"Vicent debe morir" de Stephan Castang arranca con ciertas expectativas violentas. De entrada, ese cachondeo que se lleva un tipo en una oficina sobre un becario del despacho y le gasta la broma de que como es nuevo le podría traer el café a su mesa. La mofa no ha sentado nada bien en el nuevo, pues a la menor ocasión se lía a trompazos con el portátil sobre la cabeza del gracioso. La brecha en la cara es profunda, pero si no lo paran allí mismo lo deja sin cabeza. La intención no era ridiculizar al muchacho, pero, a veces, hay que medir las palabras hacia los desconocidos.
Es un altercado que deja pasar y no lo denuncia. Sin embargo, la violencia no acaba aquí y ese personaje, interpretado por Karim Leklou, no entiende que en cuanto le miran el careto le dan mamporros sin parar. Así, sin motivo alguno, se suceden las agresiones sobre el mismo tipo y, en la misma empresa, siguen otros atacantes que, en otro caso, lo apuñalan salvajemente en la mano sin motivo alguno. Es una situación extraña, puesto que los agresores se trasforman con solo mirarlo a la cara. Así, no tiene más remedio que denunciarlo a recursos humanos para que esclarezca los hechos y tome cartas en el asunto.
En fin, la situación se complica tanto que se esconde y huye de todos porque la toman con él en el lugar donde se oculte. Solo con mirarle los ojos ya les entran ganas de cascarle fuerte.
Título original Vicent doit mourir
Año 2023
Duración 115 minutos
País Francia
Dirección Stephan Castang
Guion Mathieu Naert
Fotografía Manuel Naert
Reparto Karim Leklou, Vimala Pons,
Francois Chattot, Karoline Rose,
Emmanuel Verité, Ulyse Genevrey,
Jean-Christophe, Anne Gaelle,
Jean-Remi Chaize.
Vicent está bien considerado en su empresa de diseño gráfico, pero han sucedido dos hechos puntuales de violencia sobre él que se deben tomar medidas. Las agresiones siempre se han producido a la misma persona sin ningún justificante y eso es preocupante. Los atacantes se han revolucionado nada más verlo y le han golpeado sin parar. Por eso, han decidido, los jefes, después de tener la cara como un tomate y la mano acuchillada y en cabestrillo, que se tome un tiempo de reposo y que puede trabajar a distancia desde su casa. El tipo se siente extrañado de que pague los platos rotos y sus agresores continúen en la empresa como si nada. Se siente discriminado y averigua quién son esa gente que le agreden sin motivos. Sin embargo, intenta que su vida no quede afectada y sigue con sus ligues y quedadas con chicas por Internet. Los accidentes y atropellos de personas son constantes y ya piensa que hay un fenómeno paranormal que lo persigue. Comprueba, por las noticias que le llegan, que se ha desatado la violencia por todos lados. Incluso los niños que juegan en su escalera, cuando quiere entrar a su casa, es atacado por ellos. Los padres lo culpan de pegar a los niños y se lía una gran trifulca porque se oculta en su casa y no quiere salir, ya que, en cuanto lo ven, el personal se trasforma y quiere golpearlo o matarlo. No tiene más remedio que coger sus cuatro cosas, con una pistola eléctrica que acaba de comprar, y pirarse de noche cuando no lo vean. Encuentra a otro colega con pintas de pordiosero que también con solo mirar a la gente ya quieren matarlo. La huida es hacia ninguna parte. Se enrolla con una tipa que trabaja en un bar de comida rápida y tienen un rollo, pero ella también tiene instintos violentos cuando lo mira a la cara y empieza a atizarle golpes. La solución está en engrilletarla. Así pueden follar con mas tranquilidad sin que se maten unos a otros. Finalmente, parece que la población está afectada por alguna enfermedad o virus y se zurran entre ellos. Son zombis o personal fuera de sí que no tienen otra obsesión que liarse a golpes sin parar. Lo mejor, alejarse mar adentro y desaparecer.
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