viernes, 22 de enero de 2016

La gran apuesta#estafa

Título original                    La gran apuesta

Año                                     2015

Duración                            123 minutos

País                                     Estados Unidos

Director                               Adam McKay

Guión                                 Adam McKay, Charles Randolph, ( libro: Michael Lewis)

Música                               Nicholas Britell

Fotografía                          Barry Ackroyd

Reparto                             Christian Bale, Steve Carrell, Ryan Gosling, John Magaro,

                                           Finn Wittrock, Brad Pitt, Hamish Linklater, Rafe Spall, 

                                          Jeremy Strong, Marisa Tomei, Melissa Leo, Stanley Wong,

                                          Byron Mann, Tracy Letts, Karen Gillan, Max Greenfield,

                                          Margot Robbie, Selene Gómez, Richard Thaler, Anthony Bourdain.
                                          



La historia está contada desde el punto de vista de uno de los cabrones que ha contribuido a que los pobres sean más miserables y los ricos más millonarios. El tío que lo explica en “La gran apuesta” del director Adam McKay echa un vistazo a todo el desmadre financiero de las hipotecas de los últimos años. Millones de hormigas que dejan su granito de sudor en sus bancos para que a final de mes se pague la hipoteca, para que más tarde,  la carroña se lo lleve directamente a sus bolsillos. Así es como funcionan las mafias de los bancos que se quedan con la pasta del pobre currito. Las ganancias que los ruines se llevan a manos abiertas son descomunales, pese a quien le pese y se joda el que se joda.
La cuestión está en mantener el ritmo de vida de estos golfos: casas adosadas, fulanas por doquier, drogas, fiestas y desmadres múltiples ( la película no desmerece, pero sobre el tema aquel que todavía no haya visto "El lobo de Wall Street" de Martín Scorsese no estaría nada mal que le diera un repaso, porque allí si que se ven farras y desmadres a saco). Todos los desmadres y los beneficios a costa del desgraciado que se levanta a las siete de la mañana: caravana en la carretera, curro, caravana de vuelta y a la cama, para, al final de mes, pagar como un puto santo la jodida hipoteca. El personaje, Cristian Bale, se huele que el castillo de naipes no tardará en derrumbarse porque las deudas ya no las pagan en el tiempo que toca sino que las giran a meses pasados. A su lado se mueve un mundo de tiburones que huelen la sangre de la guita y no quieren estar en otro puesto que no sea éste. Los mafiosos economistas persiguen la brújula económica, para echar las zarpas donde más interese, mientras que la peña solo piensa en el béisbol o las múltiples hipotecas que firmará en el futuro. Las gentes anónimas están atrapadas en su propia red, si no tengo dinero pido más, abro otra hipoteca, qué más da si pago más intereses, la cuestión es vivir como el puto amo, y luego que pete por donde pueda. El globo financiero está apunto de pinchar, porque el personal ya no puede pagar y los bancos embargarán los bienes al primer giro devuelto. Entre todo el oleaje de buitres, hay personajes que interrumpen la acción como para confesarse con la cámara o más bien directamente con el espectador, quieren comentar una verdad ante tanta mentira e hipocresía, así por ejemplo, el asiático que confiesa ser un matemático pero no tan bueno como dicen ellos y que si sabe hablar ingles, no al contrario que dicen sus colegas. Por tanto, les desmiente sus embustes, aunque esta técnica de acercamiente ya la usaba el bueno de Woody Allen, cuando realizaba confesiones a la cámara de sus titubeos o sus intenciones ocultas, ya sean de ligues o de neuras con las pastillas que se tomaba a montones. Es el personaje que busca un cómplice en la cámara y más allá en el espectador de la butaca como si fuera la confesión del pensamiento enfrentado a las acciones realizadas que van en desacuerdo. Las fieras se alegran ante la nueva situación donde unos millones de personas que pierden su casa y su trabajo, pero qué más da si con ello van a ganar más pasta que es lo único que les interesa. Si la peña se queda en la calle sin vivienda, ellos no tienen la culpa de nada. La miseria de las personas no está en sus planes, faltaría más. Con todo, los especuladores quieren vender a toda costa, no importa que el que compre sea un inmigrante sin recursos, no importa, solo sirve captar el mayor número de firmas. El mercado de chulos y macarras mercantil no derrama ni una lágrima ante el desconsuelo de la población, no hay sensibilidad, ni humanidad, solo montones de cifras que engrosen las cuentas bancarias. La inercia del mundo bursátil se mueve por avalanchas: ahora es el tiempo de comprar, de  beneficios y ganancias, pero de pronto se pasa al derrotismo y la perdida de la estabilidad laboral y de los beneficios, se desploma la economía, pero los bancos no pierden, ellos deben ser rescatados a toda costa por los gobiernos de turno y los directivos encargados de una gestion patética deben ser indemnizados. Finalmente, como pasa siempre, después de llevarse un pico de pelas incontable, de indemnización recibidas que ellos mismos en su día se redactaron por si se daba el caso del despido. Se marchan con la cabeza alta y comentan que la culpa ha sido de los pobres que no han sido conscientes de lo que firmaban que no debieron meterse allí donde no podían pagar. Esa pandilla de macarras se irá a su casa con la bolsa llena, con la satisfacción del trabajo bien hecho.



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