lunes, 14 de diciembre de 2015

Le Week-End






Título original Le Week-End

Año                2013

Duración        89 minutos

País                Reino Unido

Director          Roger  Michell

Guión            Hanif    Kureishi

Música           Jermy  Sams

Fotografía       Nathalia Durand

Reparto           Jim Broadbent, Lindsay Duncan, Jeff Goldblum, Olly Alexander, Judith Davis,

                       Xavier De Guillebon, Brice Beaugier, Sebastian Siroux, Marie-France Alvarez,

                       Charlotte Leo, Denis Sebbah, Lee Breton Michelsen







       







Las películas pueden ser de diferentes géneros según el contenido temático. Los directores de cine, dependiendo de su estado, les interesa profundizar en la forma de pensar de una determinada generación. Por eso, unas reflejan la infancia o la pubertad del ser humano, en otras, la problemática en determinadas edades adultas: los cuarenta, los cincuenta, la vejez. En cambio, en “Lee-Week-End” vemos a un matrimonio de ancianos o viejos cachondos que nos llenan el espíritu de juventud.







La propuesta no es tanto mostrarnos  las penalidades de esta edad como podría ocurrir en la excelente “Amor” de Haneke, sino que, pese a la vejez, se puede tener un espíritu joven y al mismo tiempo ser un gamberr. Incluso, en un momento dado, echarse a correr o salir por una ventana para  realizar un “sinpa”-.Los diálogos son punzantes como se espera de una pareja que lleva años y años de relación matrimonial. Los guiños de humor hacia esa etapa de impotencia sexual son constantes y el espectador sonreirá ante los diálogos picantes. Tan solo debe aparecer la llamada de teléfono con el hijo al otro lado para cambiar el buen rollo de la pareja. Se van sucediendo escenas y situaciones reconocibles por el espectador de cualquier edad como la indecisión permanente de elegir un restaurante donde comer. Las conversaciones siempre sirven para sacarse los defectos actuales, aquellos que en la juventud nunca asomaban, pero ahora son constantes. Diálogos de pullas sucesivas de uno contra el otro. Vemos una cierta relación de similitudes  con una pareja de  jóvenes como si los polos opuestos se tocaran, así por ejemplo, la protagonista confiesa a su marido que quiere aprender italiano o bailar, sentir sensaciones nuevas antes de finalizar la última etapa de la vida. Sin embargo, la diferencia entre ser joven y viejo está en que en el primero  tiene todo el tiempo del mundo y en el segundo, lo que no se realice ahora mismo, es posible que no se haga nunca. El tiempo que pasa desesperadamente es aquel que pulula en la órbita de los personajes, porque el tiempo de sus vidas se le acaba, Pese a los dardos envenenados que se tiran mutuamente, no sabrían estar uno sin el otro. El sexo sentido y presente en muchos tramos de la película es la dimensión desconocida, desaparecida de la realidad física desde hace tiempo, sin capacidad de impulsos físicos para pasar a un ámbito cerebral. Está muy presente, pero los personajes sienten que ya no les pertenece. Es el deseo y la impotencia que chocan frontalmente y producen desafección, insatisfacción. Las situaciones se solucionan de forma simpática.  Y en un espacio que no es el familiar como ocurre en una viaje, en un hotel, se suceden los reproches mutuos. Es el mejor lugar para sacar a flote los pensamientos ocultos y no reprimirse ni un pelo. Asimismo, la pareja se siente liberada de complejos  cuando están en un ambiente chic y se encuentran desubicados. En ese momento son capaces de desnudar sus miserias y complejos. Vomitan todo cuanto les pasa por la cabeza sin reprimirse ni un pelo. Ellos saben que lo que cuentan a los demás  les da igual, les tiene sin cuidado, pero tan solo quieren descargarse de ese peso que los oprime. Puede que lo que digan no les interese a nadie de los presentes, pero después de comentarlo ya pueden marchar a otra parte, porque los secretos que en pareja serían incapaces de confesarse acaban de hacerlo en la reunión que les importa un pedo. Ese secreto desvelado en público será un lavada de trapos sucios.  Finalmente, los personajes sienten que el tiempo se les acaba y aquellos deseos que querían realizar les resultarán imposibles de conseguir. Vemos que la vida y el tiempo pasa por encima de ellos como una auténtica apisonadora. No es necesario despedirse de la reunión, porque la vida se les escapa por instantes. El espectador intuye que la única despedida posible de los personajes pasaría por un:”váyanse todos a la puta mierda porque la vida no es más que un engaño y una porquería”




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