viernes, 15 de septiembre de 2023

El triángulo de la tristeza

                        

"El triángulo de la tristeza" ( Palma de Oro de Cannes 2022, Ruben Ostlrund, su director ya se ha especializado en ganar este premio, pues ya lo hizo anteriormente con la insulsa "The Square") pretende cebarse en las desigualdades de sexo o las sociales. Lo hace de manera contundente pero con poca claridad, como que debe dar más argumentos para solidificar esa teoría suficientemente explicada. Así, por ejemplo, a la hora de pagar en un restaurante, un chico argumentará que siempre paga él y no entiende por qué debe ser así, pues la igualdad debería implicar que ella pague también. El director quiere crear enfrentamiento y conflicto de temas muy manidos. 


Lo hace de forma insistente sin aportar nada nuevo en esa repetición del mismo argumento.De la misma forma lo hacía en su anterior película "Fuerza Mayor" donde un marido cobarde huye en una avalancha de un alud y descuida a su familia mientras cenan en la terraza del hotel. Ese impulso de salvación por salir en busca de la vida y descuidar a sus seres queridos le perseguirá como afrenta en el resto de sus actuaciones, con amigos u otros familiares, pues quedará grabado en la pareja. 



Aquí, la pareja es joven y saca a relucir esos aspectos que enfrentan la relación. Han triunfado en las redes sociales, pues son modelos de fama mundial. posteriormente, sucederán aspectos parecidos de marginación social en un crucero y se intensificarán las diferencias. Sin embargo, sucede al revés,  después de un naufragio, porque, en esas condiciones, quien tiene el poder es aquel que tiene más capacidad de sobrevivir en una isla sin nada. Los ricachones no están preparados para sobrevivir en un medio donde solo hay naturaleza y de nada sirve el dinero. Por eso, en definitiva, se intercambian las posiciones sociales y el mando en esa isla cambia de poder.



Título original Triangle of Sadness

Año                  2022

Duración          147 minutos

País                  Suecia

Dirección          Ruben Ostlund

Guion               Ruben Ostlund

Fotografía        Fredrik Wenzel

Reparto           Harris Dickinson, Charlbi Dean,

                        Zlatho Buric, Dolly de León,

                        Woody Harrelson, Vicki Berlin,

                        Henrik Dorsin, Sunny Melles.


Los personajes conductores de esa temática social de clase alta son los jóvenes que se ven metidos dentro de un crucero donde el personal es del tipo ricachón que mira al resto de la tripulación con cierto desdén. En ese barco de los horrores está lleno de dinosaurios cargados de pasta hasta las trancas y disfrutan de ello y se enorgullecen contándolo a todo el personal. Fardan de decir que están podridos de billetes y con ello piensan ligar e imponer sus caprichos a la tripulación. Los jóvenes se pasan todo el rato realizando fotos y subiéndolas a la red, pues son "influencer" y les han regalado el billete del viaje por eso. Los pasajeros muestran constantemente su situación social respecto al resto de la tripulación. En cierta manera, quieren menospreciar al resto por el hecho de su condición de ricos y deben someterse a sus caprichos, porque de lo contrario serán despedidos. Por lo tanto, el hilo conductor de la trama impulsa a los ricachones a aprovecharse y vejar al resto del personal empleado en el barco. No hay humanidad, incluso entre ellos serán capaces de entrometerse y burlarse. A todo esto, el capitán que comanda el barco está siempre pedo perdido y es incapaz de salir de su camarote. No podía ser de otro modo. En esas cenas y sus conversaciones, los carcamales ricos cuentan sus miserias de como consiguieron ganar tanta pasta. Tanta ostentación en ese crucero donde los comensales zampan vorazmente y vomitan los manjares más caros que acarrean los camareros en cubiertos de plata. Ese lujo queda bañado de vómitos  y lleno de escupitajos. Así acaba la cena especial del capitán: todos mareados y desparramados por el suelo. Ese barco a la deriva por la tormenta donde se produce el caos en el mismo momento en que se comenta que se hunde. Mientras, los ricachones borrachos y empachados de comida se revuelcan por la cubierta del barco en medio de su misma mierda. Sin embargo, el servicio se encargará de ponerlo todo en su sitio. De los desmadres y el exceso al naufragio hay un paso. Ahora, después del naufragio y en una isla perdida,  deberán sobrevivir solos con los cuatro trapos que les han quedado de ropa pegada al cuerpo y sin nada más, nada de lujo, nada de comida. En esa isla solitaria ya no manda el dinero ni la sociedad alta, sino que la encargada de limpiar los retretes tiene más capacidad de pescar y de cocinar y de hacer fuego para alimentarse, es decir, la más baja socialmente aquí en la isla es la que manda, pues es  aquella que puede proporcionar el alimento a los demás. Así, las tornas han cambiado y la servidumbre ahora lleva las riendas. Los ricos que ahora están en la miseria siguen a la suya: quitando las joyas de los familiares que llegan muertos a la orilla y otras miserias del mismo estilo. En definitiva, le sobra esa manera de recrearse en esos personajes que ya lo han dado todo y sigue con ellos no sé para qué, ese capitán borracho hasta limites insospechados y otros que no sabe acabar con su repertorio cansino. La idea parece buena, en cambio, la ejecución es fallida, no acaba de dar con la tecla para consolidar a los personajes, en ocasiones queda impostado, poco real. No sé.





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