"Novocaine es un anestésico local que se utiliza para bloquear los nervios y no produzca dolor. Sobre todo los dentistas lo aplican en sus tratamientos. Ese es el título de la película dirigida por Dan Berk y Robert Olsen, al mismo tiempo el nombre del protagonista, interpretado por Jack Quaid ( que lo veíamos en la trama de "La acompañante" de Drew Hancock,
una comedia diferente, aunque tienen algo en común, pues busca el machaque humano y con ello hacer algo de gracia), con poderes extraños por una enfermedad rara. El tipo tiene ese mote porque en su infancia le detectaron la propiedad de no manifestar dolor cuando se hacía una herida. Así, por ejemplo, en las primeras imágenes una compañera de trabajo le salpica con café hirviendo y ni se inmuta. Y eso es llevado hasta el extremo del humor negro y sangriento, es decir, le da igual que le claven una flecha o le tiren un disparo, él, como no siente nada, pues se la pela. Mantiene un cierto complejo, porque ya desde la infancia, el amigo que se encuentra en un bar se cachondea de él comentándole si todavía está vivo. Así, ese directivo, vicepresidente de un banco, muestra sus complejos hacia los demás y se esconde en su habitación jugando con el ordenador como un auténtico friki.
En fin, una peli de antihéroe con aspecto de mosquito, pero su super poder, de no sentir el dolor, le convierte un tanto invencible y pasa a ser un héroe frente a unos atracadores de poco pelo. Un pasatiempos que hacia el final ya cansa, sin más.
Título original Novoaine
Año 2025
Duración 110 minutos
País Estados Unidos
Dirección Dan Berk, Robert Olsen
Guion Lars E. Jacobson
Música Lome Bafte, Andrew Kawczynski
Fotografía Jacques Jouffret
Reparto Jack Quaid, Amber Midthunder,
Ray Nicholson, Betty Gabriel,
Jacob Batalon, Matt Walsh,
Conrad Kemp, Evan Hengst,
Lou Beatty Jr.
El personaje muestra desde el primer segundo una cara de idiota que es incapaz de quitársela de encima. Pese a ello ha llegado lejos en su ascenso profesional, pues es el segundo de a bordo en la escala de directivos. En la empresa trabaja una joven que le echa el ojo. Y, después de llevar allí más de tres meses, por un accidente en la máquina de café, este se va todo calentito encima de su brazo, sin darse cuenta del quemazón. Ella lo invita a cenar. Él se resiste, porque mantiene una forma de vida alejada de la juerga y menos mujeres. Se cuida por no salir mal parado con su enfermedad. El argumento avanza y, para que se vean los poderes del tipo, se produce un atraco en el banco. Por eso, le pegan una manta de palos y se queda como si nada, sin rasguños. Llega la policía que se traga todas las balas de los atracadores y él sale de allí como si nada, plas, plas, un poco de polvo. Se han cargado a los policías y toma un coche de ellos, una pistola de los agentes, con la intención de perseguirlos. Entre otras cosas porque han secuestrado a su chica, y la va a rescatar de los cacos. Así pues, ese directivo, con pinta de poca cosa, tiene a su favor que cuantas veces lo hostien, nunca sentirá nada de dolor y eso ya es ventaja. Y ya le sirve de anestesia para hacerse la cirugía él mismo: se corta con un cúter la carne y se saca las balas de los matones. Así es como la policía sigue sus pasos y él el de los atracadores. Pero no abandonará su misión, porque la única vez que se ha enamorado de una chica no consentirá que unos chalados la arranquen de sus brazos. Finalmente, el personaje, un colgado, tímido y de poco empuje, se mete en un tinglado de acción persiguiendo a unos ladrones. Ese cambio de rol no acaba uno de creérselo, pero algo había que pensar, por parte del guionista, para mantener un punto de atención a una peli que se venía abajo a las primeras de cambio. Pretende levantar la gracia y la risa con las ocurrencias del linchamiento de un cuerpo insensible. Ese es el clímax de la peli. Se alarga innecesariamente hasta el infinito.
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