El tiempo del amor

 "El tiempo del amor" de Katell Quillevere ocurre años después de la Segunda Guerra Mundial. 

Las primeras imágenes muestran la violencia de los soldados que ganaron la guerra, en un blanco y negro como si de un reportaje periodístico  se tratara, donde reflejan el castigo y la venganza que infringen a las mujeres que en su día fueron aliadas o simplemente compañeras de viaje o de amores de los nazis, como ocurre en esta historia. Les dejan los pelos rapados y las marcas nazis por todo su cuerpo. Son vejadas y desnudadas delante del público como una vergüenza humana. Ellas huyen como pueden y se refugian donde no las vean. Pronto las imágenes pasarán del vientre embarazado de una de estas mujeres y se convertirá en un niño caminando por la playa en imágenes a todo color. Ha pasado el tiempo y la madre solitaria, 

interpretado por Anaïs Demostier,  trabaja de camarera en un restaurante y, en ese momento, en la playa, conoce a un tipo, interpretado por Vicent Lacoste, que se entromete en su vida. Vive en un castillo que se ve desde la playa y , como hombre de posición social acomodada, estudia fuera.

 Es un idilio sin futuro, pues aunque él está inválido de una pierna no se vislumbra como una unión por culpa de la casta social. En fin, los buenos inicios no auguran un desarrollo interesante, pues la trama se va desinflando poco a poco, pierde fuerza y parece que los nuevos temas que aparecen son parches para alargar una agonía de cinta.

Título original Le temps D'aimer

Año                2023

Duración        125 minutos

País                Francia

Dirección        Katell Quillevere

Guión              Katell Quillevere, Giles Taurand

Música            Amin Bouhafa

Reparto          Anaïs Demoustier, Helios Karyo,

                       Vincent Lacoste, Josse Capet,

                        Romain Francisco, Ambre Gollut,

                        Morgan Bailey, Paul Beaurepaire.

La chica que trabaja en un restaurante conoce a un chico de buena familia que estudia arqueología en la Sorbona. Él se descubre completamente: su padre tienen una empresa textil, pero él no quiere seguir los pasos de su hermano mayor, en cambio, ella se niega a contar su procedencia y está sola con su hijo. Se hace ilusiones de ese amor relámpago, pero sus estudios fuerzan una salida rápida del lugar. Se siente rabiosa y abandonada a su propia suerte. No entiende que después de la invitación a una copa de champán, ella ejerce de camarera en un restaurante, pues creía que llegaría un romance serio, pero no, entra en un abandono sin notificación, por parte del nuevo pretendiente, en un tiempo. La historia avanza, en posteriores encuentros, con las confesiones de parte de los dos y se sinceran: ella, por mantener relaciones con una oficial alemán que marchó a la guerra; él que acaba de romper con una relación amorosa con una chica en París. Así, después de esa declaración siguen los acontecimientos normales: casamiento y convivencia, pero ella no está segura de esa acción, porque comenta que toda ha ido demasiado rápido. Por mucho que pase el tiempo, estará siempre marcada por ser la mujer de un nazi y recibirá acosos de los vecinos. Por lo tanto, no tienen más remedio que largarse donde no los conozcan y regentar un bar en una zona de militares para ganarse la vida currando entre copas y copas de los clientes. La historia sigue lineal sin mayores complicaciones. Se hacen amigos de un soldado yanqui y, en medio, el niño que ya se ha hecho adolescente muestra intenciones de recuperar la identidad de su padre desaparecido. Sin embargo, se retoma la relación de la pareja y ella descubre que su marido es homosexual y mantiene relaciones amorosas con alumnos menores de edad de su facultad. Esto creará un altercado enorme, pues en esa época ser homosexual es poco menos que ser criminal y más si lo hace con menores de edad. En fin se van sucediendo los acontecimientos, el niño se hace mayor y quiere encontrar a su padre nazi o saber qué fue de él. con todo el embrollo, de todas las espextativas del inicio ha quedado en nada.