"Los últimos pastores" de Samu Fuentes es un documental que intenta recuperar lo que queda de un oficio en puertas de la desaparición. Se sitúa en los Picos de Europa a una altura de mil doscientos metros. La primeras imágenes muestran la niebla, los sonidos de los cascabeles de las cabras y a un solitario pastor que se las apaña como puede en esa zona fría y escarpada. Es un testimonio de valor por recoger ciertas tradiciones de esa profesión. Evidentemente, los años han pasado y se han actualizado y van con una lamparilla en la frente que les va iluminando las zonas oscuras, nada del candil de aceite de los tiempos pasados. Por allí cuelga un reloj que los pastores tradicionales ni de coña lo verían. Ahí vemos a los hermanos
Fernando y Manolo Mier Espinosa en acción en sus tareas de amasar el pan y cocerlo en el horno, mientras las vacas pastan tan ricamente entre la niebla. A vista de águila, la cámara se recrea en la contemplación paisajes espectaculares de árboles y zonas nevadas. Ya está bien ver lo que ha quedado de esas costumbres, pero los pastores no son tontos y se han modernizado en medio de esa soledad entre otras cosas porque son viejos y achacosos y el día menos pensado les da un yuyu y se quedan tiesos, por eso van cargados con un "wualkie talkie".
En fin, eso una profesión extinguida de dos hombres intentando domar a la naturaleza o más bien servirse de ella para sobrevivir a la soledad .
Título original Los últimos pastores
Año 2023
Duración 85 minutos
Dirección Samu fiuentes
Guion Samu Fuentes
Reparto Frenando y Manola Mier Espina
Música Paloma Peñarrubia
Fotografía Alejo Rams Sabujo
Es cierto que las condiciones son rudimentarias, pero el paso del tiempo los ha modernizado, pues ya no amasan el pan encima de la mesa en un plástico o en un lebrillo de porcelana, sino en uno de metal. Sin embargo, de las paredes de piedra cuelgan utensilios más rudimentarios. La casa es prácticamente una cueva de llena de cacharros, leña para que no se moje fuera, por donde apenas se puede pasar. Acostumbrados a la soledad son parcos en palabras cuando se comunican con los seres del exterior. Apenas se les entiende cuando hablan. Se entretienen con las noticias de la radio y colgadas de la puerta una tía medio en bolas les ilumina la vista cada vez que entran y salen de la estancia. Constantemente se ve la soledad del hombre que pasa el tiempo oyendo la voz de la radio ( COVID, la guerra de Ucrania, temas de la realidad alejados de la suya propia) sin prestarle demasiada atención, solo como compañía en medio de la naturaleza que asusta. Su cámara tira mucho de esas imágenes idílicas del monte y con ello rellena el documental. Comen y viven de lo que les da la naturaleza: unas gallinas que salen de una cueva y de allí sacan los huevos. Finalmente, ni qué decir tiene que son unos privilegiados de contemplar las vistas y los paisajes de la montaña. En cierta manera, es un canto a la naturaleza que, llegado el momento, podemos perderlo. A resaltar las cascadas y el constante sonido del agua, las chispas del fuego en esos inviernos interminables sin hacer otra cosa que calentarse al rescoldo de las ascuas.
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