interpretada por Petra Martínez, una mujer de avanzada edad que no tiene otro ánimo que estar tranquila y en silencio con su enfermedad, que la dejen en paz y con su intimidad; la segunda, interpretada por Anna Castillo, una joven vigorosa y con ganas de poner aire nuevo en ese rincón hospitalario.
La trama sigue muy de cerca, sobre todo, los caprichos o apetencias de la joven que a primera vista no parece tener ninguna enfermedad y se encuentra inquieta detrás de esas cuatro paredes, pero no es así. De pronto, da un giro el guion y quien está grave es la joven. La anciana se ve envuelta en la búsqueda de la familia de la joven, porque ha ocurrido un hecho calamitoso y se siente con la obligación de resolverlo. Y ese camino hacia la nada es una manera de replantearse su propia existencia casi acabada que todavía puede iniciar un nuevo rumbo. Por lo tanto, esa salida de su rutina matrimonial y la búsqueda de las raíces de su compañera de cama, la hacen saltar de su interior hacia terrenos libres de ataduras.
En fin, se abren diferencias más que evidente, generacionales que hacen saltar chispas en cada momento en que la joven intenta implantar algún capricho. Pero el drama de la trama ahonda en los rincones oscuros de la vejez.
Título original La vida era eso
Año 2020
Duración 109 minutos
País España
Dirección David Martín de los Santos
Guion Ídem
Fotografía Santiago Racaj
Reparto Petra Martínez, Anna Castillo,
Ramón Barea, Daniel Morilla,
Florín Piersic, Pilar Gómez,
María Isabel Díaz,
Annik Weerts, Victoria Sáez,
Chistophe Miraval,
Maarten Dannenberg,
Alina Nastase.
La joven enferma que acaba de ingresar en la habitación del hospital francés intenta dialogar con la anciana que desea descansar y pasar de las movidas de la chica recién llegada. En esa habitación de dos mujeres se abre una relación que en el inicio augura batalla y guerra de comportamientos dispares. Desde el primer minuto, la joven es rompedora de las normas y abre ventanas, enciende incienso para paliar los olores de la habitación, incluso se viste de calle y es recriminada por el enfermero que allí se va con la bata del hospital. En principio, sabemos que la anciana está ingresada por un infarto, en cambio, la joven se ha desmayado sin saber por qué. Evidentemente, las apetencias de la joven chocan frontalmente con las de la anciana porque están en otra fase de la vida. Por lo tanto, las necesidades de una no son las mismas que de la otra. Llegado a este punto, cuando se cree que la anciana está mal, pues es al revés y es la joven que se encuentra en estado crítico y ella acompaña en el trance a la joven. La anciana, una vez desligada de la joven para siempre, quiere averiguar su procedencia para entregar el legado a su familia. Seguir ese rastro resulta complicado. La mujer encuentra una vía de escapa a su rutinario matrimonio en esa huida en busca de la familia de su compañera de hospital, lo que hace que se encuentre con una identidad propia perdida hace mucho tiempo. En fin, la relación de las mujeres, en el inicio, se va haciendo íntima, de tal manera que se van contando detalles del paso por la vida que en esta ocasión llegan más allá. Los personajes, cargados de humanidad, circulan solitarios por un túnel negro donde al final se vislumbra una rendija de luz. No esperes acción, pero hay carga de bondad que lo rellena de sensibilidad.
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