Sin-Dee, prostituta transexual,
acaba de salir de la cárcel por un tema de drogas. Su amiga en una cafetería le
cuenta que su novio le ha engañado con una prostituta. Aquí empieza el cabreo monumental y la bronca del personaje porque se siente engañada. Así se suceden las
primeras tomas del Iphone 5S, ya que el presupuesto no da para más, que es la cámara con la que se ha grabado la
película. Siguen las secuencias con movimientos rápidos al mismo ritmo con que
se va moviendo la protagonista por las calles de Los Ángeles.
La primera impresión es de mareo porque la cámara sigue de cerca los movimientos alocados de la protagonista. Su progresión por
la ciudad nos muestra la cotidianidad diaria de ésta. Los extras son los
mismos habitantes que pasean al perro por la mañana o que bajan del autobús
para ir a trabajar. Esta naturalidad cotidiana le da un aire de frescura y de
realidad a la historia. El espectador quizá tarde un tiempo en conectar con los personajes porque pueda cansar la estridencia de éstos, los comportamientos alocados y en ambientes marginales que los rodea. Por lo tanto, el paisaje discurre
entre burdeles de mala muerte y mamadas en los rincones callejeros. La historia
se ve reforzada por el taxista armenio que pone el punto de la familia
tradicional. El personaje acostumbrado a vivir experiencias de personas y situaciones de lo más variopintas. El taxi es el lugar preferido para confesarse o para echar las papas si hiciera falta. El taxista aguanta su profesión porque detrás hay una familia que mantener. Sin embargo, ese bienestar social no supone para él la completa felicidad. Por eso busca en el mundo que le rodea la chispa que no tiene en el suyo. Pese a que no lo vemos, intuimos que su relación familiar está acabada y busca fuera una vía de escapa a su vida rutinaria. El ensamblado de estos dos mundos, en un
momento determinado de la película, dará como contrapunto final el clímax de la película. Finalmente,
contrasta ver la soledad del taxista que puede darse la mano con la de los transexuales.
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