martes, 5 de enero de 2016

Recursos humanos


Título original              Ressources humaines

Año                              1999

Duración                      100 minutos

País                              Francia

Director                       Laurent Cantet

Guión                          Laurent Cantet, Gilles Marchand

Música                        Varios

Fotografía                   Matthieu Poirot-Delpech

Reparto                       Jalil Lespert, Jean-Claude Vallod, Chantal Barré, Véronique

                                   de Pandelaère, Michel Begnez, Lucien Longueville.




Lautent Canter muestra en “Recursos humanos” el enfrentamiento, por una parte, entre los directivos de un empresa, que miran siempre por los intereses del negocio sin preocuparse demasiado por los asalariados, por otra parte, los trabajadores, por medio de los sindicatos, estiran al máximo la cuerda por conseguir más prestaciones sociales.  En medio de esta situación conflictiva se encuentran un padre, de un lado, ocupado en la empresa desde hace treinta años, ya envejecido, el cual realiza tareas en cadena que consisten en colocar un tornillo en un torno, así sucesivamente durante todas las horas laborales, de otro lado, su hijo que acaba de llegar de París para realizar las practicas en el despacho de recursos humanos de la empresa de su padre.







Deberá enfrentarse a una situación comprometida entre las dos partes. Dos generaciones totalmente opuestas: el primero con el temor de hablar con sus superiores, porque los considera de una especie superior. Pese al trabajo monótono de enroscar un tornillo ( no se puede dejar de pensar en la película de Charles Chaplin “Tiempos modernos”, donde a modo de sátira se mofaba del sistema productivo en cadena) que lleva en la fábrica toda su vida, se siente satisfecho y orgulloso de su trabajo y al mismo tiempo de haber dado una educación superior a su hijo que ahora llega a la fábrica para formar parte de los de arriba. Ve en su hijo la satisfacción de superar un estatus social que él nunca lo conseguirá, en cambio, el segundo, preparado en estudios para afrontar el nuevo reto, se siente confiado de sus posibilidad, y le quita hierro a la situación que considera con la normalidad de enfrentarse a personas que son igual que él. El padre, camino del trabajo, se enfunda en un mono azul mientras que su hijo lo hace con traje y corbata. Pronto aparecerán los mandos intermedios para rebajar más todavía al progenitor, al cual  no le dejan siquiera mostrar a su hijo las instalaciones donde trabaja durante toda la vida. Los problemas laborales no tardan en llegar en cuanto hay una reunión con el comité sindical. La revuelta se inicia en el momento en que se piden treinta y cinco horas semanales de trabajo. (Quizás después de la crisis ha quedado desfasado el tema porque ahora las pretensiones del trabajador han quedado un tanto mermadas. Por eso, no está mal revisar la cinta para ver donde estábamos hace unos años y dónde nos hemos quedado). El protagonista se siente rechazado por sus amigos, los cuales trabajan en puestos inferiores de la empresa, pero él sigue en su empeño de ser interlocutor de ambas partes. Éste se encuentra en medio del fuego cruzado entre los directivos y los sindicalistas. Se siente traicionado por dirección porque llevan la intención de realizar más despidos. La huelga es un hecho inminente, pero se debe enfrentar a aquel que le ha dado la educación que no es otro que  su propio padre, el cual se ha quedado atrapado por el propio sistema empresarial, y no es capaz de separarse de su vieja máquina de producción, porque él no sabe hacer otra cosa y se opondrá a cualquier tipo de rebelión, pese a que dirección le va a gastar una gran putada.  Al final, lo que iba a ser una gran proyección profesional para el recién llegado acaba con una guerra de clases y el protagonista ha cogido la batuta y debe enfrentarse a su propio padre que va de esquirol porque el tiempo en un mismo puesto de trabajo lo ha dejado completamente hipnotizado e incapaz de luchar por sus derechos. No se entera o no quiere ver la realidad de lo que pasa a su alrededor. El viejo no es capaz de plantearse si se ha colmado su vida detrás de la máquina para colocar unas piezas en cada tantos segundos con el único aliciente de incrementar la producción de unidades. Esta posición contrasta con la de su hijo que se siente defraudado por este comportamiento: una vida entera en una cadena de montaje para acabar como un desecho.  El espectador ve la continuación de esta película en la cinta “Dos día, una noche” de los hermanos Dardenne, aquí la protagonista, Marion Cotillard, se dedica a convencer a los trabajadores para realizar una votación para variar la decisión de dirección sobre unos despidos donde se ve afectada ella misma. Al final, el espectador entiende que se dan dos situaciones: por un lado, la  persona que no se conforma con las injusticias laborales y luchará para conseguir sus metas en la vida, por el otro lado, el conformismo del empleado fiel en un puesto de trabajo que no le aporta nada en la vida social, pero que estará feliz con tan solo que pasen los años sin preocuparse ni calentarse la cabeza en prosperar y ni siquiera si se siente vivo o no.

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