viernes, 24 de marzo de 2017

Una historia de locos





Título original Une histoire de fou

Año                2015

Duración         134 minutos

País                Francia

Director           Robert Guédiguian

Guión              Robert Guédiguian, Gilles 

                      Taurand

Música           Alexandre Desplat

Fotografía      Pierre Milon

Reparto         Ariane Ascaride, Syrus Shahidi

                    Grégoire Leprince-Ringuet,

                    Simón, Abkarian, Razane

                   Jammal, Serge Avedikian.

La película "Una historia de locos" mantiene puntos en común con el propio director, Robert Guédiguian, el cual mantiene unos lazos con sus antepasados armenios e indaga en ese pueblo perseguido.

 Éste plasma siempre en imágenes a los desprotegidos, por su compromiso político. En pocas palabras va de comunista que quiere mostrar con su cámara las injusticias de los más débiles. Así, se coloca siempre desde el lado del trabajador o del inferior en la sociedad para dar a conocer con sus imágenes las desigualdades del hombre. Emparentado con el británico Ken Loach,por temáticas muy parecidas, el otro director comprometido con causas injustas, decantan su energía en un cine de protesta activa. Se rodea de su actriz fetiche, Ariane Ascaride

( no en vano es su mujer y con quien se va a entender mejor si no es con ella) que ya lo hizo en su anterior película "Las nieves del Kilimanjaro" donde las míseras condiciones laborales y los problemas del paro junto con otras precariedades siempre estaban presentes en la cinta. Aquí, se ocupa de desenterrar el odio de un pueblo, el armenio, apaleado por los turcos desde hace decenios. En cuyo lugar, sus habitantes se han visto obligados a buscarse la vida como puedan, lejos de sus tierras. 

En este caso, este cine de autor, nos coloca en Marsella, en el seno de una familia con antepasados armenios y una abuela que se encarga de recordar  el genocidio sufrido por su pueblo.




La historia arranca con un prologo largo de principios del siglo pasado. Las imágenes son en blanco y negro y se produce un atentado ( con tiro en la nuca) de un cónsul turco en Alemania. Seguido de un juicio donde se sacan a luz las miserias  y los asesinatos armenios por culpa del asesinado que en su día fue ministro de exteriores. Cuando parece que nos vamos a aburrir como ostras con juicios interminables, pasados unos minutos de introducción, cambia la época y nos situamos en los años ochenta en el seno de una familia comerciante armenia. El dolor y la lucha, pasado el tiempo, no ha terminado y el hijo de esa familia, Aram, se enrola en un grupo terrorista para saldar cuentas del pasado. Vuelven los atentados sobre aristócratas turcos, pero en este caso suceden en Francia. El director mantiene la vista fija en aquellos personajes inocentes que han sufrido el atentado sin tener ningún motivo, solo porque pasaban por allí. Esa vida destrozada ( el personaje anónimo toma fuerza porque sin culpa alguna ha recibido un castigo indecente )  le sirve para contrastar que con violencia no se llega a ningún lugar. La madre de Aram sufre porque piensa que va a perder un hijo para siempre y trama una estrategia para verlo de nuevo y evadirlo de la lucha. Aquel ciclista que pasaba por casualidad junto al coche oficial que sufrió el atentado ( con graves consecuencias, pues quedó maltrecho de las piernas) será la coartada para que su hijo recapacite y lo pueda rescatar de la lucha armada. Mientras, siempre hay un espacio para enamorarse, no podía faltar el amor. La película avanza con la mirada puesta en los guerrilleros, en sus entrenamientos y sus diferencias.En definitiva, hay que aguantar los primeros minutos que pueden parecer un tostón, porque así como avanza gana en interés. No busques mucha acción, pero si un cierto sentimiento de sensibilidad hacia la tierra, hacia un país que un día te perteneció, pero que los políticos decidieron tomarlo. Siempre habrá un momento para volver a tu lugar de origen. 

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