"Ego" de la directora Hanna Bergholm une la realidad diaria de una familia de dos hermanos, niño y niña, junto a un matrimonio, que, a primera vista, parecen perfectos, pero, al margen, se desarrolla una historia de fantasía. Recuerda, en cierta manera, aquella peli donde un matrimonio adaptaba a un carnero, porque necesitaban un hijo. Hablamos de "Lamb" del director Valdimar Johannsson. Ahora se produce un desdoblamiento del mal,
donde la actriz Siiri Solalinna interpreta el papel de dos caras, por medio de un cuervo gigante a la medida de un humano. La fusión entre ese demonio que actúa a expensas de la hija, porque busca la perfección en la gimnasia que es lo que quiere su madre a toda costa y le produce ansiedad.Esa perfección familiar se ve alterada tanto en el matrimoniales de sus padres como en su vida particular. En fin, al principio, la fantasía parece colocada con un calzador, rechina, pero a medida que avanza el tiempo las interpretaciones pueden ser variadas, diferentes, incluso sofocantes que contagian al espectador.
"El cielo rojo" ( Gran Premio del Jurado en el festival de Berlín 2023) de Chistian Petzoid va de convivencia social de varios jóvenes, los cuales no se conocían, en una casa donde no esperaban relacionarse, sino emplear su tiempo en otra cosa. Félix y León quieren aislarse en la montaña para terminar sus proyectos. No inician bien la llegada pues se quedan tirados con el coche soltando humo en medio de la montaña. Llegan a la casa de la madre de uno de ellos que está en una zona aislada. Cuando llegan, después de recorrer un camino de bosque cargados con las maletas y ven utensilios de otros ocupantes, comenta que se le ha olvidado decirle que la van a compartir con una chica sobrina de alguien que trabaja con su madre. Se inicia el aislamiento con mal pie y la trama presenta un perfil de mal rollo para relacionarse entre ellos. Leon, interpretado por Thomas Schubert,
lleva la idea de acabar su libro, pero su compañero se lo toma un tanto a la ligera y propone bañarse, arreglar la gotera del tejado, cocinar y cualquier cosa menos hacer lo que tenía propuesto. Por eso Leo, después de quedar encandilado por la chica de la casa, Nadja, interpretado por Paula Beer ( trabaja muy bien en el papel de espía "Stella. Víctima y culpable" de Kilian Riedhof),
y los polvos ruidosos nocturnos no le queda más remedio que pirarse al patio y dormir con el techo de las estrellas. Sin embargo, por mucho que quiera concentrarse en su libro es imposible, pues la chica ronda el lugar donde se encuentra y no para de provocarlo de querer quedar con él y ,en cierta manera, de desestabilizarlo con sus provocaciones sensuales.
En fin, vemos un tira y afloja que se mueve entre la seducción femenina por parte de ella y la insistencia por conseguir el exitoso libro por parte de él. El director consigue crear unas situaciones con una forma similar a las películas de Woody Allen y le ha salido una copia digna. Eso.
El título "¿ Estás ahí, Dios? Soy yo", Margaret" ( novela de la escritora Judy Blume) de Kelli Fremon ( aquella directora de "Al filo de los diecisiete" también de adolescentes y de enredos amorosos) alude a las conversaciones que se tira la adolescente
Margaret, interpretado por Abby Rider, con un Dios imaginario que nunca le contesta, pero que se siente segura. Son monólogos que mantiene con ese ser superior para que solucione los problemas familiares. Ella debe decidir su religión ya que su padre es judío y su madre
( interpretado por Rachel McAdams) cristiana. Se lo han dejado en sus manos para cuando sea mayor. Además, la aparición de una abuela tierna,
Katy Bates, que es cordial con su nieta, pero su imagen mosquea un tanto, pues te lleva directamente a su otro lado de la interpretación más cruel que hacía en "Misery" de Rob Reidner por la cual consiguió un Oscar a la mejor interpretación o por lo menos recuerdan aquellas terribles escenas con el escritor accidentado. La historia se inicia con el cambio de población de la familia, porque el padre ha sido ascendido en la empresa y deben abandonar Nueva York y marcharse a Nueva Jersey.
La madre está contenta pese a abandonar sus clases de arte, así se podrá dedicar a su hija y a casa. Ahora toca hacer nuevas amistades y ambientarse en su nuevo hogar. Pronto se relaciona con las adolescentes de la zona que forman un clan y están muy interesadas por esos factores hormonales que pronto les afectará: que si los pechos crecen, que si la regla aparece. Todo ello, junto a una madre atenta y el conflicto con los abuelos llevará a la nieta a desarrollarse en ese camino hacia la madurez personal. En fin, cuenta el paso de la infancia a la adolescencia con la inocencia de lo desconocido y la salida de tono gamberra del momento junto a otros temas de conflicto familiar.
Celia Rico Clavellino ( guionista de sus pelis y de otras como "Quatretondeta" de Pol Rodríguez) repite en "Los pequeños amores", premio especial del Jurado en el Festival de Málaga de 2024) la relación entre una madre y una hija como ya hiciera en ópera prima "Viaje al cuarto de una madre". En aquella ocasión Lola Dueñas y Anna Castillo se enfrentan al momento en que la hija abandona el nido. La situación de la madre es compleja y el enfrentamiento abre la maleta de las sensibilidades y amores de las dos.
Aquí, la edad de los personajes avanza en el tiempo y el duelo interpretativo recae sobre Adriana Ozores y María Vázquez ( con un papel cambiado en "Matria", ya que hacía de madre y aquí de hija, de Álvaro Gago Díaz).
Se inicia con las tareas de la madre, Ozores, en una casa en solitario: blanquear la fachada, cocinar y paseos por el campo. El descanso de una guerrera en la montaña envuelta entre pinos y el canto de las cigarras. Intuimos que estamos en pleno verano por el calor excesivo en esa casa de campo.
En fin, pronto se iniciará la acción con la llegada de la hija a causa de un accidente y allí es donde empezarán las divergencias. Puede que el tema de la relación, la sensibilidad, las imágenes que buscan recrear el espacio tranquilo y sosegado alejarán a aquellos espectadores de mayores empresas de acción. Finalmente, se cuentan pequeñas cosas sin importancia de la vida que por su sencillez adquieren mayor interés, mas todavía cuando la interpretación raya a gran altura.
"La sustancia" de Coralie Fargeat ( En "Revenge" muestra la rabia de una chica que se han llevado unos tíos a una casa del desierto y allí quieren pasar un tiempo de orgía. Ella, engañada, no se deja dominar pese a que está en peores condiciones hace frente a los tíos y corre un río de sangre, con esta premisa, esperamos violencia, mal rollo y más ríos de sangre) cuenta la vida de Elisabeth Sparkle, interpretada por Demi Moore,
es una estrella de Hollywood que tiene su placa en la acera pero ya en el inicio vemos que por ella pasa el tiempo y como metáfora de su brillantez de diva que se apaga. Luego, en la realidad, vemos que esa actriz está en declive, porque ya tiene una cierta edad y su caché ha bajado. El productor o mánager o lo que sea, interpretado por Dennis Quaid,
quiere darle el plantón y olvidarse de ella y mientras come gambas mojadas en una salsa mahonesa en un restaurante como un auténtico cerdo le recuerda que ya ha acabado su tiempo y que se retire ya. Quiere material joven. Así, la artista se mueve en un entorno de estrella acabada con sus vestidos de tonalidades de un colorido vivo, intenso, frente a los lugares cutres por donde pasa para conseguir el elixir de la vida plena.
El declive de la artista le llega de fuera, por aquello que le dicen y lo que sucede a su alrededor. Gracias a una sustancia que se inyecta no se sabe muy bien de dónde ni cómo, pero tampoco nos importa. Aparece de dentro de su cuerpo otro yo más joven y hermoso, llamada Sue,
interpretado por Margaret Qualley, que cose con aguja e hilo el boquete de la espalda por donde ha aparecido. En definitiva, la directora manipula, por un lado, el aspecto machista de tratar a la mujer como objeto del deseo y material de desecho cuando se ha hecho mayor; por el otro, la mujer que entra en ese rollo de querer ser eterna en su belleza y engendrar a un ser nuevo que supla sus carencias, aunque la ocasión le llegue por medio de un experimento poco contrastado. La sustancia mágica trasformará su organismo y lo hará reproductor de otra belleza más explosiva.
La historia se centra en un relato sobre un personaje verídico de la guerra fría, el diplomático de sueco
Hammarskjold, interpretado por Mikael Persbrandt ( actor de aquella excelente peli "En un mundo mejor" de Susanne Bier que realizaba el papel de un doctor en África y en ayuda humanitaria, pero dejaba descuidada a su propia familia), aquí, con un tono pausado, pero muy preocupado en su interior por los desajustes del mundo, ya que su puesto político es de suma responsabilidad. Fue designado director de la ONU en 1953 ante la sorpresa de los mandatarios estadounidenses que no tenían ni idea de quién era ese tipo que había llegado tan alto sin su consentimiento. El director sueco Per Fly con su "Hammarskjold. Lucha por la paz" pretende poner luz a la oscuridad de su accidente de aviación y dar a conocer a un tipo especial que no cuadraba con el estándar de los políticos. Por lo tanto, se centra en esos últimos momentos de su trayectoria cuando en el Congo se produce una situación de represión, tortura y guerra con el dominio de Leopoldo II de Bélgica que da su apoyo a los sublevados y un intruso que se entromete en las masacres puede salir mal parado.
Los hechos ocurren en enero de 1961 justo en el momento en que asesinan a Patrice Lubumba ex secretario del Congo. El protagonista sigue impasible ante las acusaciones de la responsabilidad de ese asesinato. Así, la historia gira en torno a reunificar el Congo, ya que una de sus provincias , Katanga, se quiere independizar. En fin, todo funciona como un conflicto bélico creado por las grandes potencias y por intereses creados, mientras van muriendo infinidad de nativos. Además, como subtrama aparece la idílica amistad con su amigo homosexual que no se llegó a consumarse por motivos obvios: reprimirse y doblarse a las prohibiciones de las leyes de la época. La acción mantiene atento la mirada en ese final trágico del ataque de aviación sobre el avión del presidente que impactó en el sentimiento social, el cual quedó encubierto como un accidente. La pena es que eso que vemos fue una realidad.
El tema de una película es la esencia principal para que nos enganche o no. Luego veremos el tratamiento o el ritmo que muestra el director. En este caso, sin apenas saber nada ya intuimos un conflicto familiar. "La casa" de Alex Montoya, sacada del libro de Paco Roca ( se creó una excelente película de animación de uno de sus cómics "Arrugas" del director Ignacio Ferreras), sitúa la acción dentro de una herencia envenenada, una casa familiar, donde vivieron en tiempos pasados la familia. Ahora, se plantea el problema de venderla con todos los recuerdos dentro. Así, se inicia con un anciano, entre una puerta y moviendo bolsas con un huerto medio abandonado y un reloj que marca el tiempo. La elipsis del paso del tiempo, de la muerte y de una casa vacía da entrada a los primeros participantes de esa familia que aparecen en ella junto al resto que hacen su aparición.
Por lo tanto, dentro se revivirán tiempos pasados y momentos del futuro, refriegas y constantes disputas. En formato diferente se van intercalando los recuerdos de la infancia, momentos que están todavía en el disco duro del pensamiento y que rebrotan al calor de la casa.
El padre, esa figura que está en la mente de toda la familia, desde la nieta hasta sus hijos, está representado por el actor Luis Calleja. En fin, la casa semi abandonada está cargada de nostalgia del pasado. Los objetos que se amontonan quieren mostrar un protagonismo principal de ese recuerdo.
Cada rincón se ofrece. Inicia el recorrido el hijo, encarnado por David Berdaguer ( "Saben aquell" de David Trueba) que se encarga de poner apunto los desajustes: persianas rotas, el riego alas plantas, hojas por todos los lados. Un poco de orden en ese lugar semi abandonado.
La película "Horizon: An America" de Kevin Costner ( atento que son tres horas y después llegará el capítulo dos) no hablaremos mucho de su director, porque es sobradamente conocido por sus interpretaciones que, en este caso, tardará una hora en aparecer como galán que las chicas van a por él. Ahí queda la mítica "Bailando con lobos" con una interpretación estelar, pero se le había quedado clavada la espinita de hacer algo más redondo con respecto a los colonos y su relación con los indígenas. De tal manera que ha emprendido, después de hipotecar su patrimonio particular ( es el productor), una saga de películas donde explica el devenir de los Estados Unidos.
Así, se inicia con el asentamiento de los pobladores al oeste de Estados Unidos en Arizona. Lugar ocupado por las tribus indígenas. Aquello es jauja, pues se plantan al lado del río, con total libertad, y construyen su casa sin preocuparse de los habitantes que están cerca de allí, durante muchos años antes que ellos y puede que no sean bien recibidos. Así, la acción se desarrolla a mediados del siglo XIX en que los indios empiezan a ser arrinconados de sus tierras.
La ambientación es prodigiosa, quizá le falta al guion un ligazón que una las historias con mayor precisión. Pero no importa, la cuestión es disfrutar de las batallas y las acciones de los dos contendientes: unos, por una parte, que defienden con uñas y dientes su zona y otros, por la otra, que persisten en la idea de apropiarse de aquello que no es suyo. La batalla está servida. Un Western de los de antes arranca en medio de las guerras entre los blancos y los indios. Cochise y Gerónimo, jefes de los apaches, se opusieron a que les tomaran sus tierras donde ellos pescaban y cazaban tan ricamente. No a la competencia, cuando ellos ya llevaban allí varios siglos y se consideraban los verdaderos propietarios. Así, las micro historias se van sucediendo entre ellas con pocos conectores que amorticen la caída entre la una y la otra.
En fin, con todo eso, la espectacularidad de las imágenes y una puesta en escena muy cuidada hará las delicias del espectador aficionado en este tema. En cambio, el guion hace aguas por todos los costados, le falta trabar las deferentes historian que van y vienen. Con todo, la sesión es espectacular y la acción está servida para disfrutar. Cuestión de gustos.
"Pequeños grandes amigos" de Andrea Bescond y Eric Metayer ya en el inicio lleva la etiqueta de cine social. Siempre es aquel que muestra un conflicto, normalmente del colectivo de trabajadores necesitados económicamente. Así, en ese lugar o en otro, las personas que se entrometen y discuten por una causa que ellos ven justa tendrán problemas. Aquí se inicia con las protestas de unos empleados de una residencia de ancianos que se quejan a su jefe por la falta de recursos, pues trabajan demasiadas horas sin reconocimiento alguno.
Esa protesta ya de por sí en un lugar donde los recursos humanos deben ser y estar a una altura superior, porque se trata con personas que, en muchos casos, son tratados como animales o peor como objetos inservibles. La historia se desarrolla con esa falta de recursos que acarrean problemas en el personal tanto mentales como físicos. Ante esa dejadez y maltrato, vemos a unos ancianos depresivos con el vértigo de la muerte que les ronda. La guadaña segadora de vidas les amenaza sus cuellos. Sin embargo, choca frontalmente con falta de comprensión de la sociedad hacia ellos. Ya no son mirados como humanos, sino como escoria.
Las cosas se pueden poner más complicadas si a todo ello un grupo de adolescentes que acaban de aterrizar en el asilo y deben compartir el espacio, porque en su escuela tienen obras y deben ubicarlos allí por unos días. Ese choque de edades causará ciertos enfrentamientos indeseados como el comentario de uno de los chicos recién llegados: " dónde nos traéis a un cementerio o que tenéis miedo porque estáis a punto de morir". Así, un auxiliar, interpretado por
Vincent Macaigne ("Crónica de un amor efímero" de Emmanuel Mouret) tendrá una pugna dialéctica con la monitora de los niños interpretado por Aissa Maiga, e intentará recoger firmas para que saquen del centro a los niños cuanto antes. Al final esa colisión llevará a momentos dulces y otros amargos.
"Priscilla" de Sofía Coppola ( se podía intuir en sus inicios que su tío, F.F. Coppola, le había empujado o enchufado en el mundo del celuloide, pero nada más lejos de la realidad, ahí está la formidable "Lost in Translation" con los maravillosos Bill Murray y Scarlett Johansson, después vendrían más títulos con su sello particular) mide con precisión hasta el último detalle con la sutileza de los personajes, la música, vestuario, con unos tonos apagados y un estilo propio.
El título ya nos da las pistas de qué irá la peli, de Priscilla, interpretado por Cailee Spaeny ( la joven periodista que sufre en "Civil War" de Alex Garland), la que será mujer del famoso Elvis Presley, el rey del rock, interpretado por Jacob Elordi ( interpretado por el guaperas ricachón en la película "Saltburn" de Emerald Fennell).
Se detiene justo en el momento en que la conoce, en Alemania, en una base del ejército norteamericano por el año mil novecientos cincuenta y nueve. Él ya ha sido por esas fechas, en años anteriores, número uno en ventas, pero interesa que se pula como buen norteamericano en una base del ejército. Supongo, decían sus allegados, que para que se le quite el vicio de los movimientos de cadera que eran mal vistos. El tema parte de los inicios de las relaciones amorosas de la que será su posterior mujer que, su padre, capitán del ejercito, en un inicio, no le deja asistir a la fiesta de Elvis ( están todo el tiempo de farra), pero inciden otros soldados para convencerlo y al final va. Priscila es para el famoso un juguete más, un capricho de un día que lo complementa junto a sus juergas constantes de su casa. Así, ella lo quiere profundamente, pero él la tiene como un antojo y la mantiene a su lado mientras va creciendo. En sus ausencias, por rodar pelis en esa época, ( "Cita en las Vegas" de George Sidney) aparecen los celos bien fundados porque salía en las revistas del corazón con la actriz que rodaba en ese momento Ann Margret. Con todo, no estaría nada mal visionar la cinta "Elvis" de de Baz Lurhrmann, allí el enfoque recaía directamente en su manager Tom Parker, el llamado coronel, interpretado por Tom Hanks, el cual aquí asoma constantemente en llamadas telefónicas con el sobrenombre.
En fin, Coppola retrata como nadie la biografía de la mujer del legendario Elvis Presley. Su enamoramiento la llevó a quemar las naves de su adolescencia esperando una llamada de su ídolo hasta que lo consiguió. Al final, amar al hombre que es deseado por todas las mujeres solo producirá celos y mal rollo a la pobre Priscilla.