viernes, 6 de noviembre de 2015

Mandarinas









Título original
Mandariinid (Tangerines)
Año
Duración
83 min.
País
Estonia
Director
Zaza Urushadze
Guión
Zaza Urushadze
Música
Niaz Diasamidze
Fotografía
Rein Kotov
Reparto
Lembit Ulfsak, Giorgi Nakashidze, Misha Meskhi, Elmo Nuganem, Raivo Trass.




Las escenas de guerra entre chechenios y georgianos en el año 1990  se suceden en un lugar montañoso de una provincia georgiana. Espacio donde dos civiles se resisten a abandonar sus casas pese al peligro que eso conlleva y al mismo tiempo quieren recoger su cosecha de mandarinas al margen de los acontecimientos bélicos. Los soldados que aparecen por la zona siempre muestran su prepotencia ante los hombres civiles porque vestidos de militar y si empuñan una ametralladora se sienten poderosos. Son los símbolos de la prepotencia y el abuso en cualquier guerra. Por muy recóndito que sea el lugar de la batalla no se libra nadie.










Por lo tanto, hasta allí llega una persecución y enfrentamiento entre los dos bandos enemigos. Un soldado de cada lado queda malherido, pero de ellos se hará cargo Ivo, el viejo carpintero, ocupado, al margen de la guerra, en montar las cajas de madera para las mandarinas. El anciano cuida de igual manera a los dos soldados enemigos, él no entiende de guerras y no quiere decantarse por nadie, puesto que son los dos humanos y necesitan atención médica. Los mantiene separados, porque la intención del checheno es la de matar al georgiano a toda costa en cuanto pueda coger el arma, ya que lo odia por haber matado a su mejor amigo. Ivo es la frontera humana  de la paz y cordialidad entre los dos enemigos. Se encarga de destensar el odio, mediando con su vida si fuera necesario, pues deben convivir en la misma casa mientras se recuperen. Por ello, el enfrentamiento estará asegurado con los juramentos rabiosos de aquellos que se odian. Su único deseo es recuperarse, ya que en cuanto puedan mantenerse en pie se van a matar. Las tensiones se van aminorando a medida que pasa el tiempo y el odio se enfría. La rabia va desapareciendo porque el anciano está presente en cada una de las disputas. Los años le dan la cordura para pensar que con una relación cercana, la propia convivencia y el diálogo se romperá la barrera del odio y aflorará la cordialidad. La convivencia deja conocer lo que hay detrás de cada personaje. Cada vez se va rellenando más y más el muñeco militar que está hueco por dentro, sin humanidad, el cual no siente el menor atisbo de compasión y dispara a su adversario. Así, ese pelele que se mueve con una ametralladora por el campo de batalla ha dejado de ser anónimo. Ahora, después de las charlas, ha tomado consistencia humanitaria. Deja paso a una persona con pasado, presente y futuro. Con ello, el espectador contempla una relación entre personas, ahora resultará más difícil dispararse mutuamente.  El anciano Ivo les da una lección de sensatez frente a las trifulcas de los militares que se suceden constantemente frente a su casa. Acaso importa más un trozo de tierra que multitud de vidas mutiladas, familias destrozadas. La película mantiene al espectador pendiente de la solución final, ya que a medida que pasa el tiempo se aprecia que la rabia y el odio ha desaparecido. La sencillez de las imágenes durante la convivencia se van adueñando del espacio. Todas las guerras son absurdas. Por eso, tanto los vivos como los muertos deberían convivir en paz sin disputarse aquello que es de todos: la tierra sin fronteras.

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