jueves, 5 de noviembre de 2015

El patrón, radiografía de un crimen








ítulo original
El patrón, radiografía de un crimen
Año
Duración
99 min.
País
 Argentina
Director
Sebastian Schindel
Guión
Sebastián Schindel, Nicolás Batlle, Javier Olivera (Libro: Elias Neuman)
Música
Lucas Kohan
Fotografía
Marcelo Iaccarino
Reparto
Joaquin Furriel, Mónica Lairana, Guillermo Pfening, Luis Ziembrowski, Victoria Raposo, Germán De Silva, Andrea Garrote.


El patrón de una cadena de carnicerías contrata a personal desprotegido socialmente para imponer sus medidas disciplinarias y caciques. Así, un campesino humilde y con pocos recursos será vejado constantemente en su nuevo trabajo. La situación se hace tensa por momentos y la paciencia del campesino revienta en un acto letal. La película está contada de forma retrospectiva ( flashbacks), la cual se va insertando el presente que va avanzando hacia un juicio final, de la misma manera que el pasado va avanzando hasta el desenlace fatídico.






La trayectoria de la película queda al descubierto en cuanto se ven unas cuantas escenas, ya que sabemos demasiado, incluso intuimos lo que va a pasar, pero eso no importa porque Schindel ha sabido engancharte desde el principio por la forma de contar la historia.  La espectación, por tanto, ya no está en saber lo que pasa, sino cómo va a suceder. Se espera con ansiedad para conocer los pequeños  detalles. Las películas son como los libros, los cuales debes creértelos de lo contrario los abandonarás a la primera de cambio. Por eso, contemplamos a los carniceros que desguazan piezas de ternero con minuciosidad y los cortes en el despiece se ven con atención, se sienten muy cercanos como si nos cortaran a nosotros. Los tenderos que atienden a los clientes lo hacen con soltura. Esto quiere decir que los actores se han metido dentro de la piel de los personajes. No importa tanto que descubramos el asesino o el fiambre, sino atender a una historia realista y creíble. Desde el primer momento, el espectador siente esa implicación que siempre busca el director porque ha conseguido tocar la fibra de los sentimientos. Quiere mostrar que la felicidad no se encuentra siempre detrás de la pasta, ni de una casa o unas joyas, sino que puede haber ilusión, amor con tan solo una botella de vino, aunque la habitación esté rodeada por unas paredes pringosas de mierda. No importa que el baño sea un barreno con agua calentada en un fogón, si después les espera un camastro donde forniquen con pasión y amor. El entorno miserable no es lo que produce la felicidad, porque la felicidad se encuentra dentro de la persona. Eso no se compra, ni se adquiere con dinero, tan solo es necesario una dosis de humildad y conformismo con lo poco que se dispone. Por otro lado, el patrón seguirá envileciendo a su empleado obligándole a vender carne en mal estado. El blanqueo de alimentos putrefactos está tan bien mostrado que mientras se va descuartizando parece que nos llegue el hedor a nuestra nariz. Por último, la persistencia del dueño en sus actos discriminatorias puede causar en el ser humano conflictos interiores que pueden acarrear un desenlace fatídico. Esa posición extrema de sumisión del ser humano puede gastarle una mala pasada y al final tener un impulso descontrolado que le haga tomarse la justicia por su propia mano ante tanto dolor acumulado. Entre descuartizar a un ternero putrefacto y apuñalar a un cerdo seboso y explotador el protagonista acorralado no encuentra diferencia alguna.

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