"El último verano" de Catherine Breillat se inicia con la presentación de los personajes. Un matrimonia, ella es abogada, interpretado por Lea Drucker, ( los primeros planos son de interrogación a una adolescente, la cliente que defenderá alguna violación); el marido directivo, interpretado por Olivier Rabourdin,
de una multinacional e insatisfecho de las múltiples críticas de los empresarios después de doblar las ganancias de la empresa y ,por último, su hijastro, Teo, interpretado por Samuel Kincher, un adolescente que los critica por haber adoptado a dos niñas para, según él, blanquear el hecho de descuidar el cuidado de su hijo cuando ya debía ser un abuelo más que un padre. Eso es lo que piensa él.
Ese chico no se integra dentro de la familia y después de producirse un hecho grave, pacta con la madre que, a partir de ese momento, se debe comportar de una manera más educada. Esto implica una cercanía más próxima hacia su persona. Ahí empieza la relación estrecha entre hijastro y madrastra con la intención de ahondar en una amistad que va más allá de la cordialidad familiar que se intuía en un inicio.
En fin, ese nuevo afecto o acercamiento imposible para ella, por la distancia en edad y el parentesco, hace que renazca o encienda de nuevo una llama del amor imposible, por lo menos en ese campo donde está metida.
Título original L'Ete dernier
Año 2023
Duración 104 minutos
País Francia
Dirección Catherine Breillat
Guion Catherine Breillat
Guion original Maren Louise Kaehne
Fotografía Jeanne Lapoirie
Reparto Lea Drucker, Olivier Rabourdin,
Samuel Kircher, Angela Chen,
Clotilde Courau, Serena Hu,
Romain Maricau, Marie Lucas.
Las relaciones sexuales de esa pareja digamos que ya han llegado a su límite de pasión, mientras él intenta satisfacerse con el cuerpo de su esposa, ella le cuenta aspectos o sucesos de algún caso que lleva entre manos. Ni siquiera disimula con gemidos, para qué. Mira el cielo del techo y piensa que termine lo más rápido posible. Solo queda la satisfacción personal del hombre. Esa es la patética visión de un acto sexual a una edad que ya se está de vuelta de todo. Las cosas no mejorarán fuera de la cama, ya que su hijo, Teo, en la edad del pavo se rebota con su padre en el momento en que lo critica por fumar en la habitación y haraganear con el móvil sin hacer nada productivo. Así, no da ni chapa y encima se encara de malas maneras con su progenitor. Se produce un robo en la casa y la madre, después de denunciarlo, se da cuenta, por un tema de unas llaves, de que ha sido su hijastro. Entonces considera el momento oportuno para chantajearlo y a partir de este momento, si no quiere que se lo diga a su padre, le amenaza, y pacta un trato más cordial con el resto de la familia. A partir de este momento, la esposa y el hijastro empiezan a tontear de una forma íntima. Se le han bajado los humos y el robo ha hecho que se arrime a su madrastra con un tono diferente a la de un hijo. El vínculo traspasa las fronteras de lo familiar hasta preguntarse por las relaciones sexuales de los dos, el chico porque ha entrado en su casa con una joven de su edad y, a partir de aquí, ella le acaba de preguntar si son algo, algo qué, nada, le contesta y los sentimientos le responde ella, eso no es nada. Ahora le toca a él preguntarle por las relaciones que mantiene con su padre. Así, tratan los temas sexuales y les choca como algo pudoroso por las dos partes. Ella habla de generación de jipis, cuando era joven, que todos se acostaban con todos, pero eso era antes, pues pertenece a la del sida donde se cerró el grifo de todo tipo de orgías. Así las cosas, con esa chispa ardiendo en su interior, pronto generará una hoguera de grandes dimensiones y se desatará el amor entre los dos. La pasión que hace tiempo que no siente con su marido, ahora no tiene freno y disfruta como una loca. Pese a que ella, cuando terminan el acto, le dice que no se puede repetir y que ha sido un error. Pese a todo, el romance amoroso continúa y las relaciones sexuales también. Por lo tanto, ese niñato, que está empalmado cada minuto, la buscará constantemente y será un problema con las continuas provocaciones. A todo esto, el marido cornudo no es estúpido y se da cuenta de que ha faltado durante toda la reunión con unos amigos y cuando llega, de ya noche y de copas con el niñito, le pide cuentas. Se huele que algo esconde a sus espaldas. Llegó el momento de las declaraciones y los dos confiesan: uno que se acostaba con su madrastra, la otra que su hijastro intentó el robo en su propia casa y que miente como un bellaco. Mientras el marido, hecho un lío, no sabe hacia dónde mirar, si hacia el hijo o hacia la mujer que negaba con energía su amor por su hijo. En definitiva, estamos ante una película que parece no decir nada, pero si rascamos un poco vemos las insatisfacciones de un matrimonio burgués. Fuera de su profesión no escatiman las reuniones chic, pero por dentro están vacíos y huecos existencialmente como el resto de los mortales cuando ya la madurez se presenta y hace mella en la peña.
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