miércoles, 26 de febrero de 2025

El brutalista


 

"El brutalista" de Brady Corbet se inicia con una huida masiva de personas de la postguerra en Europa en busca de oportunidades y dónde mejor que en Estados Unidos. La llegada del barco, cargado de humanidad desesperada, es significativa con la presencia en primer plano de la Estatua de la Libertad como muestra de lo que buscan. Eso es lo que esperan encontrar los que escapan del hambre y la miseria: abrirse camino profesionalmente en un lugar de paz y prosperidad. Así, el arquitecto Laszio Toth ( nombre ficticio que bien podría ser el arquitecto húngaro Marcel Lajos Breuer con un historial parecido al del protagonista: exilio y obra modernista)  



encarnado por el actor Adrien Brody ( aquí la pega o no, porque está en una situación penosa, es que muestra la misma imagen de "El pianista" de Roman Polanski, parece el mismo que se ha pasado de pantalla por su miserable situación), realiza una avanzada en busca de un futuro mejor en espera de que llegue posteriormente su amada Erzsebet. El aterrizaje del barco no deja de ser patético con los carteles numéricos en el cuello de los huidos. 



Muchos son judíos que escapan el horno crematorio de los nazis, entre ellos el propio protagonista. Se producen encuentros, despedidas, el inicio de una nueva vida que nunca se sabe cómo será en un lugar desconocido con gentes e idioma diferente. Se abre un mundo profesional nuevo, una incógnita de vida de un tipo que cabalga por un tiempo adverso de posguerra y dificultades. La acción se desarrolla a partir de 1947 y el protagonista se dirige a Pensilvania en busca de una prosperidad digna. En ese lugar, después de diversas penalidades, encuentra el cobijo del multimillonario que, después de rechazarlo, lo busca para construir una obra descomunal. 



Finalmente, hay que estar preparado para aguantar unas tres horas y media de película con un intermedio en la hora cuarenta minutos de proyección que pretende dejar un poco de respiro al espectador para iniciar de nuevo un tramo de metraje donde aparece la mujer de su vida que hasta ahora solo había intercambiado correspondencia.

Título original The brutalist

Año                 2024

Duración         215 minutos

País                Estados Unidos

Dirección        Brady Corbet

Guion             Brady Corbet, Mona Fastvold

Música           Daniel Blumberg

Fotografía      Lol Crawley

Reparto          Adrian Brody, Felicity Jones,

                      Guy Pearce, Raffley Cassidy,

                      Joe Alwyn, Isaach de Bankole,

                      Stacy Martin, Alessandro Nivola,

                      Emma Laird, Jonathan Hyde,

                      Jaymes Butler, Peter Polycarpou,

                      Jeremy Wheeler.





El tema central de la peli parte del periplo que pasa el protagonista, un arquitecto de reconocido renombre truncado por la maldita guerra y que deja allí, en Hungría, a su querida y familia. Su intención es la de abrirse camino en Estados Unidos antes de morir achicharrado porque es de judío. Pretende continuar su legado arquitectónico, que ya es excelente en Budapest de no ser por la maldita guerra que lo tiró todo por la borda. La cuestión es  salvar el culo de la miseria, pero aquí, país con precariedad para los que llegan de fuera, como ocurre siempre, no será nada fácil sobrevivir. Mantendrá contactos sucesivos por carta con su amante, pero para hacer más llevadera su existencia contactará con prostitutas y caerá en el pozo de la droga en la espera de que acuda su chica. Allí, en Pensilvania, en Filadelfia, tiene un primo que le facilitará trabajo y cama. Éste ha cambiado de nombre, otro más norteamericano y su empresa de muebles es familiar que es mentira, pero hay que atraer a los clientes. La proyección de la empresa cutre no le impacta al recién llegado, mas bien le causa pena y tristeza. Por todo esto, el desembarco inicial, con la estatua de la Libertad que prometía bienestar y futuro, no es más que producto de la imaginación, porque la auténtica realidad es que aquí tampoco hay nada para los recién llegados que se agolpan en las colas para recoger una ración de comida que se acaba antes de servir la mirad de la cola. Así las cosas, los negocios con su pariente no prosperan, sino que van de mal en peor y se queda sin lugar de residencia, en la calle como un perro perdido. Pero no todo será miseria, pues aquella librería que construyó a un magnate que lo despidió con malos modos, ahora, pasado un tiempo, se lo ha pensado mejor y ha ido en su búsqueda por su valía como arquitecto famoso y exiliado en un país que nadie lo reconoce como tal. Con pasta en la mano, porque se la ha dado el tipo ricachón, por aquel trabajo que hizo no renumerado en su día, lo aprovecha ahora para darse unas la juergas, droga y tías que campan en su vida. El multimillonario, que se forró en la guerra, que en principio estaba malhumorado con la biblioteca que le construyó en su casa, ahora lo llama para construir un edificio descomunal en su mansión con biblioteca, gimnasio y capilla. Pero después de presentar una maqueta se enfrentará a las dificultades de su gran obra. La segunda parte, después de un intermedio de dos minutos, se abre con la llegada de su amor que lo hace en silla de ruedas por el sufrimiento que ha pasado en Europa y esa noche explotan de rabia en la cama de la miseria y el dolor de la distancia. Quieren iniciar un periodo nuevo, diferente, donde dejen de lado las penalidades pasadas y centrarse en el futuro. Las discrepancias con el magnate a la hora de construir la magna obra son constantes y un accidente de obreros colmará el vaso de las desgracias y se verán enfrentados entre sí. Pasa el tiempo y la sobrina, que vino en el viaje del Viejo Continente, con su mujer, les comenta que va a volver, junto con su querido, a Jerusalén, su tierra, porque son judíos y ese es el lugar que le corresponde. Y sigue la historia con sus traumas de estar en un país donde no los quieren que los rechazan por ser judíos o es el mal rollo que lleva el protagonista. Y la rabia de aguantar siempre al magnate salta por los aires con muy mala leche con su esposa. En fin, el prestigioso arquitecto que ya era famoso en Budapest, pero por motivos de la guerra se ve envuelto en un desastre, gracias a la construcción de una biblioteca para un ricachón en Filadelfia pasa de ser un miserable vagabundo a ser, de nuevo, una persona influyente con un proyecto descomunal. La tragedia no acabará aquí y todavía le queda al protagonista más agonías hasta el final de su recorrido.

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