martes, 30 de abril de 2019

Días sin huella



Título original The Lost Weekend

Año                1945

Duración         101 minutos

País                 Estados Unidos

Dirección          Billy Wilder

Guión               Billy Wilder, Charles Brackett

Música             Miklos Rózsa

Fotografía        John F. Seitz

Reparto            Ray Milland, Jane Wyman, 

                         Philip Terry, Howard Da Silva,

                         Doris Dowling, Frank Faylan,

                         Mary Young, Anita Bolster.

Recurrir a los clásicos cuando no hay otra cosa por ver no es mala solución. Por mucho blanco y negro o más de 70 años a las espaldas, la cinta 

"Días sin huella" de Billy Wilder conserva su frescura como otras del mismo estilo y autor "Perdición" o "El apartamento" por nombrar una minucia de la larga lista de este genio del celuloide.Pero si el pensamiento avanza encuentra más y más pelis excelentes del autor: "Con faldas y a lo loco", "Irma la dulce". Lo cierto es que una película en blanco y negro ya no le interesa a nadie, pero son de un calado argumentativo que no escapan a la realidad actual, pese a pasar tanto tiempo desde su creación. En la misma temática de personas abandonadas al alcohol o las drogas,posteriormente encontramos

 "Living las vegas" de Mike Figgis o Transpoting ( aquí hace mella las drogas, donde el delirium tremens se apodera del humano). Lo que sucede en la cinta sigue vigente y no carece de interés en ningún momento de su proyección. Una gozada revisar de vez en cuando estas joyas casi perdidas en el tiempo.







El protagonista es escritor, pero al mismo tiempo está enfermo. Su adición al alcohol le lleva por mal camino. La historia se inicia por el final, este tiene que irse un fin de semana con su hermano para dejar de una vez por todas la bebida. Siempre saca excusas para evadirse del viaje y poder conectarse de nuevo a su vicio. Por tanto escapa y se refugia en un bar donde le cuenta al camarero un cuento que viene a ser la historia de su vida desde que conoció a una chica de buena familia y sus desasosiegos por esconder su enfermedad.  El escritor y el alcohólico conviven juntos, pero el primero no es capaz de escribir más allá de tres líneas: el título y las dedicaciones; y el segundo, lo tiene más sencillo cruzar la calle y tomar una copa de nuevo. La desesperación por el güisqui se apodera de él. Su adición como la droga u otros, le lleva a robar si fuera necesario para conseguir el preciado licor. Esas reacciones no están nada desfasadas, pues actualmente se actuaría igual. Por tanto, marca un carácter enfermizo y una situación ambiental con precisión, muestra el Nueva York de la época, la historia comparece en el tiempo de lo más actual como lo hacen el resto de sus obras. La marca de un carácter y una época. En esa situación extrema, el personaje daría su vida por una botella o su arma de trabajo, aquella con la que iba a triunfar: su máquina de escribir. La resaca y el mono por la falta de líquido precioso aparece en el semblante demacrado del personaje que ya no se aguanta de pie.En definitiva, un testimonio certero de la degradación humana por culpa de un vicio enfermizo.

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