"Aun estoy aquí" del director Walter Salles ( "Diarios de motocicleta" con las andanzas del Che Guevara por America Latina) se detiene en 1970 en Brasil concretamente en Río de Janeiro. Muestra una familia acomodada con varios hijos. El inicio marca una época de dictadura y disturbios y una de sus hijas, por su aspecto hippy, es cacheada por los policías ante un secuestro de un cónsul. A partir de la detención del marido y las siguientes interrogaciones a su esposa, la película da un vuelco y pasa de las fiestas entre amigos y las alegrías a una especie de angustia y terror. Se pretende crear el pánico en aquellos que piensan diferente al régimen o que no son afines. La historia es verídica, pues le pasó a Rubens Beyrod Paiva, interpretado por Selton Mella,
y recopilada por el propio hijo pequeño de la familia, Marcelo, se inicia en esa época en que él y sus tres hermanas son felices y viven holgadamente de los honorarios de su padre arquitecto, pero antes sucedieron hechos que marcarían el destino del padre. Por lo tanto, unos años antes del golpe, Rubens era congresista del Partido Laboralista y se encargó de una comisión de investigación de la evasión de capital hacia los militares con lo que pretendían dar el golpe de estado en Brasil. Se exilió unos años, pero volvió para ser arrestado. Posteriormente, la familia sufrió las consecuencias fatídicas de esta detención, sobre todo, su esposa, interpretada por
Fernanda Torres, que fue incansable en su lucha por encontrar la verdad. En fin, plantea lo que sucede en los gobiernas autoritarios y dictadores donde se intenta callar a aquellos que piden libertad de expresión, como ocurrió con los desaparecidos en tiempos de la dictadura argentina o con Pinochet en Chile.
Así, vemos el contraste de esa media hora de una familia feliz, frente a la criminal actuación del mecanismo militar y asesino de una dictadura.
"La desconocida" de Pablo Maqueda se inicia con un recorrido de cámara por la estancia de un desconocido. Por las fotografías vemos que se trata de un lugar donde habita o habitaba un matrimonio con una hija.
Ese señor, interpretado por Manolo Solo, que canta una canción de Julio Iglesias y de una edad avanzada se toma un baño con la intención de una cita. Sale de Madrid y aparece en un parque, en las afueras sentado junto a una adolescente. No para de contarle fragmentos de películas clásicas como la escena donde Gary Grant escapa del ataque de una avioneta en "Con la muerte en los talones" de Alfred Hitchcock. Se le nota una cierta pasión cinéfila, pero detrás esconde un tarado abusador. Su comportamiento es autoritario, manda a la chica con la que ha quedado que le obedezca y ésta lo hace con sumo miedo y le recrimina el hecho de haberle engañado haciéndose pasar en las redes por un chico de dieciséis años. Así es como conoce a la chica, interpretado por
Laia Manzanares ( protagonista de la reciente serie "Asuntos internos" de Pedro García Ríos y Rodrigo Martín), que la va engañando por internet con estrategias como que tiene todas sus fotos y que si no quiere que las publique, a partir de ahora, hará todo lo que le pida. Sin embargo, cambian las tornas y el villano ahora es humillado. Ese cambio brusco del guion no acaba de funcionar y menos yendo atrás y adelante despistando al espectador. Sin duda alguna conviene revisar "Hard Candy" de David Slade que crea mayor tensión en una trama parecida. En fin, las trampas de las citas a ciegas pueden esconder sorpresas desagradables.
"El cuco" de Mar Targarona ( directora que se adentraba en el genocidio nazi con el careto de Mario Casas como fotógrafo en un campo de concentración en "El fotógrafo de Mauthausen") pretende generar tensión mediante el mal en el espectador. Para ello se vale de la camaleónica
Belén Cuesta( "Sentimental" de Cesc Gay, "La trinchera infinita" de Joan Garaño, incluso se adentra en las entrañas de Barbara Rey con sus trapicheos con el rey Juan Carlos I en la serie de TV "Cristo y rey" de Daniel Écija). La trama se inicia con total calma: una chica embarazada que coloca su piso en la red para realizar un intercambio con otra pareja del extranjero. A los segundos ya recibe un correo de aceptación de una pareja alemana: Hans y Olga. La relación con su marido, interpretado por Jorge Suquet,
no acaba de cuajar, pues llega a casa y pasa olímpicamente de su mujer embarazada y también de esa ilusión que tiene de intercambio de casa antes de dar a luz. Así las cosas, parece que el niño en cuestión que está en camino es poco deseado, pero tan solo hay una implicación por parte de la madre, porque el padre duerme y pasa bastante de echar una mano en ese trance difícil de superar las condiciones del embarazo por parte de la mujer. Las semejanzas con "La semilla del diablo" de Roman Polansky llegan en el primer contacto con la pareja alemana donde la cordialidad empieza excesiva con regalos de mucho valor sin venir a cuento. Es decir, intentan acercarse al matrimonio, sin conocerlos de nada, con una proximidad fuera de lo normal. Esos ancianos malévolos, una vez han tomado el piso de la pareja joven, harán conjuras o brujerías al respecto del niño que va a nacer. Hay una constante de cámara arriba, tomada desde el cielo, mientras ellos van en coche y muestra la zona completamente llena de árboles que recuerda a "Fanny Games" de Michael Haneke y la llegada del matrimonio a la casa donde se producirá la tragedia con unos chicos jóvenes que toman su casa y les cuentan que van a morir, allí también hay esas mimas tomas.
También se produce un calco del asesinato en la bañera de la película "Psicosis" de Hitchcock con los tirones de las anillas de la cortina que cubre la bañera, incluso con un sonido muy similar de música de fondo. En fin, el guiño a la semilla como versión moderna es más que evidente: un matrimonio anciano que a través de sus hechizos intentarán adueñarse del niño que lleva dentro la protagonista por medio de conjuros.
Se podría decir que es un plagio, pero el envoltorio del paquete nada tiene que ver con la primera ( no hay nada del edificio Dakota de EEUU, ni apenas contacto con los vecinos si no es por telepatía a distancia, aunque el contenido, sí). En fin, ese pastiche de revoltijo llega a entretener.
"Parthenope" de Paolo Sorrentino ( "La gran Belleza" es una sátira del tiempo perdido que nunca volverá y los protagonistas, muchos de ellos, pasan completamente de las composturas y los modales, porque se las suda el mundo, para lo que les queda por vivir, a paseo con las formas) se centra en la belleza de la joven napolitana, deseada de la familia y del resto de personal que la rodea.
El recorrido de la protagonista, la bella Celeste Dalla Porta, es la predilecta del comandante, que así se apoda, del abuelo que está obstinado en que su nuera parirá una niña, niño ya lo tienen y le pondrá Parthenope, como la peli, nombre de la primera formación en Griego de la ciudad de Nápoles. La leyenda cuenta que la sirena con el mismo nombre y desesperada por no haber encontrado a Ulises, se tiró al fondo del mar y su cuerpo fue hallado en el golfo de Nápoles ( aquí no resalta tanto la ciudad como en "Fue la mano de Dios" donde las calles, Maradona y el pueblo tiene mayor protagonismo) y allí fue enterrada. Y el abuelo señala la ciudad justo el momento de nacer allá por el año 1950 como si se tratara de la sirena de la leyenda. Pero la historia recorre dieciocho años de una tacada y se planta en 1968, lo hace en una elipsis de belleza, cuando la protagonista emerge del agua, unos segundos antes estaba su madre pariendo en el mar a ese bebé que posteriormente conseguirá todo lo que se proponga.
Y sigue avanzando en el tiempo hasta 1973 con una deslumbrante actriz y unos movimientos sexis que tienen fascinados a los tíos que no paran de rondarle. Ella se siente el centro del universo y se aprovecha de su condición de bella, acosada por las bestias. Y los personajes son reos del "Travelling" que acerca hasta el careto a los personajes y los aleja dejándolos tirados cuando el antojo del director le da la gana. La cámara pasa a toda pastilla sobre ellos fulminándolos como sucede con la existencia. Salta un año 1974. Y sigue ella en 1975 con la intención de ser actriz. Y 1982 con matrícula de honor en sus estudios universitarios de antropóloga. Y 2023, Parthenope, en otra gran elipsis en su edad casi anciana, fuera ya de la luminosidad de la belleza, se retira como profesora después de cuarenta años de clases intensas.
Finalmente, de la mano de la protagonista recorre las aristas de momentos de una familia, ligues, actrices acabadas y ella, pletórica de juventud contrasta con esas gentes que se mueven por Nápoles, pero acaba donde el resto, en la vejez.
"In the summers" ( Gran Premio del Jurado en el festival de Sundance 2024) de Alessandra Lacoraza trata del paso del tiempo y la relación de un padre con sus dos hijos. Eso no acaba de tener mayor relevancia, pero en el caso del protagonista, interpretado por Residente,
que es un drogadicto reprimido, tiene cierta importancia por su deterioro frente al paso de la adolescencia al de la juventud de sus retoños. La historia arranca cuando va a buscar a sus dos hijos para pasar una temporada de vacaciones con ellos. Se suceden cuatro capítulos realizados en el mismo lugar en Las Cruces de Nuevo México donde se ve la progresión de los niños y el estancamiento del padre.
Así, la introducción del primer episodio es una relación moderada tirando a cariñosa, sin embargo, ya se vislumbra, en momentos fuera de cámara que es un tipo con problemas. La trama se fragmenta en momentos de vacaciones y distanciados en el tiempo y en cada uno van a la misma ciudad y los mismos lugares. Ellas se hacen adultas, porque el tiempo no se detiene y ven que su padre está en la misma posición patética o peor todavía que cuando eran niños.
Finalmente, la progresión temática de la trama está en la denigración del padre conforme avanza el tiempo que no es capaz de progresar, sino que cae en los mismos defectos de siempre: enamoramiento, otra hija y separación y vuelta a empezar. Muestra constantemente la incapacidad de un tipo para avanzar en proyectos de mayor calado que beber y drogarse y, al mismo tiempo, ser un buen padre.
"El baño del diablo" de Severin Flala y Veronika Franz ( ganador del último festival de terror de Sitges 2024 y Oso de Plata en el festival de Berlín ) se inicia en un lugar de la montaña de Austria en mil setecientos cincuenta y con los lloros de un bebé que no cesan. Son desesperantes y la madre o lo que sea del niño que todavía no han transcurrido cinco minutos lo recoge con la intención de callarlo. Unos balanceos, unas caricias, nada de eso, pues igual el problema es de fondo de no disponer de alimentos y la imposibilidad de que se calle es imposible. Hay un método más rápido y duradero, unos pasos más allá y lanzarlo por la cascada. Silencio absoluto. No hemos destripado nada porque sucede nada más iniciarse y vemos que el productor es la productora de Ulrich Seidl, luego nos espera cosas así o más bestias. Posteriormente, su destino final que le espera no será nada agradable, sino sangriento, pues su cuello cae rebanado. Ese es el diabólico inicio. Pero el tema central se clava en las condiciones de la mujer en ese medio rural.
La entrega de la fémina, interpretada por Anja Plaschg, que viene a ser poco menos que una esclava sin decisión alguna a elegir marido y se va con el que le asignan.
Lleva la dote en un carro, con lo puesto y poco más, que arrastra su madre y su hermano para entregar al futuro marido. No se ve ni pizca de amor en esa acción y parece un matrimonio de conveniencia como si la familia se quisiera sacar de en medio a la mujer, una boca menos que alimentar e esos momentos de miseria.
En fin, muestra ese medio rural casposa donde los hombres beben, gritan y bailan, mientras las mujeres responden al cliché establecido: recogen los trastos y lavan los platos de la fiesta y obedecen fielmente al marido. Es, en cierta manera, una peli dura de digerir, acompañada de imágenes de postal donde una naturaleza poderosa hipnotizan la vista.
"La acompañante" de Drew Hancok propone una comedia disparatada de ciencia ficción ( en "Her" de Spike Jonze ya nos proponía un futuro- esto hace más de diez años- frío con la relación de una especie de robot virtual que complacía plenamente los deseos del protagonista. Aquí se quiere llegar más lejos y crear una máquina casi perfecta que sea casi humana, que se pueda graduar perfectamente a nuestros deseos). La trama se inicia con un cruce amoroso entre un chico y una chica que se encuentran en un supermercado. Se produce un flechazo amoroso y hasta aquí, prefecto, un ligue espontáneo que fructifica en pareja. La historia continúa con una elipsis que los coloca directamente en un coche en dirección a una mansión ostentosa en medio del bosque. Allí les esperan unos personajes, algo mafiosillos, con ganas de farra.
La joven, interpretada por Sophie Thatcher, se siente extraña en ese lugar, donde una pareja de homosexuales cuenta también, como ocurría en la primera escena con su propia pareja, el día de disfraces en que se conocieron. Ella siente que otra joven quiere seducir a su chico y lo arranca de la fiesta y se lo lleva directamente a la cama. Hasta aquí no hay nada raro, pero el día siguiente, ella se encuentra un cuchillo en su bolsillo sin saber cómo ha llegado hasta allí y que pronto lo utilizará para asesinar a un agresor que quiere abusar de ella. Parece que todo está estudiado y programado para que suceda. Pronto aparecen humanos que son máquinas y la comedia del inició pasa de las risas a ser negra y sangrienta, incluso un drama futurista que asusta.
En fin, la tecnología avanzada y la inteligencia artificial nos arrastra siempre hacia el mismo lugar: conseguir beneficios sin mancharse de sangre para robar la pasta del magnate de turno y forrarse. Luego echarle la culpa a la máquina. La propuesta consiste en jugar con las máquinas y ver hasta dónde son capaces de llegar si están en manos de los humanos y ,en el caso contrario, qué son capaces cuando se desmadren solas a su propio antojo.
"Sisi y yo" del director alemán Fraunke Finsterwalder indaga y propone una nueva versión de Sisi Emperatriz( Isabel de Baviera o de Austria ). En este caso, la mirada de ese personaje controvertido la pone otra persona. Se inicia en una visita de una joven a un palacio con alguna intención que desconocemos, pero vemos que es una condesa que va a pasar revisión estricta para entrar a servir a la emperatriz.La actriz que desempeña este papel es
Sandra Hüller interprete muy en boga últimamente en "Anatomía de un asesinato" de Justine triet y "La zona de interés" de Jonathan Glazer por sus actuaciones estelares. Ella quiere entrar al servicio de la Emperatriz, interpretada por Susanne Wolff, que se encuentra alejada de su marido, el rey Francisco I de Austria, en una residencia de vacaciones.
Tiene costumbres poco nobles, en la sala de prueba mientras espera, y su madre que la acompaña no dudará en quitárselos violentamente. Así, por ejemplo, mientras se está petando un grano de la cara delante de un gran espejo, no dudará en soltarle un puñetazo en plena nariz que le salpicará el vestido de sangre. Allí, en esa sala, le dan un repaso considerable, con preguntas indiscretas, además de una revisión estricta como si se tratara de un caballo que van a comprar.Pese a todas las pegas que encuentra, es aceptada como dama de honor de Sisi, aunque le quedan varias prueba por las que pasar. La historia se desarrolla a partir de 1870 cuando la emperatriz ya ha tenido a sus hijos que no aparecen por ningún lado y el punto de vista está enfocado en ese "yo" del título que es la asistenta de la princesa. Por lo tanto, el enfoque de la trama viene de parte de esa condesa llamada en la realidad María Festetics que escribió un diario o unas cartas. No estaría sola en esa relación de dama de honor, porque en el séquito estaba Ida Ferenzy que realizaba las funciones de lectora y al mismo tiempo de amante de la emperatriz que perdió protagonismo cuando llegó esta última que comentamos. Sisí se ha retirado a una isla de Grecia para montarse sus farras alejada de Austria y su plasta marido. Ella, joven todavía y con cuatro hijos alejados de ésta, pasa el tiempo con lecturas ( "Sentido y sensibilidad" de Jane Austen y Ang Lee realizó una peli excelente) caminatas, con su perro y baños improvisados.
Asistimos a los caprichos de una mujer que busca liberarse de las ataduras reales. Con todo, hay un desfase en el tiempo con la realidad, pues si la historia parte en 1870 cuando entra a formar parte del séquito y acaba en 1898 cuando fallece asesinada, han transcurrido la friolera de veintiocho años y se encuentran igual de bellas que cuando se conocieron. Así, si nos olvidamos de la realidad y nos centramos en la ficción tampoco tiene demasiada importancia. Al fin y al cabo se explica desde el punto de vista de las cartas de la condesa y la trama se basa en ellas que iban dirigidas a su madre. Esto supone darle una nueva versión y cambiar el enfoque de la historia.
La autobiografía de un personaje siempre es motivo de atención y más todavía si te atrae saber qué le pasó a esa persona popular o que triunfó en su vida pasada. Son gente de la farándula o famosos donde se desnudan con sus vicisitudes pasadas. En ocasiones, personal anónimo o con una fama escasa porque falleció en su adolescencia o se suicidó o la suicidaron. Son muertes que quedaron en la oscuridad como sucede en esta ocasión también hay un cierto morbo saber qué le pasó para llegan a un fin tan absoluto. Así, en "La última noche de Sandra M." de Borja de la Vega, ya desde el inicio, nos marca que cuenta el último día de esta chica Sandra Mozanovsky ( vivió entre 1958 y 1977 y su biografía la encasilló en el cine del destape que era lo que se hacía entonces, pero con una historia oscura detrás), interpretada por Claudia Traisac, antes de precipitarse hacia la calle desde su terraza. Avisa, en los primeros créditos, de que no se ciñe a una realidad, sino que se aproxima a lo que sucedió.
Por lo tanto, el espectador, con los datos que aparecen deberá hacerse una idea real o inventada, pero con una muerte de por medio que no tiene nada de ficción. Ella es una adolescente de dieciocho años y da la sensación de estar feliz con su madre, luego eso no parece que sea un motivo para quitarse la vida, pues su posición social es alta ya que su padre es un ingeniero electrónico y diplomado soviético. Su idea, lo dice en una entrevista a la revista Semana, era irse a Londres para estudiar interpretación de inglés.
Luego acabar el bachillerato y dejar de hacer mierdas del destape que siempre se ha de desnudar. Llegado a este punto, sin tener más datos, se llega a la conclusión de que la adolescente pasaba por una crisis existencial y se suicidó. Sin embargo, las posibles noticias de una relación con el rey emérito Juan Carlos I de España cambian completamente el sentido de la trama. Así, se abren infinidad de preguntas sin responder y las continuadas intromisiones detrás de la puerta toman un sentido más real, ya que pudieron ser un acoso y derribo de los servicios de inteligencia contra la joven por la relación con el rey. Así, se abre el melón de la duda de saber si la caída al vacío fue un accidente o un asesinato, ya que estaba embarazada y a saber si era del propio monarca. Esto destapa un abanico de posibilidades diferente al que uno se puede hacer sin conocer la trama oculta. En fin, la intriga y la atención de la película está en ver si esas últimas horas y la interferencia del rey tuvieron influencia en su decisión final de acabar con su vida.
"La chica de la aguja", seleccionada para los Óscar como mejor película Internacional, de Magnus Von Horn ( director de "Después de esto") se inicia con unas escenas desesperantes por parte de una chica con su casero que la invita a marcharse del piso porque no paga el alquiler. Pese a su tozudez de no abandonar, el dueño invita a Katerine, interpretado por Victoria Carmen Sonne, a que abandone la vivienda.
Con un blanco y negro, ese tono de miseria que le da el contraste del negro con el gris o el blanco de la nieve, donde destaca la cutrería de las personas en una situación límite. Se sitúa en un tiempo justo cuando acaba la Segunda Guerra Mundial. La trama ya se posiciona en medio del drama de esa mujer que se ve obligada a largarse directamente a la calle. El edificio donde vive está desconchado en las últimas y contrasta con la nueva inquilina que se ve de buena familia. Así las cosas, los personajes están abatidos por una especie de brusquedad o una necesidad de imponer su criterio en un momento delicado, incluso a la fuerza si fuera necesario. Ese mundo abatido y perdido aplasta cualquier ilusión de las personas. Así pues, la desgracia se inicia en el minuto uno y continúa cuando se enamora de un rico- el dueño de la empresa textil donde trabaja- que la deja en la estacada y embarazada.
La aparición de su marido monstruoso por un cañonazo de guerra en todo el careto- que recuerda "El hombre elefante" de David Lynch, recién fallecido- son parte del mapa de la vida de esa chica desgraciada y con un embarazo no deseado a cuestas. A partir de la mitad en adelante, por si faltaba más drama miserable, ya se desencadena la trama del tráfico y asesinato de bebés.
Finalmente, esa chica es de la aguja porque trabaja en una empresa de confección ( rompen agujas por un tubo, porque realizan trajes de guerra con telas fuertes) y allí pasará parte de su vida, pegada a una máquina de coser y por si fuera poco lo que le sucede fuera, aquí también soporta el despotismo del encargado de la empresa. El drama de las clases sociales se ceba sobre la chica sin aguja, junto con la maldición de conocer a una asesina en su camino.