Año 2017
Duración 110 minutos
País Líbano
Dirección Ziad Doueiri
Guión Ziad Doueiri, Joelle Touma
Música Éric Neveux
Fotografía Tommaso Fiorille
Reparto Adel Karam. Kamel El Basha,
Chistine Choueri, Camille Salameh
Rita Hayek, Talal Jurdi, Diamand
Bou Abboud, Rifaat Torbey,
El verano obliga a regar las plantas de los balcones de las ciudades. Cuántas veces te ha caído esa agua en
la cabeza y has maldecido mil veces lo inoportuno del riego o del paso por
aquel bloque de pisos. Pero como mucho ha quedado en una disputa sin más,
incluso en un insulto, pero siempre quedó en el olvido. En cambio, la película “El
insulto” ( Premio del público en el Seminci de Valladolid, nominada a mejor
película extranjera en los Óscar 2017 y otros) de Ziad Doueiri arranca con esa misma
premisa: una cañería que asoma por un balcón y una manguera que riega el suelo del balcón para paliar el calor que va a dar a la cabeza del caminante de la calle.
Aquí también se produce un insulto que a partir de entonces se irán ramificando acciones cada vez más salidas de tono. Sin embargo, la simpleza del hecho no va a quedar en nada porque la tozudez de las etnias de los personajes implicados les gastará una mala pasada. Esa intolerancia está metida dentro, nadie sabe hasta dónde puede llegar esa carga de rabia que brota cuando uno menos lo espera. A partir de aquí sale un insulto” capullo de mierda” que será el detonante del resto de la bronca. La incapacidad de dialogar y la rabia entre dos pueblos llega hasta límites insospechados.
Pueblos en una guerra sin fin: palestinos y judíos enfrentados. El odio personal de los protagonistas está rodeado de un odio colectivo entre palestinos y cristianos. Así que el insulto inicial crece como una bola de nieva hasta dimensiones insospechables.
Aquí también se produce un insulto que a partir de entonces se irán ramificando acciones cada vez más salidas de tono. Sin embargo, la simpleza del hecho no va a quedar en nada porque la tozudez de las etnias de los personajes implicados les gastará una mala pasada. Esa intolerancia está metida dentro, nadie sabe hasta dónde puede llegar esa carga de rabia que brota cuando uno menos lo espera. A partir de aquí sale un insulto” capullo de mierda” que será el detonante del resto de la bronca. La incapacidad de dialogar y la rabia entre dos pueblos llega hasta límites insospechados.
Pueblos en una guerra sin fin: palestinos y judíos enfrentados. El odio personal de los protagonistas está rodeado de un odio colectivo entre palestinos y cristianos. Así que el insulto inicial crece como una bola de nieva hasta dimensiones insospechables.
La película está cargada de
resentimiento. Nadie es capaz de torcer la mano ante un hecho insignificante que tomará consistencias inimaginables. Los dos personajes quieren
tener la razón. El primero porque se considera agredido por el agua y su
intransigencia no deja ver más allá por eso recurre al insulto y el segundo, ya cargado de rabia, porque
no le hacen caso, no tiene más remedio que desahogarse con otros insultos hasta llegar a las manos. La
pequeña pelea no es otra cosa que la crispación de un pueblo que está
enfrentado con el otro que se
siente siempre agredido y que no quiere ni mediadores de paz ni arreglos
posibles. Ahora ya no es posible analizar qué fue antes si el chaparrón de
agua, el canalón cortado con la sierra o el insulto, porque se ha llegado
demasiado lejos. Las aguas en vez de volver a su cauce bajan cada vez más
turbias y ahora se nombra a políticos que en su tiempo generaron más odio
contra los palestinos. Por eso, no puede acabar de otro modo que con violencia.
El insulto inicial llega más lejos de lo esperado y desestabiliza incluso a la
familia que hasta entonces era feliz en la espera de una niña. Todo se va
complicando hasta llegar a un juicio. Después de desestimar el juez el primer intento condenatorio, se
realiza un segundo, donde entran factores diferentes que enriquecen la
película. Un juicio posterior será más descarnado y entrarán factores
diferentes del que hubo en un inicio con un simple insulto.La dimensión de
rechazo hacia un palestino cada vez se vuelve más cruel. La palabra que induce
a una violencia mayor aparece en el juicio:" Ojalá Ariel Sharón os hubiera
aniquilado a todos". Sin embargo, todavía queda espacio para una parte positiva en la que se puede tener un gesto de
reconciliación en estas situaciones. Vamos, que no siempre somos tan animales. En definitiva,
son viejas heridas que nunca cicatrizan y siempre están latentes para iniciar
de la nada una disputa infernal sin fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página