"Las Inocentes" de Anne Fontaine profundiza en los ideales religiosos que no siempre predominan por muy fanáticos que sean porque se pueden ver alterados por factores externos. Así, por ejemplo una congregación de monjas que ha entregado su vida en cuerpo y alma al Señor se ve alterada por unos soldados rusos, en la Polonia de la segunda Guerra Mundial, con intenciones violentas de tomarse el cuerpo de las beatas como satisfacción sexual.
Esos ideales de por vida se ven alterados por posteriores embarazos que causan un estado de angustia y permanente desequilibrio mental. Ahora no tienen más remedio que traer al mundo un hijo y aquellas creencias dejan paso a un sentido maternal. Sin embargo, siempre habrá una monja cruel que se encargue de ocultar el pecado de los niños no deseados como pasaba en aquella excelente película
"Philomena" de Stephen Frears donde el hijo de una monja se hace desaparecer para no ensuciar el prestigio del convento sin antes consultar a la madre. Antes, ha de atenderles una doctora francesa, interpretado por
Joanna Kulig, de la Cruz Roja que se la juega en su caritativa entrega por ayudar a las monjas. Todo ello en un invierno frío y nevado con fronteras de soldados que acechan por todas partes. En definitiva, las guerras siempre sucede lo mismo: el vencedor se toma por la fuerza aquello que le apetece y le viene en gana. Una película interesante, pero que no profundiza demasiado en esa soledad de las religiosas en esos momentos de existencia contradictoria con sus creencias que hubiera dado para dramatizar más la acción.
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