servicio social estatal. Ahora a esperar un juicio por incompatibilidad de funciones maternales. Por mucho que acuda a un abogado no puede hacer nada, solo reunir cartas o pruebas de que su comportamiento y el de su familia era el normal sin maltrato ni abandona alguno. Ella se defiende como puede aludiendo que nunca ha pegado a sus hijos y su soledad se debe a su trabajo nocturno en un bar de copas. Se queja amargamente que la comparen con una madre maltratadora, cuando eso es mentira. Como si fuera un efecto dominó de las desgracias, pierde el trabajo y gana otro por enchufe de su otro hermano de teleoperadora aguantando las broncas del personal. Continúa en su lucha por liberar a su hijo de la mano caritativa de las instituciones. Mientras, el niño se ha trasformado negativamente de manera que ahora ya no es tranquilo como antes sino que actúa con violencia. Finalmente, la verdad es que si una familia se encuentra al borde del precipicio, ya sea por el mundo que le rodea o por las condiciones de trabajo, lo más probables es que se derrumbe a las primeras de cambio que suceda un hecho por muy insignificante que parezca que es lo que aquí ocurre. Esa decisión sobre el niño para ayudar y reconducir la situación familiar creará más conflicto y problemas del que realmente había inicialmente, tanto en el niño como en el resto de la familia. 

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